“El coste del ‘marketing’ de una película es su carga real”
El cineasta Gore Verbinski trata de enderezar el rumbo de su carrera con el 'thriller' 'La cura del bienestar'
Para ser un hospital, Beelitz-Heilstätten luce un historial inquietante. No solo ocultó el horror, sino que hasta cuidó de él. Allí, en las afueras de Berlín, estuvo ingresado Adolf Hitler, tras la Gran Guerra. Y durante la segunda contienda mundial, el centro ofrecía cobijo y recuperación a los nazis. Años más tarde, sus paredes asistieron a torturas, asesinatos y la lobotomía con la que los soviéticos castigaban a sus presos políticos. Al final, el infierno ardió tanto que terminó por apagarse. Y el hospital quedó abandonado a sus fantasmas. Ahora, sin embargo, el terror ha resucitado gracias a Gore Verbinski: el cineasta estadounidense ha rodado en Beelitz-Heilstätten su último thriller, La cura del bienestar, que se estrena hoy en España.
El lugar fue el punto de partida del proyecto. Verbinski relata que imaginó un centro curativo, escondido en los Alpes, que observara desde arriba la involución del ser humano y su buceo autodestructivo en estrés, móviles y ordenadores. Y allí envía a su protagonista, un joven directivo (Dane DeHaan), encargado de llevarse de vuelta al jefe de su compañía, que sustituyó los negocios por los idílicos alivios que la clínica promete. Al menos por fuera, el centro atrae: Verbinski le dio el hermoso aspecto de Hohenzoller, un extraordinario castillo cerca de Stuttgart. Por dentro, sin embargo, los pasillos dan más escalofríos que protección. La presencia de bañeras repletas de angulas, desde luego, no ayuda. Está claro que nada bueno puede salir de tan macabro lugar. Ni, quizás, de la carrera humana hacia la innovación. “Vivimos en un mundo cada vez más irracional”, tercia el cineasta.
Su recorrido también fue bastante peculiar. Empezó como músico, tocando en bandas de rock y punk y rodando videoclips para grupos como NOFX o Bad Religion. Pasó a la publicidad, donde colaboró con marcas poderosísimas y firmó un aplaudido anuncio para la cerveza Budweiser. Finalmente, saltó al cine, porque reunía a todos los artes: "Combina fotografía, literatura, performance, música y actuación para contar una historia". Y así Verbinski empezó a alternar taquillazos y fracasos. Con la adaptación estadounidense de The Ring y los primeros tres capítulos de Piratas del Caribe, se postuló como uno de los directores más rentables de Hollywood. Con la película de animación Rango, hasta se llevó un Oscar. The Mexican y El hombre del tiempo, en cambio, registraron críticas e ingresos más modestos. Y la supeproducción El llanero solitario, su anterior filme, se estrelló de forma estrepitosa.
Al parecer, Verbinski sigue estancado, al menos según las demoledoras críticas que The Hollywood Reporter y Variety han publicado de La cura del bienestar. “Quizás sea hora de que vuelva al cine de animación”, le recomienda la primera revista. El cineasta, cómo no, defiende la obra y sus desafíos. Recuerda cómo se peleó por filmar las secuencias tal y como las quería, incluida la inmersión en un enorme tanque lleno de agua que DeHaan realizó de verdad en el rodaje. “Incluso cuando haces un filme grande y complejo, hay que mantener una mirada íntima”, asegura. Y su empeño queda claro cuando elige no contestar una pregunta sobre Donald Trump: “Haría falta una entrevista más larga. Y estoy aquí para hablar de la película”.
De acuerdo, pues. ¿Cree que Hollywood invierte demasiado dinero en los filmes? “Podría contar una historia incluso usando unos calcetines como muñecos. Pero el coste del marketing de una película es su carga real. Con menos dinero, el mayor reto es cómo vender la película. Puedes hacerla, pero vas a pasarte cuatro veces el tiempo que tardaste en filmarla para conseguir que llegue a la gente". Aún así, respecto a sus otros filmes gigantescos, Verbinski cuenta aquí con un presupuesto reducido (unos 40 millones). ¿Por lo menos, le ha dado más libertad? “Te permite que tu película no tenga que ser para todos. Y eso es liberador. En Piratas del Caribe, por ejemplo, llevaba el peso de que atrajera tanto a los niños como a los abuelos. Cuando más aumentan los fondos, más tiene que gustar a todos”. Es la cura del ingresar.
Babelia
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