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arte / proyectos

Pasen al salón

La casa como espacio de exposiciones sigue generando alegrías con proyectos como Salón

Ángela Cuadra y Kato en la exposición 'Raison d’etre', en Salón.
Ángela Cuadra y Kato en la exposición 'Raison d’etre', en Salón. Antonio Ballester Moreno

Gante. 21 de junio de 1986. El comisario Jan Hoet, que por aquel entonces dirigía el Museum of Contemporary Art que en 1999 convirtió en el hoy conocido como SMAK, organizó una exposición llamada Chambres d'amis. Fue, como poco, algo atípico donde cincuenta artistas mostraron sus obras en viviendas de amigos de Hoet, obligando al público a olvidar el museo y recorrer la cara más privada de la ciudad. Estaban todos: Luciano Fabro, Dan Graham, Mario Merz, Maria Nordman, Lawrence Weiner... Todavía hoy se recuerda como una exposición precursora de esas otras relaciones entre el arte y el espacio expositivo y que tantos otros proyectos han bordeado después. Sólo en Madrid estaría Doméstico, que entre 2000 y 2008 animó y de qué manera la escena artística independiente, y hoy es referente también para muchas otras propuestas surgidas por los propios artistas en espacios cotidianos, de trabajo o vida, de mayor o menor intensidad y calado: Black and Noir, Hambre, Dúpex, The Art Palace, Casas y Calles, Limac, El cuarto de invitados, Rampa...

Desde hace cuatro años, Salón se ha sumado a esa necesidad de salir de la exposición al uso. Tras él está el comedor-estudio-sitio de reuniones de los artistas Ángela Cuadra y Daisuke Kato. Es una casa y ese es el aspecto que ellos mantienen cuando invitan a comisarios y artistas a hacer exposiciones allí. Duran dos o tres días y el impacto puede llegar a diluirse por su propio carácter efímero, pero los espacios independientes como este tienen un papel fundamental más allá de lo temporal y lo espacial: actúan allí donde estructuras más grandes no llegan, en la base. La fórmula, dicen, es sencilla: “tener las ganas y el entusiasmo de dar un paso más, decidir abrir un poco ese círculo y organizar veladas abiertas en torno a una exposición, brindando a aquellos cuyo trabajo apreciamos la posibilidad de realizar una propuesta expositiva en total libertad. Ante la escasez de medios lo que se pone en juego es la fuerza de trabajo y el ingenio. Todo el mundo aporta algo. Los comisarios sacan músculo. El trabajo del anterior comisario es un acicate para el siguiente. Los artistas ponen todo de su parte en sus obras. Nosotros hacemos todo lo que está en nuestra mano para apoyar su trabajo y que la propuesta se desarrolle en las mejores condiciones”.

La semana pasada, además, volvieron a la feria Proppositions con un proyecto de Alejandro Alonso Díaz y una selección de obras pertenecientes a Human Being. I Am the Others and the Others Are Me, de Momu & No Es. Una propuesta que las dos artistas presentaron antes dentro del ciclo Un Pie Fuera. Expediciones y Diásporas en Espai 13 de la Fundación Miró, comisariado por Jordi Antas. Porque si algo define un proyecto como este es la larga cadena de colaboraciones que nacen y crecen. La próxima tendrá lugar el 20 de mayo y se llamará El oráculo, una performance de Ana Esteve vinculada a la obra que presenta la XXVII edición de Circuitos. A finales de junio llegará la última entrega de la trilogía comisariada por Tiago Abreu Pinto y Francesco Giaveri, Peirce Project, con el artista Nicolás Lamas, y en septiembre Alfredo Aracil y Cristina Ramos orquestarán otra muestra con los artistas Madalina Zaharia y Fran Meana, coincidiendo con Apertura.

¿Qué es Salón? ¿Cuál es la posición de Salón respecto a la institución?

Independencia total. Somos abanderados de nuestro propio criterio y esa es nuestra guía. Quizá lo mejor que pueden aportar los espacios independientes al panorama artístico sea precisamente eso, su criterio, aportar una opinión que es valiosa por su independencia tanto de las limitaciones del mercado como de los intereses institucionales. Los espacios independientes trabajan en los márgenes, con buena parte del material que los dos grandes administradores de criterio dejan varado a su paso.

'After/Depois/Según', de Cristina Garrido y Bruno Moreschi. Comisaria: Marta Ramos Yzquierdo.
'After/Depois/Según', de Cristina Garrido y Bruno Moreschi. Comisaria: Marta Ramos Yzquierdo.

El escenario de la casa como espacio expositivo tiene mucha historia. ¿Qué hace diferente a Salón de otros proyectos domésticos?

Sí, realmente las casas y estudios de los artistas han sido desde antiguo escenario de lo que estaba teniendo lugar en el arte en cada momento de la historia. No solo las casas, los cafés, bares, ateneos… lugares que se suelen calificar como atípicos o no convencionales, cuando realmente son el lugar natural para dar a conocer nuevas ideas. Lugares en los que un grupo de gente encuentra la necesaria intimidad y confianza para hablar y desarrollar sus pensamientos de manera libre y fuera de ciertas convenciones. Salón encaja ahí. El museo es el lugar en el que estas ideas cristalizan, y por tanto, en cierto sentido, mueren. Creo que para los proyectos de esta naturaleza, de por si efímeros, una de las vías de continuidad es el relevo generacional constante. Ser capaces de transmitir a la siguiente generación el impulso para emprender nuevos proyectos.

Muchas de las propuestas son de artistas y comisarios jóvenes. ¿No está “lo joven” sobrevalorado? ¿No es todo una burbuja?

El problema no es el denominado “arte joven”. Cuando terminas la carrera y te tienes que empezar a buscar la vida con becas, ayudas y concursos con limitación de edad son un impulso muy necesario en esos primeros momentos para una profesión como la nuestra. Lo verdaderamente problemático es que las instituciones no canalicen, en sus fases intermedias, lo que el mercado no es capaz de absorber, que no haya un circuito más amplio entre esos primeros momentos y, digamos, la entrada en el panteón museístico o en el mercado. En cierto modo sí podríamos hablar de burbuja, pero no en el sentido de que se apoye en demasía el arte joven, que tampoco, sino por el absoluto abandono de las fases siguientes a su albur. Pero bueno, eppur si muove

Como pasa en Barcelona, la escena independiente en Madrid tiene un gran peso en ese movimiento que mencionan. ¿Lo que ocurre tiene un alcance real en la gente de a pie?

La escena de Madrid siempre ha sido muy rica, especialmente en materia de espacios independientes. Hay mucha energía, mucha efervescencia, mucha variedad. El irregular circuito institucional ha hecho que históricamente estos espacios se hayan sentido llamados a tomar este vacío de poder. Si nos atenemos estrictamente a las instituciones públicas constatamos que entre la Sala de Arte Joven y el Reina Sofía media un abismo. No hay apenas centros de arte, excepto el CA2M y Matadero, que tengan en sus programaciones, como norma directriz apoyar, promocionar y exportar a los artistas de esta ciudad (no hablamos de madrileños de origen, ojo, sino de la pluralidad de artistas que deciden desarrollar su carrera aquí, provengan de donde provengan). Toda la red de centros municipales de barrio, por ejemplo. Se podría pensar en un circuito expositivo para artistas locales. En Barcelona, algunos de estos centros de barrio cumplen la doble función de ofrecer servicios culturales a la comunidad donde se asientan y a la vez servir como trampolín para artistas noveles, o como centro de referencia para comisarios a través de unas pocas iniciativas y concursos, no creo que muy costosas para los bienes públicos. Hablo de Can Felipa, Sant Andreu, L’Estruch en Sabadell… la gente que acude a ellos tiene contacto con la creación contemporánea a través de estos programas específicos.

Y Salón, ¿consigue tener un alcance a un público ajeno al del arte?

Nuestro público, aunque ha crecido, pertenece mayoritariamente a la esfera del arte o tienen al menos un interés por ella. Es normal. Es una casa particular, la difusión de los eventos la hacemos nosotros mismos entre gente que más o menos conocemos y posteriormente corre de boca en boca dentro de este círculo y si salimos en prensa suele ser en medios especializados… La mayoría de la gente ajena al arte que eventualmente viene por aquí lo hace por mediación de alguien que sí pertenece al mundillo. Eso sí, suelen quedar encantados con la visita. Ese tipo de feedback lo valoramos mucho. Con esto quiero decir que a la gente le puede llegar a gustar aquello que a priori suponemos que no comprende si se le presenta de una forma cordial y familiar, más que si se la intenta catequizar desde un púlpito.

¿Cuál es su papel como plataforma comercial? ¿Cómo se financian?

Nos financiamos por nuestros propios medios. Como plataforma comercial producimos ediciones de artistas que se han expuesto en Salón. David Ferrando Giraut o Jimena Kato han sido los primeros. Esperamos ir poco a poco ampliando la oferta y hacer una página específica de difusión. También funcionamos comercialmente cuando acudimos a ferias dedicadas a espacios independientes. Procuramos llevar propuestas que involucren a artistas sin representación comercial. Es una ardua tarea vender el trabajo de un artista, y sin una estructura detrás y una cartera de clientes como la que puede tener una galería es casi imposible. A parte, hay un prejuicio muy extendido que es que fuera de una galería un artista no tiene valor. Es un cerco proteccionista que hay que luchar por romper y que juega en contra de aquellos a los que pretende proteger, los propios artistas. Con esto no decimos que haya que quitar de un lado para ponerlo en otro. Adquirir una edición o una obra de un artista sin representación comercial en un espacio independiente no es para nada incompatible con adquirir en galería obras de artistas más consolidados. Desde este punto de vista nuestra posición no es de alternativa a la galería sino de complementariedad.

Obras de Momu&No es en Espai 13 de la Fundación Miró.
Obras de Momu&No es en Espai 13 de la Fundación Miró.

De la importancia del gesto...

Sí. Mucha gente empieza a entender lo que significa adquirir una obra o una publicación en un espacio de esta naturaleza, para el propio espacio y para los artistas. Es un gesto que no tiene que ver con coleccionar grandes nombres, es un gesto que tiene que ver con apoyar algo desde la base, con hacer posible su existencia. Es una manera de formar parte de ello, y muchas veces una manera de entrar en la Historia (sí, con mayúsculas) con una inversión mínima. Pensemos en lo que Hans Ulrich Obrist denominó Glasgow miracle, o cómo la escena independiente potentísima de muchos países latinoamericanos ha contribuido a reforzar la proyección internacional de sus artistas apoyándolos en sus inicios. Proyectos Ultravioleta en Guatemala, Diablo Rosso en Panamá, La Panadería o La Quiñonera en México, La Agencia en Bogotá… Desde la acción directa reclaman a las instituciones y al mercado que reparen en aspectos que les habían parado inadvertidos, en artistas dejados de lado, en nuevos modos de hacer, en multitud de pequeños detalles que contribuyen a afinar la macroestructura del sistema artístico.

Este año Salón ha estado detrás de la creación de una feria de espacios independientes, Supersimétrica, que tuvo lugar en febrero durante Arco, y en un lugar tan atípico también como la estación fantasma de Chamberí. ¿Cómo valoran la experiencia?

Nuestra idea era hacer una feria non profit para espacios non profit. Bueno, el apelativo feria vamos a dejarlo en suspenso por ahora. Decidimos subtitularlo encuentro de espacios independientes, ya que la parte comercial, aunque la consideramos necesaria, era sin duda la que estaba menos pulida. Una feria no es tal por adjudicarse ese nombre, lo es porque tiene la capacidad de atraer a un número significativo de coleccionistas, a un público que va con intención de comprar. En nuestro caso, ese es un objetivo todavía a largo plazo. Para esta primera edición, el objetivo fundamental era conseguir financiación suficiente para cubrir los gastos de viaje y alojamiento de los participantes para poder generar un encuentro teórico-expositivo que pudiera tener continuidad y que la participación no le fuera gravosa a los participantes. En ese sentido, la valoración es muy positiva. Gracias al apoyo del Area de las Artes del ayuntamiento a través de Intermediae, a la de Metro de Madrid, que nos cedió sus instalaciones en la estación de Chamberí y AC/E conseguimos la financiación necesaria. A eso hay que añadir la colaboración de grandísimos amigos, Bernardo Sopelana, por supuesto, codirector del proyecto, Carlos Fernandez Pello desde su estudio de diseño Pucalpa, Andrea y Galo Carbajo, del estudio de arquitectura Carbajo Hermanos, Ana Barbudo, nuestra Comunity Manager, Yuri Tuma, nuestro fotógrafo oficial, Verónica Valentini de BAR Project, Cristina Rodriguez, Ramón Mateos de Nadie Nunca Nada No, Alejandro Alonso Díaz, Roberto Vidal y Roberto Salas de IED, Ferestec, Maykson Cardoso, Curator’s Network… Gracias a todos ellos, a su trabajo e implicación, ha sido posible que esta primera edición viera la luz. Y por encima de todo gracias a la implicación de los espacios participantes. Su inmediata adhesión al proyecto cuando apenas teníamos nada con unos plazos imposibles ha sido realmente la piedra de toque de Supersimétrica.

¿Y cómo se relaciona la actividad de Salón con su trabajo como artistas?

El objetivo es que sea algo que se integre en nuestra vida y nuestro trabajo para poder mantenerlo, que sea algo que aporte a los participantes, al público, a nosotros mismos… Intentamos que las posibilidades se ajusten a las expectativas, y a partir de ahí dar pequeños pasos más allá. Creemos que es importante formar comunidad con los artistas, comisarios y otros agentes del momento en que a uno le ha tocado vivir y esta es nuestra forma de hacerlo. En este sentido, la relación con nuestro trabajo es sumamente enriquecedora y esperamos que este sentimiento sea recíproco en todos aquellos que han pasado por aquí.

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