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‘Gomorra’ extiende su sangre hasta el centro de Nápoles

La serie graba su tercera temporada, que retrata la lucha de clanes por el control del barrio histórico de la ciudad

El actor Marco d'Amore (Ciro di Marzio en la serie), en una escena de la tercera temporada de 'Gomorra'.
El actor Marco d'Amore (Ciro di Marzio en la serie), en una escena de la tercera temporada de 'Gomorra'.
Daniel Verdú

Al final de un estrecho callejón del barrio de Forcella, en el centro de Nápoles, ocultos en un almacén lleno de cajas y scooters robados, cinco camorristas discuten en dialecto cerrado sobre una mesa de billar. Uno de ellos despliega un mapa de la ciudad y dibuja un círculo en rojo. Secondigliano, el barrio periférico que durante años configuró la estrella polar del abrasivo poder de la Camorra, ha dejado de ser el centro neurálgico de su ejército. La organización, cada vez más fragmentada e imprevisible, gobernada por los asesinos de sus predecesores, se expande como una mancha de aceite por hasta el centro de la ciudad.

 La escena, repetida hasta ocho veces ante la mirada de decenas de periodistas, forma parte de la tercera temporada de Gomorra, la exitosa serie italiana basada en la obra que le costó el exilio y la escolta de por vida al escritor Roberto Saviano. Legiones de fans en 160 países esperan su estreno en otoño, que en España lanzará Wuaki TV, plataforma de contenidos bajo demanda propiedad del gigante comercial Rakuten y donde ya se pueden ver las dos primeras entregas. Y esta vez, el relato vuelve a ser un calco de la realidad actual, donde el epicentro de Nápoles, tal y como llevan informando desde hace meses los periódicos, asiste a una guerra de bandas por el control del territorio. “Hemos logrado recoger esa evolución en la serie”, relata uno de sus directores, el talentoso Claudio Cupellini. Una búsqueda de realismo que, entre otras cosas, llevó a Saviano a rechazar un dineral para un remake americano.

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El desalentador retrato sobre el mal trazado en la primera y la segunda temporada —ningún personaje concede un respiro moral en su planteamiento— prosigue ahora con un drama de aire shakespearianos rodado durante unos 200 días entre Nápoles y Bulgaria. El relato, sobre el que ya se escribe una cuarta entrega, bascula sobre un balance de las pérdidas (la escabechina de la segunda es antológica) y la idea de afrontar las consecuencias de las acciones del mal.

Ciro di Marzio, interpretado por Marco d’Amore, uno de los protagonistas convertido en una especie de Yago en Otelo, un ambicioso estratega capaz de tejer una red en la que van cayendo sus superiores, vuelve ser uno de los ejes de la trama. Tras el rodaje, tocado con una gorra y unas gafas polarizadas, rebaja su importancia. “En realidad el personaje es Nápoles, el barrio de Forcella, con su simetría perfecta [tiene forma de Y]. El renacimiento de esta ciudad tiene que venir de su centro”, señala.

Pero en Nápoles, donde se han rodado unos dos tercios de las escenas, no todo el mundo comulga con la realidad que pinta la serie. Los vecinos rechazaron al principio al equipo. Como sucede con las obras de Saviano en su ciudad natal, muchos —incluido su alcalde— creen que solo ensucian el nombre del lugar. Pero el relato no está tan alejado de las crónicas diarias de la ciudad. Tanto que, a veces, es fácil encontrar entre los camorristas detenidos tipos que se peinan como los protagonistas, o capos que decoran sus casas como las que aparecen Gomorra.

Salvatore Esposito (Genny Savastano en la serie), un actor que, sin pedigrí, deslumbró con la extraordinaria evolución de su complejo personaje, le quita hierro a esa retroalimentación y opina que se trata de un círculo vicioso. D’Amore, en cambio, cree que se debe a la fascinación que generan las series. “Cuando tenía pelo siempre quería peinarme con el tupé de los de Sensación de vivir”, bromea. Con la única diferencia que el bueno de Dylan y su amigo Brandon nunca se dedicaron al narcotráfico y a liquidar a media ciudad.

Napolitano subtitulado en italiano

Si preguntas a un napolitano te dirá que el italiano es una convención lingüística para entenderse a lo largo de todo el país. Cada región tiene su dialecto, pero Nápoles posee un código lingüístico que, para muchos, puede considerarse una lengua propia. Gomorra, que ha respetado ese hecho diferencial y lo ha convertido en estandarte de su realismo, se caracteriza por haber lanzado al mundo un éxito absoluto en un idioma que solo comprenden los habitantes de este pequeño territorio. Tanto, que el resto de italianos suele verla subtitulada.

Marco D’Amore, napolitano de pura cepa, se parte de risa. “En Italia nadie entiende nada. Para nosotros ha sido una fuerza increíble. Los actores de Campania, como yo, pensamos en napolitano. Así que hablamos con una lengua de sentimientos, que viene del estómago. En Nápoles hay un dialecto en el centro, otro en Scampia… cambia mucho”, señala mientras hace una demostración con su compañero de rodaje.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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