Los lazos comunes de la literatura neerlandesa
Holanda y Flandes presentan la fortaleza de su industria creativa como invitadas especiales en el mayor escaparate mundial del libro
El canto a los beneficios de la colaboración entre Holanda y Flandes, invitadas especiales de la Feria del Libro de Fráncfort (19-23 de octubre), envuelve las conversaciones a ambos lados del territorio europeo de la lengua neerlandesa: los Países Bajos y la Región Flamenca de Bélgica, sus respectivos nombres oficiales. En 1993, su primera e histórica cita ferial figuró de forma prominente la historia compartida y los grandes temas del pasado, desde la era colonial a las guerras mundiales, pasando por el poso del calvinismo en el norte, y el catolicismo en el sur. Esta vez, sus respectivas Fundaciones para la Literatura esperan mostrar una nueva generación de autores que abordan los retos actuales de la integración, las limitaciones de la inmigración y dificultades del arraigo, o la precariedad de los lazos familiares. Las demandas de una sociedad en movimiento y negociación casi permanente, que busca su lugar sin arrinconar a sus colegas mayores, y exitosos, como Harry Mulisch o Cees Nooteboom. “Esto es lo que compartimos”, es el lema que arropará a un centenar de escritores, y unas 300 traducciones al alemán, dispuestas en 2.300 metros cuadrados.
La pregunta obligada ante una lengua hablada también en Surinam, antigua colonia de los holandeses al norte de América del Sur, y en las islas caribeñas Aruba, Curaçao y San Martín, por igual motivo, se refiere a las diferencias reflejadas en su literatura. Teniendo en cuenta que, al menos entre holandeses y flamencos, su uso se puede comparar al español de España y el de Latinoamérica, “en los temas literarios podemos hablar de voces individuales, más que de temas diferentes”, señala Bas Pauw, director del proyecto de la Feria de Fráncfort en la Fundación holandesa para la Literatura. “El trauma de la I Guerra Mundial se refleja más en la literatura flamenca que en la holandesa, porque entonces nuestro país era neutral. Por el contrario, la invasión nazi en 1940 marcó a los autores holandeses posteriores a la contienda. Y tal vez el uso flamenco del neerlandés sea algo más barroco, con más imágenes, si se quiere. El de los holandeses tiende a ser directo y algo seco. Pero de los cambios sociales que experimentamos no se escapa ninguno de sus libros”, dice.
En una lista rápida, menciona a los holandeses Arnon Grunberg, responsable de Tirza, que novela la obsesión paterna por una hija, y a Herman Koch, que ha visto traducida a una veintena de lenguas La cena. Ambas han sido llevadas al cine, y en el segundo caso, “el hecho de que el escritor estadounidense de novelas de terror Stephen King dijera que era ‘su autor favorito’ ha resultado muy beneficioso”. Como muestra de que la cooperación camino de Fráncfort ha sido auténtica, Pauw destaca a su vez al belga Tom Lanoye. Novelista, dramaturgo, ensayista y poeta traducido a una decena de lenguas, cuyo relato de la muerte de su madre, Sprakeloos (sin palabras), se convirtió en un superventas. “Es curioso, porque la poesía, siempre difícil de vender, ha ido cambiando de piel”, sigue Pauw. “En las dos últimas décadas ha pasado del papel al teatro. Es una letra que se oye y eso cambia la naturaleza misma de la poesía. Así, mientras las ventas mantienen un equilibrio precario, florecen los festivales y lecturas poéticas. Y resulta que los poetas acaban ganándose así la vida, más que con la venta del libro”.
Los 24 millones del neerlandés
I. F. LA HAYA
-Perteneciente a la familia de las lenguas germánicas, el neerlandés es hablado por unos 24 millones de personas repartidas entre Países Bajos, la Región Flamenca de Bélgica, Surinam (antigua colonia al norte de América del Sur) y las islas caribeñas de Curaçao, Aruba y San Martin (también viejas colonias)
-Se habla a su vez en algunas partes de Alemania y el norte de Francia
-Las diferencias de vocabulario, modismos o acento son similares a las del español de España y Latinoamérica. Se usa el término unificador de neerlandés
-Al año, se publican unos 40.000 libros nuevos y hay más de 500 traducciones de literatura neerlandesa en el extranjero
-Hay traducciones del neerlandés en más de 40 lenguas
-La Unión de la Lengua Neerlandesa (Taalunie) fomenta la cooperación en toda la zona de hablantes, comparte el conocimiento, provee de una ortografía y gramática común y contribuye a la calidad de la enseñanza
-Países Bajos y Flandes, así nombrados, acudieron por primera vez en 1993 a la Feria del Libro de Fráncfort
-Un centenar de autores y cerca de 300 traducciones al alemán serán presentados en esta edición de 2016
FUENTE: Unión de la Lengua Neerlandesa (Taalunie) y las Fundaciones flamenca y holandesa para la Literatura
Si bien Alemania ha sido siempre el principal mercado de la literatura neerlandesa traducida, a las versiones en francés, inglés, español, turco y polaco se suman hoy las chinas. Allí, el volumen de una primera edición no se puede comparar con las occidentales. En Europa, autores como Nooteboom son una excepción, porque su enfoque filosófico atrae de siempre a los alemanes, y en España es muy conocido. Así que, dos décadas después de que Fráncfort le lanzara a las listas de los más vendidos, “el hecho de dividir a partes iguales el presupuesto de esta edición nos ha permitido montar un festival cultural que supera la presentación de un país o una región: es la buena salud del neerlandés lo que queremos mostrar, porque para ningún escritor es fácil ganarse la vida”, asegura Koen van Bockstal, director de la Fundación Flamenca para la Literatura. La crisis ha removido también este apartado del mundo editorial, y si antes “una traducción española te abría las puertas de Latinoamérica, ahora vemos que también desde allí se puede llegar adonde antes no alcanzábamos”.
Para Van Bockstal, “tal vez las preocupaciones actuales de nuestros autores se hayan adelantado algo a las de los holandeses en terrenos como el extremismo o la integración, pero piense que cada tres días se publica en el mundo un libro en el que el neerlandés tiene algo que ver”. “Sería una buena idea seguir colaborando, aunque ya no seamos, como este año, los invitados de honor. Así se mueven en Escandinavia, y aunque siempre hay competencia, nuestras fundaciones no son comerciales, y el esfuerzo común puede reforzar un mercado editorial que no crece como debiera. Con excepciones insólitas, eso sí. Las ventas en grandes cadenas, o en supermercados, van ahora mal, mientras que las librerías independientes salen adelante”. Van Bockstal cita de corrido nombres flamencos en el candelero, como Dimitri Verhulst, autor de Hotel Problemski, sobre los internos de centro de refugiados en Bélgica, traducido a una decena de lenguas y llevado al cine. A Stefan Hertmans, cuya obra Oorlog en terpentijn (guerra y trementina), sobre un “héroe anónimo en la I Guerra Mundial que soñaba con ser artista”, es lectura obligada en la secundaria. O bien Aline Sax, autora de libros infantiles y juveniles, que ha sido traducida al árabe y coreano y aborda temas históricos mimando las ilustraciones.
Si Alemania ha sido siempre el principal mercado, las obras neerlandesas se abren camino en China
La paridad se ha mantenido a rajatabla, y las autoras predominan en la novela gráfica. Es uno de los fuertes del lado flamenco, que lo considera literatura más que arte. Aquí destaca la colaboración de la ilustradora Judith Vanistendael y el escritor español Mark Bellido. Firman Mikel, la historia de un vendedor de chuches que se convierte en guardaespaldas de un diputado amenazado por ETA. La solapa advierte de que es “una historia verídica basada en la vida de Bellido”. Ninguno de ellos saldría adelante sin la labor de los traductores, mimados tanto a ambos lados. En Holanda, la Casa de los Traductores ofrece una habitación física (en Amberes está la flamenca) y un espacio de encuentro con autores y editores. “Traducir al alemán y sobre todo al inglés nos da visibilidad, pero nos preocupamos de que todas sean de calidad. Si no, un libro puede morir”, asegura Peter Bergsma, director del centro. Isabel-Clara Lorda Vidal, directora del Instituto Cervantes de Utrecht y traductora, entre otros, de Nooteboom y Mulisch, reconoce que “el interés puesto en nosotros es proverbial”. La Casa organiza talleres y seminarios, “y te sientes valorado por un mundo literario que se esfuerza por abrirse”.
En esta cita se mostrará a una nueva generación de autores que abordan retos como la inmigración, la integración y el desarraigo
Hay otro grupo de escritores que no precisa traducción, y aborda “los grandes temas de la vida” mencionados por Koen van Bockstal, pero su voz neerlandesa es singular. Son los autores de la diáspora y la sociedad multicultural. Algunos huyeron de su patria por motivos políticos, como Kader Abdolah, que llegó a Holanda escapado de Irán en 1988. Consagrado con su novela La casa de la mezquita, suele encabezar las listas de los más leídos. El autor e ilustrador de libros infantiles Thé Tjon-Khing, nacido en Java de familia chino-indonesia, acapara abundantes premios de su clase. Y Rodaan al Galidi, que huyó de Irak y aprendió holandés de forma autodidacta, ganó en 2011 el Premio de Literatura de la UE con El autista y la paloma mensajera. Otros aún retratan en primera persona la vida de los migrantes. Abdelkader Benali es holandés de origen marroquí y ha manifestado en público su desencanto por la fragilidad de la tolerancia europea. Nacido en India, Ernest van der Kwast, por su parte, se hizo famoso con su autobiografía Mama tandoori, un retrato hilarante a la vez que doloroso de su familia, de madre de India y padre holandés.
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