El ‘rock and roll’ todavía es relevante
Patti Smith ofrece un imponente concierto con su voz visceral en Las Noches del Botánico
Sucede que hay personalidades que son imponentes y la de Patti Smith todavía lo es. La vida está llena de gente mediocre, pero todavía existen unos pocos que imponen carácter y razón de ser a la existencia. Patti Smith, a sus 69 años, con una melena gris descuidada pero tremenda, se halla por derecho propio en el segundo grupo.
Mientras anochecía en Madrid, bajo el inmejorable escenario de Las Noches del Botánico en el marco de Ciudad Universitaria, salió a pequeños pasos, como chamuscados y renqueantes, pero se impuso no solo a las limitaciones de la edad, sino de su propia leyenda como gran portavoz femenina del rock and roll. Porque, sin ser ya la joven deslumbrante que aportó savia nueva al misterio del rock con un lenguaje repleto de poesía y vitalidad, fue capaz de crear un discurso creíble, donde la música es una cuestión de comunicación y existencia, nada que ver con la parafernalia de luces y postureo tan propia de nuestros días.
Como se prometía, defendió Horses por su 40º aniversario. Empezó con una interpretación de Gloria descafeinada, a medio gas, que antojaba un concierto casi rutinario y sin chicha, pero, poco a poco, a medida que el sol caía y ella se entonaba con una banda correcta pero sin tirar cohetes, terminó por marcar su territorio. Un espacio ocupado por la música sin artificios, por una mujer que se sobreponía a su voz cascada, pero todavía visceral.
Reconoció que se olvidó las gafas en el camerino para leer las letras, pero fue algo anecdótico comparado con la ejecución de Redondo Beach o Free Money, contundentes y con nervio, dándoles aún un significado en estos tiempos sombríos de desfachatez política y económica. A partir de ahí, todo corrió como una mecha a punto de estallar.
Sin pose alguna
No hubo medias tintas, incluso todavía dio un valor determinante a un álbum como Horses, tan lejano, que vio la luz allá por 1975 cuando el mundo era otro, mientras se desgañitaba con la voz dolida, levantaba el puño agarrando el micrófono o escupía en mitad de la canción. Podría ser pose, pero había mucho de visceralidad en su forma de desgañitarse en el escenario. Smith, que llevó la intelectualidad al rock en los setenta en una misma línea que Bob Dylan o Lou Reed, no estaba regodeándose en su figura. Estaba intentando seguir siendo apreciable con su forma de concebir el rock and roll mediante uno de los álbumes capitales de la música popular y callejera.
El público, encendido y metido en ese universo naïf pero aguerrido al mismo tiempo, se sumó con ímpetu a Because the Night, que sonó fiera y desgarradora. Más aún lo hicieron, en una contundente tanda, People Have the Power y My Generation de The Who. Nada era casualidad. Si uno lo pensaba bien, Horses y asimismo el diálogo de Smith con el público siguen estando de actualidad, en tanto en cuanto este mundo sigue lleno de hipócritas, corruptos, maleantes y ladrones. Siguen triunfando los poderosos y arrogantes. Y Patti Smith aporta dignidad. En esta vida hay demasiada indecencia como para que ella sea algo del pasado, un producto caduco. Por suerte, el rock and roll en la voz de esta mujer todavía es relevante. Sobre un escenario, la anciana del rock es un ejemplo de condición humana admirable.
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