La nueva historia y la historia nueva
Un monumental tratado sobre las culturas políticas en España y América Latina analiza la correspondencia de ideas entre las dos orillas
La historia política no gozó de demasiada buena prensa en el mundo académico europeo y americano, con algunas lógicas excepciones, en buena parte del siglo XX. España, en concreto, fue un ejemplo de ello. Las cortapisas de unas aproximaciones que se limitaban a las estructuras políticas, la esfera institucional y los discursos explícitos, junto con las críticas combinadas de la Escuela de los Annales y del marxismo, convirtieron a la historia política en sospechosa entre las décadas de 1920 y de 1970. Sospechosa de anticuada yévénementielle para Marc Bloch, Lucien Febvre y sus seguidores, aunque a veces se ha confundido su posición como contraria a toda historia política y no como opuesta al tipo de historia que se hacía a principios de siglo, esto es, historia simplemente política — de hecho, Bloch escribió dos excelentes libros de este género, como son Los reyes taumaturgos y La extraña derrota—. Sospechosa de conservadora y superficial para el marxismo, ya que obviaba la primacía y determinación de la infraestructura sobre la superestructura.
Las cosas cambiaron sustancialmente en la década de 1980, aunque puedan encontrarse ya indicios de la transformación en los años anteriores. No se trata de un simple “retorno”, sino que las maneras de hacer historia política se alejan entonces en muchos aspectos de las antiguas. Ésta se interesa, en primer lugar, por la política y por lo político, integrando tanto las ideas como las prácticas, las realidades y los imaginarios, los aspectos sociales y los culturales. Lo cultural, en particular, adquiere un papel fundamental, aunque sin caer en la tentación culturalista. Algunas experiencias de los decenios precedentes no se echaron en saco roto, en especial las del marxismo británico (Hobsbawm, Williams, Thompson), la microhistoria (Ginzburg, Levi) o una parte de los terceros Annales (Furet, Chartier e, incluso, sin ser declaradamente annalista, Agulhon). En segundo lugar, la historia política dialoga fecundamente con la ciencia política, la sociología, la lingüística, la antropología o la psicología social. Existe, finalmente, una clara voluntad de aproximarse a los verdaderos protagonistas de la historia, esto es, los individuos, a los que se trata de devolver una presencia y una voz que habían perdido en demasía a lo largo del siglo XX. En esta línea se han recuperado o introducido nuevos objetos y nuevas categorías en el análisis histórico, desde las sociabilidades a las culturas políticas, sin olvidar lenguajes o conceptos.
La cultura política se refiere a representaciones culturales compartidas o a discursos a los que los ciudadanos se ven supeditados
El estudio de las culturas políticas, en concreto, ha tenido en los últimos tiempos un desarrollo muy destacado, tanto si las entendemos como concepto analítico o como simple designación de un campo de trabajo. Mientras que los politólogos se ocupan de las culturas políticas desde mediados del siglo XX —inicialmente gracias a las aportaciones de Almond y Verba, en la onda del funcionalismo parsoniano—, los historiadores no empezaron a preocuparse por la cuestión hasta la década de 1970 y, especialmente, en la siguiente. El concepto de cultura política, que bebe del desarrollado en otras disciplinas afines y ha contribuido decisivamente a la renovación de la historia política, ha sido usado de maneras distintas. Destacan, en especial, un par de ellas: como sistema de representaciones culturales compartidas, que contienen una visión global del mundo y su evolución, el lugar que el hombre ocupa en él y la naturaleza de los problemas del poder (Berstein, Sirinelli); o bien como discurso o mediación discursiva, en tanto que una suerte de lógica o de sentido común implícitos al que los sujetos se ven inconscientemente supeditados (Baker, Vernon, Sommers).
Hace unos pocos meses vieron la luz las dos últimas entregas de un ambicioso e interesante proyecto de estudio de las culturas políticas en España y América Latina en la época contemporánea, coordinado por Manuel Pérez Ledesma e Ismael Saz y publicado, en media docena de volúmenes, por las editoriales Marcial Pons y Prensas de la Universidad de Zaragoza. Los cuatro primeros están dedicados a las culturas políticas en España entre la guerra de la Independencia y los inicios de la segunda década de nuestro siglo: La creación de las culturas políticas modernas, 1808-1833 (Cabrera-Pro), La España liberal, 1833-1874 (Romeo-Sierra), La Restauración y la República, 1874-1936 (Forcadell-Suárez Cortina) y Del franquismo a la democracia, 1936-2013 (Pérez Ledesma-Saz).
Estamos ante una meritoria e importante propuesta para hacer más comprensible e inteligible la historia política de la España y la América Latina contemporáneas
En total, 49 aportaciones a cargo de algunos de los mejores especialistas en la historia contemporánea española. Los volúmenes quinto y sexto contienen 27 trabajos centrados en América Latina: entre 1810 y 1930, a cargo de Tabanera y Bonaudo, y entre 1930 y 2012, coordinado por Casaús y Macleod. Haber incorporado el espacio latinoamericano en un producto pensado desde España es, sin duda, de agradecer y va en la línea de considerar impensable e incomprensible el caso español sin un marco euroamericano. Sin embargo, un par de cuestiones frenan un poco esos encomiables propósitos: la falta de interacción entre los trabajos dedicados a una y otra orilla del Atlántico y la necesidad de embutir la reflexión sobre América Latina en dos tomos, que obliga a un tratamiento de escala sensiblemente diferente al dedicado al caso hispánico. A pesar de la crítica, la obra va en el buen camino.
En las distintas contribuciones no se utiliza un único concepto de cultura política, y en algunas encontramos ecos de definiciones dispares. Se ha optado por una aproximación no exclusiva y algo ecléctica, lo que enriquece el conjunto. Quizás resulte útil leer, como complemento, un libro de 2010: Culturas políticas: teoría e historia, editado por el ya citado Pérez Ledesma y María Sierra. Les recomiendo sobre todo el largo artículo de Miguel Ángel Cabrera. A todos los historiadores de referencia en este campo que ya he citado, es imprescindible añadir el de François-Xavier Guerra, que emerge permanentemente en los trabajos dedicados a América Latina, pero también a los centrados en la España de principios del siglo XIX. Estamos, en conclusión, ante una meritoria e importante propuesta para hacer más comprensible e inteligible la historia política —pero también cultural y social— de la España y la América Latina contemporáneas. No es una nueva historia, pero tiene mucho de historia nueva.
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Autor: Manuel Pérez Ledesma e Ismael Saz
Editorial: Marcial Pons-Prensas de la Universidad de Zaragoza
Formato: tapa blanda (248 páginas).
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