La visita de Estado de Conan O’Brien a México
El comediante estadounidense cumple su promesa de cruzar la frontera para hacer una producción 100% mexicana
Cuando Conan O’Brien habla en español, los mexicanos fruncen el ceño al intentar entender lo que dice. El comediante estadounidense ha cruzado la frontera entre México y Estados Unidos para demostrar al presidente Donald Trump que puede hacer un producto 100% mexicano que se consumirá con éxito en Estados Unidos. O’Brien hará historia este miércoles cuando se emita Conan without borders: Made in Mexico, el primer programa estadounidense que se produce totalmente en México y en el que el actor pronuncia por primera vez su monólogo enteramente en español. Los diez minutos, en los que O’Brien suele mofarse de los actores y políticos estadounidenses con especial acidez, serán ahora una cadena de sencillos chistes en el lenguaje que el comediante ha definido como “el más bonito del planeta”.
El estadounidense, de ascendencia irlandesa, captó durante una semana las miradas de los habitantes de Ciudad de México. Un gringo altísimo, delgado y pelirrojo anduvo por las calles del centro histórico pidiendo dinero para construir el muro de Trump, solo para encontrar el rotundo ‘no’ que a la diplomacia mexicana le ha costado soltar. Se vistió de luchador para subirse al ring de la lucha libre, se transformó en un galán de telenovela y aderezó la fiesta de una quinceañera bailando un vals. El lenguaje universal de la comedia enlazó en segundos, y en la mayoría de las situaciones, con el buen humor de los mexicanos a pesar de los clichés.
Pero O’Brien se ha llevado bajo el brazo un producto para exportar, casi como una televisión hecha en la maquila de Ciudad Juárez. Su confección tomó forma una vez que la cadena TBS pidió a Univision su ayuda para producir un programa en el que tanto el equipo de producción y la audiencia fueran mexicanos. La televisora con sede en Miami ofreció la ayuda de su socio mexicano Televisa, la cadena más grande de América Latina, que abrió las puertas de sus estudios en el sur de la Ciudad de México para grabar el programa. Paradójicamente Televisa no posee entre sus producciones a comediantes que cuestionen el status quo o a los gobernantes de México, como usualmente lo hace O’Brien en la pantalla de TBS. Aún así O’Brien se atrevió a hacer chistes sobre el mexicano más rico, Carlos Slim, e invitó a la banda sinaloense Calibre 50, los autores de corridos que cuentan las peripecias del capo mexicano más famoso del mundo Joaquín El Chapo Guzmán.
Las risas en el plató no cesaron durante la grabación de Conan without Borders: Made in Mexico, incluso cuando el expresidente Vicente Fox --un insistente crítico de Trump-- reconoció que por su poca experiencia en el servicio público le tomó entre dos y tres años (casi la mitad de su mandato) entender cómo se manejaba la presidencia de México. Otros invitados como el actor Diego Luna, el periodista Jorge Ramos y la comediante Sofía Niño de Rivera cumplieron con la defensa de México ante el recio ataque de Trump. Mientras el secretario de Estado de EE UU, Rex Tillerson, aterrizaba en Ciudad de México, O’Brien ya emprendía su propia diplomacia --también accidentada-- posiblemente con mayor éxito. “Soy el gringo que llora cuando come picante”, bromeó.
Los programas de Conan O’Brien, y prácticamente el de cualquier late night show estadounidense, solo pueden verse en México a través de YouTube, unas horas después de su emisión en EE UU. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad, en 2015 solo el 5% de los mexicanos hablaba y entendía inglés con suficiencia. Reír en México con Conan no es fácil. Sus seguidores mexicanos, jóvenes de clase media con niveles de educación superior, esperan que el retrato final de su país en la televisión estadounidense supere estereotipos como Speedy González. “Estuvo bueno, pero dudo mucho que lo vayan a pasar aquí”, reconoce uno de ellos, al salir del plató.
El rostro de dibujo animado de O’Brien esconde a un mordaz y astuto comediante, graduado en Historia y Literatura de Harvard, que durante años escribió los guiones de Saturday Night Live o Los Simpsons —incluido el mítico episodio del monorriel—. Un actor que reconoció que le era imposible llenar los zapatos de Jay Leno en The Tonight Show y que se mudó a Los Ángeles para crear su propia marca: Conan. Con su proyecto se propuso hacer lo imposible para un programa de comedia en Estados Unidos. Consiguió acercarse, por petición de un seguidor, a Corea del Norte en la zona desmilitarizada y también grabó el primer programa estadounidense de televisión en Cuba en 50 años. Ahora, lleva consigo un producto hecho en México que será consumido por millones de estadounidenses: la peor pesadilla de Donald Trump.
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