Pasqual en el Piccolo
Un repaso a los recuerdos del director de escena de su maestro Giorgio Strehler
Lluís Pasqual ha vuelto de Milán, donde se han celebrado tres aniversarios: los 70 años de la fundación del Piccolo, los 20 de la muerte de su fundador y norte, Giorgio Strehler, y los 35 de la creación del Teatro de Europa, que Pasqual dirigió, en el Odeón parisiense. "La Scala ha repuesto Il rapto del serrallo, la edición de Karajan y Strehler en Salzburgo, y el Piccolo ha remontado su Arlecchino, tan eterno como Ferruccio Soleri, que lo sigue interpretando a sus 89 años", me cuenta el director.
Pasqual sintió la fulguración de Strehler durante la mili, en los albores del Lliure, al leer Per un teatro umano, que se convertiría en su breviario: "Era lo que intuía que podía existir pero no sabía que se había hecho y se estaba haciendo. Un teatro de arte, popular, artesanal y sofisticadísimo. Un teatro de élite para todos, como había proclamado Jean Vilar. Strehler y Paolo Grassi abrieron los caminos que luego siguieron muchos: hicieron teatro en las fábricas, pasearon su carpa por los barrios, difundieron a Brecht y redescubrieron a Shakespeare. Y, sobre todo, crearon un repertorio".
En 1978, tras montar Les tres germanes en el Lliure, Lluís Pasqual decide instalarse en Milán: "Buscaba a un maestro. Quería que alguien como Strehler me pusiera el listón alto. Quería ver la cocina teatral, el cuerpo a cuerpo con los actores". El primer día tuvo que esperar cuatro horas. Cuando acabó el ensayo, por la noche, apareció Strehler con sus ayudantes. Pasqual se presentó. Strehler dijo: "Non mi ricordavo piu di questo Pasqual", y todos se echaron a reír: era un frase del Arlecchino, que estaban montando. Pasqual se postuló como ayudante. "Ayudantes tengo muchos", dijo Strehler, "pero vieni, vieni". Volvió en octubre, para devorar los ensayos de la reposición de Il nost Milan. "Era en dialecto, pero los seguí todos. Mudo, encogido en la butaca, en las últimas filas del Lírico, que es un teatro para más de mil espectadores". Un día no fue: tenía dentista. La tarde siguiente, Strehler le dijo: "Ayer no viniste".
La madre de Strehler aparecía por los ensayos. "Lo primero que escuchabas era su voz: 'Quanto è buio… è sempre buio nel teatro (Qué oscuro está esto… el teatro siempre está oscuro)'. Y Strehler: 'Mama, mama, estai atenta…'. Ella: '¡Ti porto da mangiare! Ah, tantos ayudantes pero nadie te da de comer'. Y aquella gran frase: '¡Quanto è difficile avvere un figlio di una certa etá!". Otra tarde, Strehler le dice a Pasqual: "Estás muy lejos, acércate'. 'Grazie, maestro'. 'Maestro del cazzo! Chiamami Giorgio'. Colofón: 'Como no vas a ser mi ayudante, es más fácil que seas mi amigo". Amigo y guía: "Los maestros aparecen siempre en el momento justo. Fabià, la Caballé, Strehler, Brook… Y Federico como ángel tutelar. Después del Lliure, el Piccolo se convirtió en mi segunda casa. Cuando murió Strehler, una periodista se nos acercó a Chéreau y a mí en el entierro y nos dijo: 'Ustedes, como ayudantes suyos…'. Respondimos: 'Nunca fuimos ayudantes, pero muchos somos sus discípulos".
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