El ecosistema
El cine se lo pone difícil a Netflix. El último dardo ha llegado desde la Federación de Cines Franceses
Netflix llega a Cannes y los agentes cinematográficos tradicionales acusan de nuevo al canal estadounidense de streaming de destruir el ecosistema del cine europeo. El espectador es quien decidirá si quiere un cine sin salas.
El matrimonio forzado entre televisión y cine ha sido feliz solo a ratos, aunque los espectadores le debamos mucho. Cuántas películas españolas o europeas que nos apasionan comenzaban en sus créditos con el logotipo de Televisión Española, Atresmedia o Canal +. Estaban ahí gracias a (o por culpa de) la ley que obliga a las cadenas a invertir entre un 5 y un 6 por ciento de sus ingresos en producir cine.
La televisión, como la radio, lo ha tenido fácil para llegar al corazón de la gente porque siempre se han colado en casa. Con el sufrido cine el asunto era distinto; había que ir de visita, a una sala que cubriera sus necesidades técnicas, y suponía un sobrecoste al bolsillo, ya que apenas dependía de la publicidad.
Cuando esa financiación obligada de las teles se ha dedicado con cariño, el resultado ha convencido a casi todos. Tadeo Jones y Lo imposible han dado a Telecinco rendimiento económico y una imagen de éxito internacional y entretenimiento blanco.que no desprende su programación.
Pero el cine se lo pone difícil a Netflix. El último dardo al proyecto transversal de la cadena de streaming ha llegado desde la Federación de Cines Franceses, porque dos de sus películas van a competir en el sacrosanto Festival de Cannes. Les preocupa que haya títulos que nunca vayan a proyectarse en sus salas o que lo hagan a la vez que en dispositivos electrónicos. Su discurso abandona pronto el romanticismo: la cadena estadounidense no paga ese tanto por ciento de tributo al cine y ni siquiera tiene ya oficina en Francia, apuntaba en Twitter un distribuidor galo.
Las plataformas digitales hacen el mercado más dinámico. Compran buenas películas que no encuentran el apoyo de un distribuidor tradicional. La cinta independiente Tramps, disponible en Netflix en unos días, es un ejemplo. Viajó por todo el mundo, incluido el Festival de Cine de Tokio, en busca de una ventana en cines. La encontró en el streaming. Cuando le preguntamos si le decepcionaba no proyectar si obra en salas, su director Adam Leon comentaba: “La primera vez que pude ver cine europeo y el Hollywood clásico fue en televisión. Las películas de las que me enamoré, que me llevaron a las salas, que me hicieron querer ser director y que inspiran mis historias las vi siendo niño en una pantalla pequeña. Así que no puedo estar más feliz”.
Cuando Ted Sarandos, jefe de contenidos de la plataforma, visitó Cannes en 2015 le dijeron que estaba destruyendo el ecosistema del cine europeo.“No estamos en contra de los cines, sino a favor de las películas”, respondió y su argumento fue a más: “Nada puede competir con el deseo de ir al cine a disfrutar de una película con tu pareja; pero si no te apetece salir de casa y ponerte los zapatos, nada puede competir con nosotros”. La cuestión ahora es descubrir cuántos espectadores queremos cine sin salas.
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