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Muere Gregorio Sánchez, el torero de las diez puertas grandes en las Ventas

Fue un diestro triunfador en las décadas de los años 50 y 60

El matador de toros español Gregorio Sánchez, que logró salir 10 veces por la Puerta Grande del coso madrileño de Las Ventas a lo largo de su carrera, murió hoy en Galicia a los 86 años, según informaron fuentes de la familia.

La plaza de Madrid fue el escenario de su gran éxito en las décadas de los años 50 y 60, cuando se erigió en figura del toreo gracias a sus nueve salidas como torero y una más como novillero por la Puerta Grande.

Para la memoria de los aficionados quedará, sin duda, aquella corrida a beneficio del Montepío de Toreros, del 19 de junio de 1960, en la que despachó en apenas 80 minutos seis toros de la ganadería de Barcial, a los que cortó siete orejas, y se situó en lo más alto del escalafón taurino.

El matador, que residía en Galicia desde su jubilación hace tres años de la Escuela Taurina de Madrid, se fue apagando "como una vela" hasta hoy, explicó a Efe su hija mayor, Silvia.

Antes de ser torero, Sánchez no tuvo una vida fácil. Nacido en Santa Olalla (Toledo, centro) el 8 de agosto de 1930, vivió el fusilamiento de su padre cuando él era apenas un niño (1943), y también la muerte de siete de sus once hermanos en la posguerra.

El toro fue su vía de escape para huir del hambre y la miseria.

Su debut tuvo lugar en 1948, en Madrid se presentó en 1953 en Vista Alegre y, un año después, en Las Ventas.

El 1 de abril de 1956 toma la alternativa en Sevilla, de manos de Antonio Bienvenida y en presencia del mexicano Joselito Huerta, y en junio la confirma en Madrid, la primera de las muchas tardes de gloria que dio en el ruedo capitalino, donde toreó 50 corridas de toros y logró 39 orejas.

Tras 18 años como torero, decidió retirarse en 1973, matando otros seis toros en solitario en Madrid, pero su vinculación a la actividad no cesó, pues se convirtió en uno de los profesores de la escuela taurina de Madrid, donde fue uno de los valedores fundamentales de Julián López El Juli.

Su poso como torero de corte clásico y dominadoras formas quedan ya para el recuerdo.

El año pasado se descubrió en Las Ventas un azulejo que homenajeaba sus Puertas Grandes y su "magisterio impartido" en la Escuela Taurina. Ya no pudo asistir a aquel acto. Quizá ahora, ya sin vida, pueda reunirse con esa reliquia pues su última voluntad fue ser incinerado y que sus cenizas se esparcieran sobre el albero del coso donde triunfó.

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