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Diego Vasallo dibuja su retrato a ritmo de baladas

El ex Duncan Dhu traza un autorretrato al calor de Elvis Presley y Tom Waits

Diego Vasallo posa en una calle de Malasaña.
Diego Vasallo posa en una calle de Malasaña.CLAUDIO ÁLVAREZ (EL PAÍS)

Caídas de ningún sitio, “como un sombrero viejo que se queda con uno para siempre”: así se gestaron las ocho Baladas para un autorretrato (Subterfuge) de Diego Vasallo. Canciones alumbradas en el estudio Moon River de Santander, nacidas al calor de las grabaciones de Elvis Presley para Sun Records, siempre actuales, y los discos magistrales de Tom Waits. Una producción que el donostiarra ha realizado mano a mano con Fernando Macaya, apenas diez días de grabación en los que no sabían qué se iban a encontrar, pero sí lo que buscaban: un sonido arenoso y sucio, “como troncos abandonados en la playa por la tormenta”. Por extraño que parezca, esas poderosas estampas visuales han dejado de ser madera, agua y arena para convertirse en melodías, música y voz.

Lejos de los parajes de su pasado en Duncan Dhu y de la experimentación sonora que practicó en Cabaret Pop, Vasallo reconoce que ya no siente esa necesidad de "buscar influencias distintas a nivel sonoro". "Me preocupa más dar con la canción rotunda que el ropaje que le ponga después”, sostiene. Encontró el camino en Canciones de amor desafinado junto al productor Suso Sáiz, y desde entonces sigue una senda poco transitada en el panorama nacional: austera en la instrumentación, rugosa en las formas y áspera en las voces. “Procuro que mis discos tengan una personalidad lo más propia posible, pero tampoco tengo un conocimiento tan extenso de lo que se hace aquí”, reconoce, al tiempo que se siente confortable en esa vía. "Aunque espero que no demasiado, porque cuando te sientes demasiado cómodo las cosas empiezan a descafeinarse”, añade.

Cada vez más interesado en los sonidos primitivos y crudos, el de este disco es “un tanto áspero, espeso, un poco pantanoso, con barro, un sonido roto, especial”, señala el compositor, aunque eso acompañe a “canciones con melodías más o menos claras, no son especialmente complicadas ni difíciles”. Lo ha conseguido huyendo de la formación estándar y rodeándose de guitarras, mandolinas y percusiones, en canciones minimalistas pero con múltiples matices que se filtran como la luz por las rendijas de una persiana. A ello han contribuido Toño López (percusión), Goyo Chiquito (contrabajo), Pablo Fernández (guitarra acústica, ukelele, piano y armonio) y el propio Macaya a las guitarras, mandolina, banjo y pedal steel, pero también varias colaboraciones especiales. Entre ellas, los acordeones de César Pop en Cada vez y los pianos de Quique González en El desconocido y el armonio de Mapas en el hielo: “Quique es un gran músico, tiene una aptitud natural para la música, yo me tengo que esforzar más”, admite.

Hace tiempo que Vasallo determinó cuales eran sus prioridades en la industria musical: “Ya no busco el estribillo perfecto, tarareable, ni los arreglos que potencien las melodías. Mis objetivos son la textura de la música, el grano, la profundidad… y construir algo con la mayor expresividad posible”. Entiende que tal vez sea costoso “para el oyente del pop rock, pero no lo veo tan marciano, es música que podría entrar dentro de una especie de folk rock de autor”. A pesar de la crudeza, hay luz en sus creaciones, y hasta un par de baladas folkies más limpias, como Todo lo bueno.

Los versos de Que todo se pare aluden a un pasado “podado a conciencia, dejando al presente crecer”: “Es cuando miras hacia atrás y te quedas con lo mejor”, aclara. Podría referirse a ello cuando alude a la resurrección puntual de Duncan Dhu: “El grupo suena como nunca, lo hemos disfrutado, pero no hay planes a corto plazo. Estamos muy inmersos en nuestras actividades, sería imposible tener una carrera continuada. Será un proyecto esporádico, para cuando tengamos ganas y tiempo”. Aún así, la coletilla de lo vivido le persigue en boca de otros: “Siempre se tira de tu pasado, siempre hay un punto de nostalgia y de revival. Cuesta más que tu obra actual se imponga, es un precio inevitable que pagamos los que venimos de grupos que tuvieron éxito”. Él lo lleva “con resignación. Intento que la sombra de Duncan aparezca lo menos posible”. Todos los sueños, también la música, son más bonitos cuando se persiguen que cuando se alcanzan: “El problema de los sueños cumplidos es que luego se convierten en realidad, y son más hermosos cuando son sueños. Muchas veces me he preguntado si no me equivoqué de profesión”, dice con una sonrisa.

Otras vertientes artísticas: Poemas y pinturas

El próximo 21 de octubre ven la luz el vinilo y el casete de este nuevo trabajo, pero también su otra vertiente artística: el libro de poemas y pinturas Al margen de los días (Harpo), en el que se incluirá también el cedé. Los textos poetizados son reflexiones cazadas al vuelo, que muchas veces le asaltan paseando o de viaje: "Cuando escribes de una manera libre surgen cosas que te pueden sorprender, pero forman parte de ti. Y a veces te puede llegar a asustar quién aparece". Mientras tanto, vive sin rumbo: "No sabemos hacia dónde vamos, aunque creamos saberlo la vida es un cúmulo de imprevistos, es un poco absurdo hacer planes. Lo perfecto sería acoplarnos a ese vaivén, y es lo que nos cuesta, por eso damos tantos tumbos". En ese deambular, sus letras nacen de su forma de mirar, llena de "perplejidad ante la estupidez, ante el sinsentido del mundo. El mundo me parece un lugar muy absurdo, y de un lugar tan absurdo surgen un montón de canciones".

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