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El hombre que fue jueves
Columna
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Noche con Gil de Biedma

Joan Ollé ha dividido al poeta en tres —el joven, adulto y maduro— en ‘Las personas del verbo’

Marcos Ordóñez
Los tres Gil de Biedma interpretados por Mario Gas, Pep Munné e Ivan Benet, de izquierda a derecha, y la actriz Judit Farrés.
Los tres Gil de Biedma interpretados por Mario Gas, Pep Munné e Ivan Benet, de izquierda a derecha, y la actriz Judit Farrés.Ros Ribas (Teatre Lliure)

Como parece que a nadie se le ha ocurrido colocar una placa en Maestro Pérez Cabrero número 6 (“Aquí vivió, escribió y amó Jaime Gil de Biedma”), o plantar en el vecino Turó Park uno de aquellos árboles filipinos que daban extrañas frutas, o bautizar una copa con su nombre o el de una de sus canciones favoritas (Mostly Martha, de los Crew Cuts), lo mejor es ir al Lliure de Gràcia para oír sus poemas en las voces de Mario Gas, Judit Farrés, Ivan Benet y Pep Munné (con un broche de oro a cargo de Serrat) en el caleidoscopio armado por Joan Ollé, Las personas del verbo (sí, el mismo título de su poesía completa), para celebrar la memoria, la risa, el llanto y la vida de aquel hombre “con el estómago lleno de whisky y el corazón lleno de rosas rojas”, como dibujó Sagarra a Frederic de Lloberola en Vida privada.

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Ollé ha dividido a Jaime Gil en tres, aunque podrían ser muchísimos más. Ivan Benet encarna al joven poeta; Pep Munné al poeta adulto; y Mario Gas al poeta maduro, unidos al final, en una escena escalofriante, en su habitación del hospital Claude Bernard.

Benet tiene una formidable dicción (brilla en La calle Pandrossou, en Amistad a lo largo) pero aún me falta aquella “sonrisa de muchacho somnoliento / seguro de gustar”. Munné, que durante más de una década paseó su recital Las rosas de papel, todo un trabajo de amor, está mejor en la prosa, calzando muy bien la ironía del acento y las maneras de señorito (tiene, por cierto, un sorprendente parecido a Antonio de Senillosa). Gas está extraordinario, siempre en el tono preciso, y de olé y vuelta al ruedo cuando recita Pandémica y celeste. Hay un cuarto y múltiple personaje: la deliciosa Judit Farrés, que nos lleva en volandas a un club nocturno de Manila para cantar La novela de un joven pobre, y más tarde poner voz de felina recién levantada a Canción de aniversario, y trocar en tango el bolero (“A ti te ocurre algo / yo entiendo de estas cosas”) que José Agustín Goytisolo le dedicó a Jaime Gil de Biedma. Solo un papel no le va nada: el de María Zambrano. Sin embargo, trae prendida la madrugada de Bocaccio en los ojos y en el reborde de la minifalda de cuero cuando sirve, con gracia incomparable, A una dama muy joven, separada.

Estamos en el Lliure, hace más de un cuarto de siglo de la muerte del poeta, y, concitados por Ollé, no tardan en aparecer muchos fantasmas: el de Josep Madern, último amante de Jaime Gil. Y, encarnada por Judit, no cuesta imaginar la resurrección de Isabel Gil Moreno de Mora, la única amante heterosexual del poeta, arrastrada río abajo el 6 de diciembre de 1968. A la salida, todavía sacudidos, una chica me comentó que apenas había leído nada de Gil de Biedma. “Pero mañana mismo”, me dijo, “corro a comprar sus libros”. ¡Adelante!

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