Camarón vive
El certamen unionense presenta 'Eterno Camarón', un espectáculo que evoca la figura del gran cantaor desaparecido
Camarón de la Isla, a casi 25 años de su muerte, vive todavía en el corazón de los aficionados, incluso de quienes no lo son o ni siquiera lo oyeron cantar en vida, pues nacieron después de su desaparición en 1.992. Anoche, en la segunda de las galas del Festival Internacional del Cante de las Minas, abundaban los jóvenes entre un público que abarrotaba el antiguo mercado público para ver Eterno Camarón, un espectáculo cercano al musical que honra la memoria del genio gitano de la isla gaditana de San Fernando.
En el éxito del montaje, estrenado el pasado año en Valladolid, tiene mucho que ver el cante de Pedro el Granaíno, un cantaor de muchos quilates. Camaronero, sí, con unos registros parecidos a los de José Monge, hasta el punto de que si uno cierra los ojos puede creer que es realmente Camarón quien canta, y, sin embargo, con personalidad propia, con matices singulares.
Entre tantos cantaores "camaroneros" que en el mundo han sido, y que tanto abundaron en los años ochenta y noventa del pasado siglo, Pedro Granaíno es sin duda el mejor y, a la vez, el más parecido y el más diferente y el que más se distingue. Logra esa paradoja.
El formato del espectáculo es bien sencillo. Con dirección artística del bailaor y coreógrafo Javier Latorre y dirección musical de Eduardo Trassierra, que además es el guitarrista en directo, el grupo va desgranando cantes de Camarón, algunos todavía muy conocidos y recordados, como Volando voy o La leyenda del tiempo.
Algunas imágenes proyectadas, como la del mar de Cádiz, y al final otras del propio cantaor, encuadran los distintos contextos: El Niño que sueña en la playa con ser torero; el hombre y el artista devorado por su personaje; el renacimiento, la muerte y, al fin, la libertad y la eternidad que sólo esa muerte procuran.
El baile intercalado, en solitario o en paso a dos, de los excelentes Mercedes de Córdoba y 'El Choro, rompen de cuando en vez la rutina del cante. Y como nexo de unión, la propia hija del cantaor, Gema Monge, que evoca a su madre, 'La Chispa', el gran amor de Camarón, desgrana textos y versos que recuerdan al genio desaparecido. Pero eso es suficiente para mantener el interés del público durante hora y media, incluso su emoción y su entusiasmo.
El espectáculo ha estado ya, desde su estreno, en varias ciudades españolas ( aunque aún no se ha estrenado en Madrid) y en países extranjeros, y esta noche del sábado llegaba al festival unionense, donde Camarón actuó en varias ocasiones, la última poco antes de su muerte, acompañado por la guitarra de Tomatito, aunque también protagonizó alguna de sus sonoras y famosas espantadas. Y además, contra lo que suele suceder con los cantaores bajo andaluces, le gustaban e interpretaba muy bien los estilos mineros. Camaroneramente, claro, pero muy bien. Como todo.
El público acabó entonando junto a los artistas el 'Soy gitano', casi un himno. Los gitanos, que también abundaban entre el público, salían del espectáculo orgullosos de haber contado entre los suyos con un genio semejante. Camarón vive y el sábado estuvo en La Unión. Esta vez no hubo espantada.
Babelia
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