Acicate Rigola para los Teatros del Canal
El nuevo codirector de la institución madrileña estrena despacho y escenarios
Ha ocupado su despacho esta semana y ya le han preguntado unas cuantas veces por el pequeño alboroto que causó su designación directa en julio. Está en fase de reconocimiento: desde la del laberíntico teatro y las 136 personas que trabajan en él, hasta de la ciudad. Àlex Rigola (Barcelona, 1969), heredero de Albert Boadella, es un explorador y un mutante: necesita moverse y remover, que su entorno cambie y se nutra de diversidad. Lleva en ello más de dos décadas, como actor y director: lo hizo al frente del Lliure (2003-2011) y de la sección de teatro de la Bienal de Venecia (2010-2016).
Ahora llega a Madrid para una nueva andanza de la que se enamoró desde un apartamento en Padua. Rigola lo hará junto a Natalia Álvarez, con la que comparte despacho para una dirección que no es bicéfala sino conjunta: la Sala Verde para él, la Sala Roja para ella, la Negra y experimental para ambos. Encantado pero todavía sin claves, habla en la sala de prensa de su nuevo hogar profesional: “Va a ser un aprendizaje largo, mi primera temporada será en 2017 y hasta la semana que viene no me reúno con Albert”. Sí pronuncia la palabra “artesanal”. Producir arte desde todas las perspectivas: la del director, la de los actores, pero también desde la dirección y la gestión.
“Lo más importante de un espacio público es conocer el ecosistema cultural del territorio, y no entorpecer la labor de lo privado. Asegurar un equilibrio cultural para crear una democracia cultural en la que todos satisfagan su sensibilidad escénica”. Sin límites. Parte de la emoción de las artes escénicas, según este catalán de altura imponente, es no tener todo el control sobre lo que estás viendo. “Dejarme llevar, entrar o no en la historia, pero probar la aventura, aunque sea para un rato”.
Se ha dicho de él que es un eficiente gestor, un excelente conocedor del teatro europeo y uno de sus directores más innovadores. Rigola asegura llevar esto con un cierto grado de inconsciencia. “Capacidad de reacción, quizás. Y apertura. Aunque nunca de forma tan radical como para que lo nuevo no pueda ser aceptado”. Es conocida su capacidad de sinergia y de renovar y hacer explosionar cada texto o lugar que toca. “Los espectáculos internacionales son fundamentales, provocan dos cosas importantísimas: la enseñanza a tus compañeros de las artes y al público, y que eso los hace más exigentes”.
Con estas ideas, generales pero definitorias, el director teatral hace frente a esta nueva etapa que empezó con una llamada de Jaime de los Santos, director general de Promoción Cultural de Madrid. "Yo ya no necesito un equipamiento para sobrevivir como artista. Esto tiene que ver con la ilusión y con el apoyo económico y artístico desde el minuto uno". Asegura que sin restricciones ni obstáculos, y a pesar del revuelo de su designación directa. "Los concursos son solo una forma de decidir. Los cargos son políticos y hay responsabilidad con la cultura y el ciudadano. Lo mejor es que haya una relación muy cercana con la persona que eliges". No tiene alergia a los concursos, pero sabe que si hoy se sienta ahí es precisamente porque esa no fue la manera: "Fue porque se me abrió la posibilidad de dialogar, y no de examinarme". Habla de la suerte que supone no necesitar un trabajo, pero querer, y desear, hacerlo.
Babelia
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