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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Cómo ser ‘mod’ en 2017

El modernismo resultó ser una de las subculturas juveniles más influyentes

Diego A. Manrique

Ocurrió a mediados de los sesenta, durante los puentes de Semana Santa y Pentecostés. Masas de mods y grupitos de rockers chocaron en las playas del Sur de Inglaterra. Unas refriegas que hoy apenas serían reflejadas en las crónicas de cualquier partido de fútbol pero que en aquellas fechas, gracias a la escasez de noticias, ocuparon portadas en la escandalizada prensa británica, con el consiguiente eco internacional.

Fue una revelación para los jovencitos españoles: se hablaba de sectas urbanas cercanas, nada que ver con las coreografiadas rivalidades étnicas de West Side story. Revistas musicales como Fonorama profundizaron en el asunto. Se planteaba automáticamente el dilema: ¿eres rocker o mod?

Con la urgencia por huir de la conformidad y establecer complicidades generacionales, aquella hipotética pregunta se convirtió en cuestión decisiva. Instintivamente, uno admiraba a los rockers como nobles centauros pero conseguir una de sus motos era una utopía, aunque había quién juraba que todavía circulaban Harley-Davidson importadas en los años treinta; resultaban igualmente inaccesibles los vaqueros Levi’s o las chupas de cuero. Se corrió el rumor de que estas últimas podían conseguirse en tiendas que surtían a la Guardia Civil de Tráfico pero nadie se atrevía a comprobarlo. Además, no se podían encontrar grabaciones de rock & roll que no fueran las de Elvis Presley.

Una de las portadas sobre los choques entre 'mods' y 'rockers'.
Una de las portadas sobre los choques entre 'mods' y 'rockers'.

Por eliminación, quedaban los mods. En teoría, una escúter (Vespa, Lambretta) era asequible. El look –entre italiano y francés- daba menos el cante y esquivaba los reproches del mundo adulto. Y algunos discos de The Who o The Kinks llegaban a España.

A la larga, lo mod se manifestaría como la mejor opción. Muchas de las referencias culturales rockers han envejecido mal (intenten volver a visionar Rebelde sin causa) mientras que podríamos afirmar que vivimos en un mundo informado por la estética mod. Un inciso: no necesariamente para bien, si pensamos en la adoración de las marcas o ese elitismo definido por la capacidad de consumo.

Hay un libro monumental que refleja la ambición expansiva del movimiento, en su vertiente más exquisita e inquisitiva. Mods. Guía para una vida elegante (Lenoir), del valenciano Dani Llabrés, contiene unas 620 entradas. El grueso está dedicado a la música negra, con centenares de minibiografías de jazzistas, bluesmen, cantantes de soul, artistas jamaicanos y latinos…más sus sellos, sus productores y hasta los diseñadores de sus portadas.

Para sorpresa del visitante desprevenido, esos gigantes del ritmo comparten espacio con Jean Genet, Mondrian, Hitchcock, Peter Sellers, la Bauhaus o los existencialistas: los mods no pretendían cambiar el mundo (esa sería misión de los hippies) pero todo era susceptible de pasar por su prisma.

Repasando esta enciclopedia, se pueden deducir lecciones sobre la fugacidad empresarial. Obviamente, aquellas discográficas gloriosas ya no existen pero cuando Llabrés detalla los clubes británicos donde se congregaban los mods, entramos en la pura arqueología: aparte del Ronnie Scott’s, todos los locales han desaparecido. Atención: no ocurre lo mismo con las tiendas y las firmas de ropa, que suelen seguir activas.

Respecto a la moda, las indagaciones de Llabrés llegan a ser abrumadoras. Hay una entrada para “camisas”, pero también para “puños camisas” y “cuellos camisas”, sin olvidar a fabricantes como Ben Sherman, Brutus o Brooks Brothers. Aunque los peinados mods nos parezcan elementales, aquí se bautiza y describe media docena de diferentes cortes de pelo masculinos.

Cierto que esta masa de información no estaba disponible durante los sesenta; lo mod constituía entonces un territorio sin fronteras definidas. Como ocurre con los libros de Alex Cooper, se trata de erudición adquirida con el tiempo, facilitada por la universalización del fenómeno con la película Quadrophenia (1979) y sedimentada por la labor de apóstoles a los que, muy justamente, Llabrés incluye en su santoral. El subtexto de estos tomos viene a reafirmar que hoy puedes llevar una vida plenamente mod, repleta de descubrimientos, aunque tus cabellos hayan girado hacia lo plateado.

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