Integración
Daniel Barenboim dirige a la Filarmónica de Viena en los conciertos inaugurales del Festival Internacional Primavera de Praga que tiene nuevamente acento español
Para Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942) existe una clara diferencia entre patriotismo y nacionalismo. Mientras el primero implica admiración hacia lo propio, el segundo conlleva rechazo del otro. Lo aclaró la noche del sábado 13 de mayo, durante una recepción informal trufada de referencias a la situación política actual, tras su concierto en Praga. Acababa de dirigir, por segunda vez en dos días, Mi patria, de Smetana, al frente de la Filarmónica de Viena. Un ciclo de seis poemas sinfónicos que sirve desde 1946 para inaugurar el Festival Internacional de Música Primavera de Praga en la Sala Smetana de la Casa Municipal. La obra, culminada en 1880 y prohibida durante la ocupación nazi, es un impresionante retrato sinfónico de la esencia checa realizado por el padre de la música nacional, que la escribió a pesar de su profunda sordera como resultado de la sífilis. En Praga, Barenboim ha puesto el broche de oro a un proyecto que inició en diciembre pasado, y que supone su primera incursión en esta obra. El evento se ha filmado en un documental coproducido por la televisión checa junto al Festival titulado Barenboim Smetana Má Vlast. El tráiler promocional del mismo comienza con Barenboim al piano tocando el famoso tema del fluir del río Moldava. Una melodía popular que hoy sabemos que no era checa, sino sueca; Smetana la conoció probablemente durante sus años en Gotemburgo. Y curiosamente su evolución posterior ha terminado por conformar el actual himno nacional de Israel.
FESTIVAL PRIMAVERA DE PRAGA
Smetana: Má Vlast (Mi patria)
Orquesta Filarmónica de Viena
Dirección: Daniel Barenboim
Casa Municipal. Sala Smetana, 13 de mayo
Smetana apenas utilizó el folclore autóctono para representar lo checo en su música. Hablaba mejor alemán que checo y había crecido imbuido por la cultura burguesa del Imperio austrohúngaro. Su obra es un ejemplo fascinante de integración de múltiples elementos que han cristalizado en una nueva identidad musical. Por ejemplo, su modelo de poema sinfónico proviene de Liszt; el tema del castillo de Vyšehrad, que tocan dos arpas al comienzo, recuerda mucho al tema del Walhalla, de El oro del Rin wagneriano; su uso como motivo recurrente evoca a Berlioz; o el pasaje cinegético de El Moldava remite a El cazador furtivo, de Weber.
Daniel Barenboim cumple lo que predica. Y su versión se caracteriza por la integración. Lejos de seguir la tradición autóctona forjada en esta música por Talich o Kubelík, o de buscar identidades idealizadas como Harnoncourt, Barenboim opta por un enfoque netamente internacional. Es bien sabido que viaja con cuatro pasaportes, pero su identidad se multiplica si hablamos de comida o de música. Mueve un fascinante cúmulo de sedimentos artísticos como resultado de un bagaje único e incomparable. Además, se vale de la tradición sonora más propiamente austrohúngara que conserva hoy la Filarmónica de Viena. La fluidez y plasticidad de su interpretación funcionó mejor en los tres primeros poemas sinfónicos que en los tres últimos. Destacaron momentos concretos, como los Rápidos de San Juan en El Moldava o el asalto final de Šarka. Pero la tensión decayó después hacia el virtuosismo rampante, carente de contrastes y discurso en Tábor y Blaník.
Tras este espectacular inicio, el Festival Primavera de Praga continúa su andadura este domingo, integrando lo checo con lo internacional. Forma parte de su seña de identidad desde sus inicios, tal como remarcó el sábado su director, Roman Belor, durante un encuentro con la prensa. Incluso cuenta, desde la pasada edición, con algunos conciertos vinculados a artistas españoles. Este domingo actúa Rocío Márquez con su programa dedicado a Lorca, y días después participarán Concerto Zapico, Forma Antiqva y Entrequatre. Habrá conciertos de grandes orquestas autóctonas, como la Filarmónica Checa, y foráneas como la Sinfónica de Toronto y la Orquesta de París. Solistas de casa, como el trompista Radek Baborák, pero también internacionales, como el violinista Maxim Vengerov y la soprano Diana Damrau. También habrá sitio para la música antigua, con La Compagnia del Madrigale celebrando el 450 aniversario de Monteverdi. Y el 2 de junio el compositor Krzysztof Penderecki dirigirá en el concierto de clausura su Séptima sinfonía Las siete puertas de Jerusalem.
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