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MÚSICA / LIBROS

Tácticas de supervivencia

En tiempos de YouTube y Spotify, los libros especializados ayudan a recuperar la verdadera dimensión de artistas y movimientos musicales

Diego A. Manrique
David Bowie durante una actuación en 1973.
David Bowie durante una actuación en 1973.Chris Walter (WireImage)

Oigo decir que salen demasiados libros de música. Si se refieren a la música pop, respondería que tenemos demasiados libros poco fiables o nada ambiciosos. Un ejemplo: la extensa bibliografía sobre Joaquín Sabina prioriza al personaje sobre su obra. Felizmente, en el reciente Sabina. Sol y sombra (Efe Eme), su discografía es aquilatada canción a canción. Estamos ante un tomo “a favor de”, lo que no impide a su autor, Julio Valdeón, dinamitar de pasada algunos de los mitos fundacionales del sabinismo.

En la página 25 se cuestiona que lanzara un cóctel molotov contra la sucursal de un banco en protesta contra el Proceso de Burgos (“Joaquín tiene muchas virtudes, pero el coraje no está entre ellas”, reflexiona un íntimo). Unas líneas más adelante se sugiere pudorosamente que es imposible que el cantautor militante pudiera tener la revelación del poder del rock viendo a los Stones en Hyde Park: ese concierto ocurrió un año antes de su fuga a Londres. Elemental, me dirán, pero nadie se había tomado el trabajo de comprobar esa y otras leyendas sabinianas. Que no disminuyen su grandeza, pero ayudan a entender su metodología.

En 'Sabina. Sol y sombra' estamos ante un tomo “a favor de”, pero su autor, Julio Valdeón, dinamita algunos mitos fundacionales del sabinismo

Hay que tener un perverso sentido del humor para titular una autobiografía Aún no estoy muerto (Aguilar). Pero eso ha sido parte de la coraza de Phil Collins, cuyo libro pretende reforzar su imagen de hombre bonachón, asombrado de que la fortuna le vaya proporcionando las mejores cartas. Los primeros capítulos constituyen un embriagador testimonio de la irrupción del pop en la sociedad británica, con la consiguiente ascensión de mozos laboriosos que estuvieron en los lugares oportunos y en los momentos justos: la entrada en Genesis, la oportunidad de relevar allí a Peter Gabriel como cantante, su lanzamiento como solista, las ofertas para hacer cine.

Ya en los años noventa, todo descarrila. Cambios de pareja, serias dolencias, unos patinazos creativos tanto más evidentes tratándose de un músico multitarea que antes compatibilizaba sus principales obligaciones con proyectos paralelos (Brand X) y trabajos de producción (Clapton, John Martyn, Philip Bailey). Resulta chirriante que no comparta explicaciones, aparte de la perplejidad del qué-cosas-tiene-la-vida. Hasta que, en los agradecimientos, nos enteramos de que en la redacción del tomo ha intervenido un negro, el periodista Craig McLean. La sensación de ocultamiento agria finalmente la jovialidad del texto.

Cierto que, si se buscan conclusiones rotundas, mejor acudir a un libro sobrio, como Cowboy Song. La biografía autorizada de Philip Ly­nott (Es Pop Ediciones). Graeme Thomson evita la retórica tipo “aquellos a los que aman los dioses mueren jóvenes”, aunque la trayectoria de Lynott tiene dimensiones épicas: hijo ilegítimo y mestizo, criado por su abuela en una Irlanda que seguramente se merecía el título del país más retrógrado de toda la Europa Occidental. Sin ser un gran instrumentista, convirtió su capacidad de adaptación en el pasaporte para salir de Dublín, una ciudad que no exportaba música rock hasta que Phil encontró la ruta de salida, vía Londres.

Un libro que sabe a poco: 'Cómo escuchar jazz', de Ted Gioia, quien evita la terminología de especialistas y logra contagiarnos su entusiasmo

Seductor y carismático, Lynott alcanzó el estrellato por casualidad (gracias a una versión improvisada de la melodía folclórica Whisky In The Jar) y cayó en todos los tópicos de rockstar. Cantidades industriales de drogas legales e ilegales, el creerse inmune a la curiosidad de la policía, el cambio de guardia que supuso el punk rock. Hay momentos que parecen extraídos de una versión irlandesa de This Is Spinal Tap: su (desastroso) último concierto se realiza en Marbella, en un club llamado Disco Cuba, a las tres de la madrugada y entre nubes de cocaína. Tenía 35 años y su cuerpo se apagaría en pocos meses.

Más avisos: Como un golpe de rayo, la última entrega de Simon Reynolds, peca por exceso. Su exploración del glam rock está escrita con la habitual pasión por el detalle revelador, sin caídas de tensión en su elocuencia de fan erudito. Pero Simon no puede parar y en su saco caen todos los artistas que usan elementos teatrales (¿Kate Bush?) o manifiestan alguna heterodoxia sexual (¡Grace Jones!). Mientras que la obra de referencia del estilo (Children Of The Revolution, de Dave Thompson) se centra en el periodo 1970-1975, Reynolds va hilvanando la vida y obra de David Bowie, antes y después de su época glam. Así que aquí se esconde un segundo libro, que convendría haber segregado. La edición de Caja Negra —que prescinde de la bibliografía y el índice— casi alcanza las 700 páginas.

Por aquello del contraste, un libro que sabe a poco: Cómo escuchar jazz (Turner Noema), de Ted Gioia. Historiador y jazzman, Gioia evita la terminología de especialistas y logra contagiarnos su entusiasmo. Muchos de los dilemas que se plantea —la globalización, el esnobismo, la fusión, el peso del legado discográfico— son comunes a otras músicas. Uno desearía que se resolvieran con la generosidad y el sentido común que Gioia demuestra aquí.

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