Stephen Shore, día a día con Warhol
Durante dos años el fotógrafo fue un asiduo de la Factory. Un libro incluye imágenes inéditas de aquel momento icónico de la historia del arte
Se conocieron durante un pase de películas experimentales, en el Mekas´ Film Makers´ Coop. Stephen Shore (Nueva York, 1947), era entonces un joven de diecisiete años que harto de estudiar se dedicaba a hacer cortos en 16 mm y concurría con Elevator, Andy Warhol, con The Life of Juanita Castro. Warhol, era ya un habitual dentro de la escena cultural neoyorquina de mediados de los sesenta, pero la Factory, su estudio, seguía siendo un enigma que alimentaba la imaginación del público en general. Solo aquellos elegidos a formar parte de su corte tenían acceso. Shore se convirtió en uno ellos; su manera de mirar el mundo cambió.
Durante casi dos años, Shore visitó casi a diario la Factory, lugar que algunos no han dudado en considerar como núcleo central de la escena artística del Nueva York de los 60. Fotografió a esa tribu de músicos, escritores, actores y pintores que se reunían en el quinto piso del 231 del East 47th Street atraídos por la figura de Warhol. The Velvet Underground, Nico, Edie Sedgwick, Billy Name, u otros más ajenos al lugar como Yoko Ono, Marcel Duchamp o Allen Ginsberg no pudieron resistirse al tirón warholiano y fueron el objetivo de la cándida mirada del fotógrafo. Factory: Andy Warhol publicado por Phaidon Press recopila estos momentos. Se trata de una ampliación del primer libro que dedicó el fotógrafo al tema, The Velvet Years: Warhol’s Factory 1965–67, e incluye nuevas fotografías y hojas de contactos inéditas. Las fotografías están acompañadas de textos escritos frecuentemente con nostalgia por algunos de los asiduos al estudio resaltando la excepcionalidad del momento que vivieron.
No debió de resultar difícil para Shore encandilar a Warhol. A sus catorce años había conseguido que Edward Steichen, ya anciano y al frente del departamento de fotografía del MoMA, le comprase tres de sus fotografías. Al año siguiente John Szarkowski, sucesor de Steichen, le compró dos más. El camino resultaba llano para este fotógrafo que llegaría a ser, en 1971, el primer fotógrafo vivo a quien el Metropolitan Museum le dedicase una exposición individual, tras revolucionar la fotografía con el uso del color (junto con Joel Meyerowitz y William Eggleston).
“Si no tienes nada que hacer aquí, por favor no vengas”, leía un cartel a la entrada del estudio “Andy trabajaba todo el tiempo. Había gente ayudándole como Gerard Malanga, que se implicaba activamente en la producción de serigrafías, cualquiera que fuera el proyecto. Otros simplemente llegaban y andaban por ahí. Recuerdo estar impresionado, desfavorablemente, con alguno de ellos. Se pasaban horas sentados en una silla o en un sofá sin hacer nada, esperando a que cayese la tarde para irnos de fiesta”, escribe el fotógrafo en el libro. Pero a la larga este trajín de personas a su alrededor parecía no incomodar seriamente al pintor, quien para paliar su aparente inseguridad no dejaba de pedirles opinión sobre esto o aquello, sobre un color o una forma. “Cualquier cosa con tal de mantener el remolino a su alrededor”, señala Shore.
“Nunca no sentimos nerviosos por la presencia de Stephen, ni incomodados por su cámara... sus imágenes captan a la perfección el ambiente revulsivo de la Factory; son intensamente evocadoras… Mirándolas vuelvo a oír la risa de Edie, el olor de las pinturas de Andy y vuelvo a sentir algunas de aquellas emociones. En una de las imágenes tengo una sonrisa radiante. La miro de vez en cuando y me pregunto si volveré a ser tan feliz alguna vez”, escribe Edmund Hennessy, uno de los asiduos.
Las fotografías muestran el ambiente del estudio y a sus protagonistas tal y como Shore los percibía. No existía ninguna intención de documentar el momento sino de expresar su punto de vista. De experimentar con la cámara, observando lo que era nuevo para él. “Representan a la 'Vieja Factory', tal y como se la conocía. Ese periodo fértil anterior al intento de asesinato de Warhol por parte de Valerie Solanas. Le disparó justo el día antes del asesinato de Robert. F Kennedy. Pero después de que Warhol estuviera a punto de morir, la Factory cambió por completo”, escribe Lynne Tillman.
Fue al finalizar esta serie de fotografías cuando Shore abandonó definitivamente el blanco y negro. No sería hasta el 2000 cuando los críticos comenzaron a asociar la estética de Shore con Warhol. Su mirada mundana y desmitificadora podía tener sus raíces en aquellos días que pasó en la Factory. Lo mismo que su decisión en decantarse por la fotografía en color, hasta entonces denigrada por los artistas y asociada solamente al uso comercial y a los procesos seriados de reproducción de imágenes.
“La osadía de Warhol, su conocimiento del arte, junto con su rechazo por las convenciones artísticas, influyo poderosamente en el joven Shore. Warhol se había cuestionado qué era valioso; qué tenía calidad; qué podía ser arte... En su primera etapa como fotógrafo Shore publicó una serie de postales, Greetings from Amarillo: Tall in Texas que distribuía al azar. Haciendo uso de la fotografía vernacular, Shore iba en contra de lo establecido, no era el tipo de fotografía considerada apta para las galerías. Shore enfatizaba los lugares comunes, elevaba lo ordinario, observado lo extraordinario. En ello había un gesto warholiano”, escribe Lynne Tillman
Viendo trabajar a Warhol Shore comenzó a darse cuenta de lo que suponía tomar decisiones estéticas. Eso fue la lección más importante que aprendió, al tiempo que comenzó a plantearse la incorporación de las imágenes seriadas en sus proyectos fotográficos. “Al final de mis días en la Factory, pude comprobar que el simple hecho de haber conocido y observado a Andy me habían hecho pensar de forma diferente acerca de mi función como artista. Me volví más consciente de lo que estaba haciendo”, recuerda Shore.
Las imágenes de Shore representan un momento icónico de la historia del arte. La Factory no admite réplica, solamente Warhol pudo hacer que fuera posible.
Factory: Andy Warhol. Phaidon Press. 49,95 Euros
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