Manuel B. Cossío, para enseñar y para aprender el mundo
Una exposición recorre el legado del revolucionario pedagogo
Los intentos de organizar cursos universitarios ajenos al canon oficial no acababan de prosperar, así que decidieron dar la vuelta al plan y emprender su revolución educativa desde abajo, con un pionero parvulario que abrió sus puertas en el madrileño paseo del Obelisco (hoy paseo del General Martínez Campos) a finales del siglo XIX. Allí residía el catedrático rebelde,Francisco Giner de los Ríos, cabeza y alma del proyecto de la Institución Libre de Enseñanza, y su discípulo y sucesor al frente de la Institución, Manuel Bartolomé Cossío, con su familia.
En esa misma sede, un siglo después de la creación de la Fundación Giner de los Ríos y en plena negociación parlamentaria sobre el futuro de la LOMCE y las polémicas reválidas, se inauguró la pasada semana la exposición El arte de saber ver. Manuel B. Cossío, La Institución Libre de Enseñanza y El Greco, que hasta el 23 de abril recorre el impacto que tuvo el trabajo del sucesor de Giner, figura esencial en la modernización de la educación en España y en la introducción de la Historia del Arte en el currículum.
Hablar de Manuel Bartolomé Cossío (Haro, 1857-Madrid, 1935) es hablar de El Greco, pintor a quien logró situar dentro el canon con un exhaustivo estudio de su obra, y es hablar también de Toledo, la ciudad donde se asentó el artista griego y en la que varios siglos después los intelectuales del 98 y de la generación del 27 encontraron una veta esencial de la cultura española.
Itinerario intelectual
Este es el itinerario intelectual que plantea la exposición sobre el revolucionario pedagogo. Escribió Juan Ramón Jiménez en el poema que le dedicó: “Pocos hombres me han parecido tan paisaje”. El que describe esta muestra —comisariada por Salvador Guerrero— incluye, procedentes de museos y colecciones privadas, cuadros de El Greco, Sorolla —buen amigo de Cossío— o Benjamín Palencia, esculturas, fotografías —de la visita de Albert Einstein a Toledo o del Museo Ambulante, proyecto en el que Cossío estuvo muy involucrado—, abundante material bibliográfico y audiovisual, dibujos, notas, cartas, tejidos e incluso cerámicas, que atestiguan la reivindicación que el pedagogo y su círculo hicieron del arte popular.
Sostuvo Cossío que “el mundo entero debe ser, desde el primer instante, objeto de atención y materia de aprendizaje para el niño”. Lo escribió en un artículo de 1879 en defensa de la pedagogía moderna, y del que la muestra toma su título prestado ese “arte de saber ver” que vinculaba el goce estético y el imperativo ético, al proceso de conocimiento: belleza y ética debían ser el sólido núcleo de la enseñanza. Ese año, Cossío cursa estudios en la Universidad de Bolonia y emprende el primero de sus viajes europeos, cuyo rastro documental recorre la muestra. Pero más allá de la educación, su gran legado fue su trabajo en torno a El Greco: analizó unas 500 obras del maestro, incorporando al catálogo piezas como la Orden de la Camáldula, presente en la exposición. Según Américo Castro era Cossío “alma sensible, apta para reflejar bellezas”.
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