Una revolución incolora
La Rusia oficial conmemora el “golpe de Estado de octubre” evitando celebrarlo
Rusia se dispone a recordar el centenario de la revolución de 1917, y sus dirigentes quisieran que este aniversario histórico discurriera en un ambiente de unidad y sin reabrir heridas ni profundizar en exceso en un tema que divide aún profundamente a los ciudadanos maduros y afecta al mismo Estado en tanto que heredero de la Unión Soviética.
El presidente Vladímir Putin dio “luz verde” a las conmemoraciones oficiales el pasado 19 de diciembre, fecha en la que firmó una disposición en la cual encargaba a la Sociedad Rusa de Historia (SRH) la formación de un comité organizativo del centenario. El presidente ruso recomendó además a las administraciones regionales y municipales y a todos los interesados que participaran en las conmemoraciones. Dicho comité se reunió por primera vez el lunes de esta semana, día 23 de enero, en Moscú en presencia de Serguéi Narishkin, que, además de ser el presidente de la SRH, es desde el pasado otoño el jefe del Servicio de Espionaje Exterior. El comité está formado por 63 personas, entre ellas historiadores y jefes de distintas instituciones relacionadas con la historia, responsables de archivos y museos, periodistas y propagandistas. En el variopinto conjunto están el cineasta Nikita Mijailkov, el director de la agencia informativa Rusia Hoy, Dmitri Kiseliov (afectado por las sanciones occidentales tras la anexión de Crimea) y Margarita Simonian, jefa del canal de televisión estatal Russia Today (que emite propaganda en diversos idiomas), intelectuales liberales como Olga Sviblova, directora del Museo de Arte Multimedia, o un responsable de la Iglesia ortodoxa rusa, Vladímir Legoida.
El aniversario, tal como el Estado ruso quiere celebrarlo, no es un acontecimiento puntual, sino un proceso que va desde la revolución de febrero de 1917 a la de octubre del mismo año, y prosigue hasta el fin de la guerra civil en 1922. En lo que a los sucesos de octubre (noviembre en el calendario actual) se refiere, la terminología que se impone cada vez más es la de “golpe de Estado de octubre”, aunque los anuncios oficiales evitan a menudo tener que pronunciarse y por eso la expresión “centenario de la revolución de 1917” resulta cómoda para evitar enfrentamientos con el electorado del Partido Comunista de Rusia.
Uno de los dolores de cabeza de las autoridades rusas de cara al centenario es cómo celebrarlo dejando al mismo tiempo bien claro que no se quiere fomentar ninguna tendencia revolucionaria, sino todo lo contrario. “En muchos países se importan en los últimos años las llamadas tecnologías revolucionarias y otras ‘revoluciones de colores’ que siempre dejan tras sí sangre, muerte de ciudadanos, destrucción y desgracia para los países que fueron víctimas de semejantes experimentos”, manifestó Narishkin en la sesión inaugural del comité de organización. Las concepciones políticas del Kremlin, según el cual EE UU ha fomentado la revolución en Ucrania, Rusia y otros países, figuraron en el discurso del alto funcionario, quien invocó la “memoria genética del pueblo ruso” para subrayar el “colosal precio de la revolución”. “La historia de la Revolución Rusa paulatinamente deja de dividir y enfrentar a los ciudadanos y nosotros debemos apoyar esa tendencia y crear las condiciones necesarias para reflexionar sobre las lecciones históricas de aquellos acontecimientos de hace un siglo”. “Hay que recordar sin pasiones a los vencedores y a las víctimas, porque tanto los unos como los otros tenían su verdad”, afirmó Narishkin. “Ese enfoque objetivo y delicado”, dijo, “nos permitirá reforzar los valores de unidad y solidaridad ciudadana y ampliar la capacidad de la sociedad para resolver de forma pacífica los conflictos y contradicciones”.
Llama la atención la publicación de materiales para los turistas chinos, que muestran gran interés por la memoria de la URSS
Los turistas que visiten Rusia este año encontrarán abundantes rutas y souvenirs dedicados a la revolución. Llama la atención el reforzamiento y la publicación de materiales en chino, pues los turistas de esa nacionalidad han demostrado en los últimos años un gran interés por la memoria de la URSS. En San Petersburgo, cuna de la revolución, el Museo del Ermitage —en el pasado palacio de Invierno o residencia oficial de los zares— se dispone a organizar en la plaza del palacio una reconstrucción de vídeo 3D del asalto sufrido en octubre de 1917. El director del museo, Mijaíl Piotrovski, ha manifestado su intención de exponer un retrato del decimonónico zar Alejandro II, que fue atravesado por las bayonetas durante aquellos acontecimientos.
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