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Muere Sharon Jones, una fiera del soul contemporáneo

La cantante, que revitalizó el género desde Daptone Records, fallece a los 60 años

Fernando Navarro
Sharon Jones, en una imagen de 2014.
Sharon Jones, en una imagen de 2014.

La fiera ha dejado de rugir con su arrebatadora voz y su incansable contoneo corporal. Sharon Jones murió el viernes 18 de noviembre a los 60 años a causa del cáncer de páncreas que le diagnosticaron en 2013 y por el que tuvo que detener durante una larga temporada su carrera. Según el comunicado de su discográfica Daptone Records: “Sharon estaba rodeada de los suyos en el momento de irse, incluida de su banda los Dap-Kings”.

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Nacida en Augusta, en Georgia, en el seno de una familia pobre, la vocalista era fiel representante del soul de raíces, un sonido eufórico y vitalista que bebía del glorioso pasado del género de Aretha Franklin y Otis Redding en su irrepetible desarrollo entre las décadas de los sesenta y los setenta. De hecho, quedó alucinada al ver a James Brown en los sesenta bailando y cantando en una calle de Augusta. Pero su vida quedaría ligada a Nueva York, donde, siendo adolescente, se mudó con su madre y conoció de primera mano en un barrio segregado en Brooklyn las temáticas fundamentales del género, como la discriminación racial, la falta de oportunidades o la lucha cotidiana por sentirse persona en una sociedad que le da la espalda.

Como ese cáncer contra el que peleó de forma admirable durante tres años, “en una batalla épica” según Daptone Records, Jones se pasó toda su vida peleando por alcanzar su sueño de dedicarse a la música. Trabajó durante años como funcionaria en una cárcel del Estado de Nueva York hasta que, cercano al medio siglo de vida, esta pequeña pero enérgica cantante publicó su primer disco en 2002. En Dap Dippin’ with Sharon Jones and the Dap-Kings se mostraban ya las claves clásicas de las que hacía uso a partir de su poderoso timbre. Su estilo pecaba de retro, pero pronto encontraría su propio modo para distinguirse de ser una copia de sus referencias.

Fue en su tercer álbum, 100 Days, 100 Nigths, publicado en 2007, cuando Jones ya despuntó como una artista a tener en cuenta en plena atención mediática por el soul gracias al estrellato de Amy Winehouse, quien grabó ese mismo año su imparable Back to black con muchos de los Dap-Kings, que arropaban desde el primer día a Sharon Jones como la mejor embajadora del sonido de Daptone Records, la nueva casa del soul norteamericano. Como antes lo fueron Stax en Memphis o Motown en Detroit, esta discográfica neoyorquina fundada por Gabriel Roth y Suiza Neal, guitarrista de los Dap-Kings, se ha consolidado como un gran referente sonoro de la música afroamericana actual con tintes clásicos. Sharon Jones fue tal vez la primera voz, que con su fuerza natural parecía salida de otra época, se abrió camino, pero en Daptone también están otros veteranos con un admirable ímpetu juvenil como Charles Bradley, Lee Fields o Naomi Shelton.

En España se supo de Jones, sobre todo, con la publicación en 2010 del sobresaliente I Learned the Hard Way, en el que se desplegaba un ritmo adictivo e incidía en rastrear los surcos bailables del funk o el ceremonioso sonido Filadelfia. La misma senda seguiría Give the People What They Want, editado en 2014. A sus canciones de un soul majestuoso se sumaban sus abrasivos directos. Sobre el escenario y con la viva imagen en la cabeza de aquella vez que quedó fascinada por James Brown, Jones era pundonor, un auténtico recreo de emociones. Rugía, taconeaba, susurraba, sudaba y se balanceaba electrizantemente en un asombroso derroche físico, incluso cuando había quedado muy débil del cáncer diagnosticado, un año antes de publicar Give the People What They Want, su último disco en estudio.

En conversación con este periódico, la cantante, a punto de romper en lágrimas, reconoció el sufrimiento que le acompañó durante el duro tratamiento para luchar contra la enfermedad. “Fue horrible. Era muy agresivo. En tres semanas, era otra persona”, decía. Y habló al detalle de todos los miedos que la acechaban por si podría otra vez a ser la misma artista vitalista sobre un escenario. Lo fue. Regresó con otro gran disco, la cabeza rapada y la mirada orgullosa y pletórica. Según sus palabras, quedarse en casa, como la aconsejaban los médicos, era morir en vida. “La música es mi felicidad, es mi alegría”, afirmó. “Cuando te centras en ella, tu espíritu y tu cuerpo entran en comunión”. Sharon Jones, de la que se ha grabado un documental sobre su vida y carrera que ahora se antoja de visionado obligatorio para medir el fabuloso peso vital de esta artista, era comunión con el soul. “Llámalo música del corazón”, decía. Allí es donde Sharon Jones será siempre recordada.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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