Nick Waterhouse, cuando el éxito te lleva a la ruina
El músico estadounidense visita España para presentar 'Never Twice', su tercer disco
Cuando Nick Waterhouse (Santa Ana, Estados Unidos, 1986) llegó a Los Ángeles, tras lo que pensó que había sido una exitosa gira europea, descubrió que estaba arruinado y endeudado. "Con cada visita a Europa he perdido dinero", apunta el músico desde California, a las puertas de un nuevo viaje a Europa para presentar Never Twice, su tercer y mejor trabajo desde su debut en 2012. Tras cancelar el alquiler de su piso, Waterhouse pasó un tiempo viviendo en casas de amigos mientras preparaba su nuevo disco tirando del dinero obtenido por el uso de uno de sus primeros temas en un anuncio de un coche. "Eso me permitió vivir, pagar deudas y volver al estudio", relata con sinceridad. "Es algo que me ha dado libertad para trabajar", añade. Los tiempos en los que un buen disco y una extensa gira garantizaban unos notables ingresos quedan lejos. Girar con una gran banda no sale a cuenta. "Todos me dicen que cambie de formato, incluso que gire solo, pero no soy un poeta y no creo que eso sea lo que la gente quiere ver", argumenta este músico que en el último lustro ha editado tres grandes álbumes y que tocará en Barcelona el 6 de febrero y en Madrid el 7.
El regreso a casa tras aquella engañosa gira supuso una decepción, pero también fue el punto de partida de su siguiente aventura, una aventura guiada por la música. "Tengo claro que esto no lo hago por dinero y que quiero que mis discos y mis conciertos suenen como tienen que sonar", defiende el estadounidense, que lucha contra lo que llama la Gran Depresión del mundo de la cultura. "No hay dinero para pagar las cosas”, señala. “Pensé que todo iría mejor con el tiempo, pero aunque te vaya bien resulta difícil", añade. Todo esto se suma a una época complicada para el músico en la que estuvo "enfermo y jodido", "bebiendo demasiado y durmiendo poco". Por eso al futuro le pide salud y algo de suerte. Del trabajo ya se encarga él. Y trabajar es lo que lleva haciendo desde su debut en 2012 con el sorprendente Time is All Gone.
Aquel fue el primer paso de este joven con pinta de haberse criado en los años cincuenta, con su peinado clásico y sus gafas a lo Buddy Holly, que desde aquel gran disco no ha parado de avanzar con paso firme. Waterhouse aprendió a tocar de niño, luego se empapó de la historia musical trabajando en una tienda de discos, más tarde se lanzó a cantar y luego a producir y por el camino ha aprendido a gestionar a un grupo. "No era mi intención hacer tantas cosas, las hago porque nadie las ha hecho por mí, he sido un autodidacta forzado, o lo hacía yo o no salía", explica quitándose importancia. Pero todo esto se ha terminado plasmando en su música. "Es la manera de aprender, buscar situaciones nuevas que te hagan crecer", añade.
En este agitado viaje, Waterhouse ha aprendido a creer en sus instintos, aunque falle, aunque la gente le señale otros caminos menos complicados. "Podría trabajar en Starbucks en lugar de pelear contra todo, pero aposté por esto", admite el cantante, que aspira a vislumbrar un futuro sin agobios. Su carrera le preocupa menos, señala, confía en lo que hace y la mejor prueba son sus discos, la forma en la que han ido creciendo con cada entrega hasta esta fabulosa última joya, un álbum intenso, variado estilísticamente y cargado de buenas canciones. Quizá el arte brota con mayor fuerza cuando te lo juegas todo, cuando las canciones que escribes en el sofá de un amigo van a determinar si vas a seguir muchas noches durmiendo en ese salón. De eso sabe mucho este joven, uno de los grandes talentos de su generación, un tipo que revisa el soul y el rhythm and blues de los años cincuenta y sesenta dándole un nuevo enfoque y que acepta sin lamentos que los tiempos han cambiado, que ya no solo valen las grandes canciones. Aunque a él le sobren. "Al margen de todo, me encanta lo que hago y eso es lo importante. Hacer cosas en las que creas", concluye.
Aplaudido productor
Al margen de su trabajo como cantante, el músico californiano se ha hecho un hueco también como productor. El mismo año de su debut, en 2012, se encargó de producir el primer álbum de Allah-Las, donde toca Matt Correia, batería de la banda. Desde entonces sus carreras han ido a la par y sus distintos lanzamientos han ido coincidiendo en las tiendas. "Matt es un viejo amigo, le conocí el primer día de instituto cuando teníamos 18 años y hemos pasado la adolescencia juntos", explica el cantante. En 2014 invitó a su amigo a tocar en Holly y volvió a ponerse a los mandos del segundo álbum de Allah-Las, Worship the Sun (2014). Su labor como productor ha recibido el aplauso de la crítica y es algo que Waterhouse disfruta y que quiere volver a hacer aunque reconoce que es necesario que haya química con la banda que lo contrate.
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