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“El jazz mejora cada día”

El saxofonista Charles McPherson, superviviente de la edad dorada del género, actúa toda la semana en el Café Central de Madrid

Iker Seisdedos
Charles McPherson, fotografiado en Madrid.
Charles McPherson, fotografiado en Madrid. BERNARDO PÉREZ

Dos astros han determinado la vida de Charles McPherson, nacido hace 77 años en Joplin, Misuri, y criado en Detroit: ese fulgurante exoplaneta llamado Charlie Parker y aquel universo conocido como Charles Mingus. Tanto es así, que las biografías perezosas de los manuales de jazz suelen despacharlo con algo como esto: “Saxofonista alto de solida reputación, militó en la banda de Mingus entre 1962 y 1972 e interpretó los solos de Bird, película de Clint Eastwood sobre su maestro Parker”. Lejos de esquivar ambos recurrentes temas, McPherson, notable instrumentista y compositor, miembro de la respetable clase media del jazz, a quien The New York Times definió en cierta ocasión como “imaginativo, audaz y minusvalorado”, se extendió sobre sus dos grandes influencias el martes pasado, minutos antes de subirse al escenario del Café Central de Madrid como parte de una contrato de una semana en el club, que concluirá el domingo.

Sentado frente a la puerta (“siempre frente a la puerta, chico, al estilo de Nueva York”), el músico recordaba con palmadas y silbidos el día en que escuchó por primera vez en disco el mensaje de revolución bebop de Parker. “¡Wow! ¡Eso sí que era otra cosa! Yo era un chico de 12 años al que le gustaba Johnny Hodges, las big bands, el rhythm and blues”. Desde entonces, el saxofonista lo ha acompañado toda su vida. “Ya no lo escucho tanto como antes. Pero cada vez que lo hago, suena mejor. ¡Y a medida que Bird toca mejor, yo toco mejor! En realidad, el jazz mejora cada día”, añade entre risas. De modo que cuando Lennie Niehaus, saxofonista y arreglista de la Costa Oeste, le ofreció en 1988 participar en la banda sonora de Bird no lo dudó. “No me hizo falta imitarle. Toqué más a su manera de lo que acostumbro; con eso bastó”.

Antes de la epifanía parkeriana, el joven McPherson se había introducido en la primera adolescencia en los arcanos jazz a las puertas de un club de su barrio en el que tocaban algunos de los grandes de la escena de Detroit, como Barry Harris, Pepper Adams o los hermanos Jones (Thad, Hank y Elvin). “No me dejaban entrar por la edad, aunque a veces lograba colarme”, recuerda. En el descanso de un concierto conoció a su vecino Barry Harris, pianista 10 años mayor aún en activo a los 87. En casa de este empezó a aprender “armonía y teoría musical”.

A los “14 o 15” vio a Charlie Parker actuar en su ciudad. Incluso habló con él. “Era un hombre cálido, nada arrogante. Cuando al año o así un compañero de clase me dio la noticia de su muerte, me entristeció enormemente”. La influencia en su modo de tocar no desapareció con él. “Por suerte, no le seguí en la costumbre de tomar drogas, como muchos otros hicieron. Creían que si lo imitaban serían tan buenos como él, para disgusto, me consta, de Parker”, dice McPherson.

Como casi todos los saxofonistas altos de la época, nuestro hombre, ya mudado a Nueva York,  tierra prometida del jazz, tardó en lanzar su propia voz, en su caso, lírica y armónicamente compleja, más allá de la sombra del coloso. Su primera grabación fue en 1962 a las ordenes del contrabajista y compositor Charles Mingus. Como líder debutó dos años después con un disco de título inequívoco: Bebop Revisited (Prestige). “Mingus era un jefe muy autoritario, un autentico volcán, pero no puedo negar su gran influencia, sobre todo en mi manera de componer”.

En 1972 dejó el grupo tras una sucesión de memorables álbumes y giras para perseguir el sueño de su carrera en solitario. “La última vez que le vi fue en 1978, durante la grabación de un disco de homenaje de Joni Mitchell. Entonces Mingus estaba muy enfermo, no se podía mover sin la ayuda de una silla de ruedas. Al día siguiente de la grabación me fui a San Diego. Y Mingus viajó a México, donde siguió algún tipo de tratamiento de medicina alternativa que, desgraciadamente, no funcionó”.

McPherson apura el resto de su historia mientras guarda el saxofón para irse al Central. “A San Diego iba de visita, pero me quedé a vivir. Me casé, tuve cuatro hijos; la pequeña trabaja en una compañía de ballet de la ciudad para la que he compuesto una suite que se estrenará en mayo”.

Esta noche tocará una mezcla de composiciones propias, temas de Thelonious Monk y standards “como All the Things You Are, April in Paris o The Song is You”. Canciones que, aunque ha interpretado “decenas de miles de veces”, siempre consigue, como los realmente grandes del jazz, hacer sonar a nuevas.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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