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Una pintura formidable

Francis Bacon y Lucian Freud protagonizan en el Museo Picasso de Málaga una abrumadora exposición que huye de las etiquetas y recuerda que solo existe arte bueno o malo

'La boda' (1989-1992), óleo de R. B. Kitaj (1932 - 2007) perteneciente a la colección de la Tate Gallery.
'La boda' (1989-1992), óleo de R. B. Kitaj (1932 - 2007) perteneciente a la colección de la Tate Gallery.

Cuentan los Annales ingleses la anécdota de que un cadente Winston Churchill, todavía inmerso en la política hasta el extremo de su caricaturizado perfil con sombrero Homburg y habano, aceptó a regañadientes posar como modelo del pintor Graham Sutherland, a quien el Parlamento británico le había encargado un retrato para homenajearle en su 80º cumpleaños. El primer ministro habría manifestado ciertas reticencias sobre la supuesta “modernidad” del artista: “¿Un inglés moderno?”, le espetó Churchill a su esposa. “¡No se puede confiar en ellos! ¿Qué iba a querer cambiar un inglés? Preferiría un alemán, incluso un italiano. Ellos son los que verdaderamente tienen que volver a empezar”. Sutherland firmó el retrato después de largas jornadas de dibujos preparatorios y algunas discusiones con el político —que era pintor aficionado en sus ratos libres—. El óleo se expuso en la Cámara de los Lores, pero duró muy poco. La esposa de Churchill, lady Clementine, arrampló con él, se lo llevó a su casa de campo y ordenó al jardinero que lo quemara. Aquel retrato no le dignificaba; al contrario, era el de “un monstruo” y no el del gran estadista que se había enfrentado a Hitler.

Sutherland consideró el suceso como un acto de vandalismo e hizo todo lo posible por esfumarse de la polémica. Su inspiración siempre había sido la realidad, las formas visibles y escondidas que la rodean: “La forma ejerce un efecto sobre las emociones, pero son las emociones las que gobiernan la forma definitiva”, declaró en 1938 después de haber visto el Guernica, de Picasso. Conspicuo retratista, formó parte del consejo de dirección de la Tate Gallery, pero dimitió en 1952 al discrepar sobre los criterios artísticos. Le sustituyó en popularidad Francis Bacon, ese pintor glacialmente “moderno” que muy probablemente habría retratado a Churchill como un pope aullador que se arrastra por la alfombra y no como el viejo bulldog asustado de Sutherland.

La muestra contradice esa visión del arte inglés ligado a lo literario, lo provinciano y lo anecdótico con una pintura de energía formidable

Francis Bacon, con Lucian Freud, es el reclamo de la abrumadora Escuela de Londres, en el Museo Picasso de Málaga, una muestra que, más que hablarnos de etiquetas y países, nos habla de pintura —¡y qué pintura!—, recordándonos de paso que solo existe arte bueno o malo y no simplemente dos tendencias artísticas condenadas a darse la espalda (Picasso versus Duchamp). Un centenar de obras seleccionadas de los fondos de la Tate se exhiben como una elegía al peculiar énfasis e intensidad de la visión natural y la fascinación por el cuerpo humano de una generación que germinó en una época de fortaleza artística de Estados Unidos frente a una Europa deprimida y en reconstrucción.

La exposición contradice esa mísera visión del arte inglés ligado a lo literario, lo provinciano y lo anecdótico, al presentar una pintura de energía formidable, casi tan potente y formalmente rigurosa como la revolución industrial. No están todos, ni Sutherland (que fue más bien un artesano y fiel documentalista de la guerra europea), ni los abstractos (Bridget Riley, Ben Nicholson) ni los precursores de la cultura de masas (Paolozzi, Hamilton, Hockney), pero sí aquellos “modernos” de aquí y allá que dieron con sus huesos en Londres, muchos judíos errantes a los que Churchill seguramente despreciaría por mostrar sobre el lienzo la encarnizada franqueza del cuerpo humano con toda su ansiedad sexual.

El Museo Picasso es el marco idóneo para dar profundidad a un recorrido que tiene como protagonistas a los principales maestros David Bomberg y William Coldstream, quienes influyeron notablemente en el núcleo duro de la escuela: Frank Auerbach, Leon Kossoff, Michael Andrews, ­Euan Uglow y Paula Rego. Francis Bacon, Lucian Freud y R. B. Kitaj componen el triunvirato en el arte de representar figuras. Este último fue el que mejor conectó con Picasso, por la apropiación que hizo del mundo y de las posibilidades expresivas de la figura humana. La muestra es todo beneficio. El resto ya lo sabemos. Alemania e Italia volvieron a empezar mientras Inglaterra se regodeaba en la crisis del desnudo ideal.

Bacon, Freud y la Escuela de Londres. Museo Picasso Málaga. Comisaria: Elena Crippa. Patrocinio: CaixaBank. Hasta el 17 de septiembre.

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