Ahí están, inmortales
Las grandes estrellas de Hollywood revelan cosas que no sabíamos de ellos ni de la gente que les dirigió en un libro de Peter Bogdanovich
Cuando era adolescente, demasiado joven e indocumentado, sentía pasión hacia los libros de cine. Consumí notable bazofia seudointelectual, coñazos inentendibles, ejercicios presuntuosos sobre la nada, onanismos mentales, en fin.... Me curé muy rapido y a perpetuidad de enfermedad tan fatigosa. Y también descubrí que se podía crear excelente literatura hablando de cine. Era delicioso leer a Cabrera Infante, las críticas (o actos de amor y de odio) de Truffaut, Tavernier y de Godard (sí, antes de convertirse en uno de los directores más sobrevalorados e insoportables de la historia del cine), los inteligentes aunque discutibles criterios de Andrew Sarris, el fascinante libro de Manny Farber Arte termita contra elefante blanco, cosas así.
Y desde hace mucho tiempo solo consumo libros de cine en los que lo fundamental es su estética visual (la editorial Taschen aplica un mimo notable a esas fotografías) y tambien la mezcla de datos y cotilleo de lujo que realizó un individuo tan perverso como sarcástico llamado Kenneth Anger en los dos tomos de Hollywood Babilonia, especializado en airear la ingente y oculta basura de tantas e inmaculadas leyendas del cine. Sin ser tan sulfúrico y malicioso como Anger, son apasionantes las indagaciones de Peter Biskind sobre el lado oscuro de los grandes creadores del cine norteamericano durante los años setenta en Moteros tranquilos, toros salvajes y el implacable ajuste de cuentas con los hermanos Weinstein y con el cine independiente amparado por el festival de Sundance en Sexo, mentiras y Hollywood.
Rebuscando en vano alguna nueva serie o película que llevarme con deseo al Blu-Ray (tengo la sensación de que ese negocio tan mal llevado como abusivo está agonizando) me encuentro con un libro firmado por Peter Bogdanovich y titulado superimaginativamente Las estrellas de Hollywood (el original sería ¿Quién demonios sale en la película?).
Además de haber dirigido la emocionante La última película, otra tan divertida como ¿Qué me pasa, doctor? y algunos fracasos que a mí me gustan bastante como Saint Jack y Todos rieron, Bogdanovich ha demostrado en su accidentada existencia el amor que siente hacia el cine y su conocimiento y admiración hacia la gente que lo parió. No sabemos el tamaño de su ego, pero, al igual que Martin Scorsese, jamás ha perdido la capacidad para estudiar y agradecer el arte ajeno.
En sus retratos y conversaciones con las grandes estrellas de Hollywood, gente cuya presencia era suficiente para que los espectadores de cualquier parte compraran la entrada (la lista es deslumbrante, entre otros estan Bogart, Brando, Stewart, Cagney, Chaplin, Wayne, Lemmon, Sinatra, Dietrich, Gish, Monroe, Clift, Audrey Hepburn, Henry Fonda, Cary Grant), revelan cosas que no sabíamos de ellos ni de la gente que les dirigió. También hay explicaciones inteligentes por parte de Bogdanovich de las razones por las que nos enamoraron.
Bogdanovich habla de su contacto breve o dilatado a lo largo de su existencia con todos estos hombres y mujeres, de las sensaciones que le crearon con su presencia y con su arte. A veces, con excesiva pasión de groupie. Bueno, todos los somos. La hipnosis que desplegaba esa gente no tiene caducidad.
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