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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Paciencia

El primer capítulo de la estupenda serie documental 'El instituto' permite varias conclusiones, como que los teléfonos móviles son ya una prolongación anatómica de los dedos de los adolescentes

Ángel S. Harguindey

"No voy a ser filóloga hispánica, que me encanta, para acabar de cocinera en un bar de carretera". Ni Bukowski explicaría mejor la trayectoria futura que lo hace esta adolescente de Fuenlabrada. Hablamos de un país que tiene más de un 50% de paro juvenil y que el empleo temporal galopa desbocado hacia una inmensa cafetería. Está claro que la luz al final del túnel no la ven todos por igual.

Un total de 55 cámaras robotizadas, siete semanas de rodaje, 49 alumnos de 4º de la ESO y un colegio concertado, el Manuel Bartolomé Cossio, en Fuenlabrada, son los mimbres con los que se realizó El instituto, la serie de ocho capítulos que ayer estrenó #0 y que responde a la propuesta de la productora Shine Iberia de adaptar la serie británica The School que programa desde hace cuatro temporadas Channel 4. Y con ello vemos, entre otras cosas, las diferencias entre realidad y ficción, entre creatividad y documento.

El instituto muestra. El guardián entre el centeno, por ejemplo, recrea. Unos buscan la anhelada objetividad y otros la emoción, incluso la conmoción. Son historias de iniciación a la vida, como lo es la barojiana La busca y tantas otras. Para el espectador de cierta edad, el primer escollo es saber qué es 4º de la ESO pues la desgraciada convicción nacional de que cada partido mayoritario que accede al poder considera que la Educación es suya y, por tanto, hay que cambiar lo establecido, no es sino la demostración de su incapacidad para impedir que el abandono escolar (un 20%) en España sea el doble que en la Unión Europea, bares de carretera al margen.

El primer capítulo de la estupenda serie documental permite varias conclusiones: en primer lugar, que los teléfonos móviles son ya una prolongación anatómica de los dedos de los adolescentes y, en segundo lugar, que los profesores, tutores, jefa de estudios y directora del colegio deberían ser condecorados con la Medalla de Honor de la Paciencia, si es que existe.

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