Ni mercenario ni idiota, ciclista
Charly Wegelius, exprofesional, publica su autobiografía, 'Gregario', la historia de un ciclista sin victorias
En la Nota del Autor previa a su libro, Charly Wegelius advierte al lector que no se llame a engaño y que no espere “historias apasionantes sobre el dopaje”, y el aviso no sobra. La producción editorial de libros sobre ciclismo es estos últimos años abundantísima en España. Se publican muchos libros histórico-nostálgicos de un deporte que ha creado como ninguno mitos, y tantos o más se sacan a la venta sobre vidas de campeones, pero el ciclismo es ahora, sobre todo, su leyenda negra, y los libros sobre el dopaje en general o sobre la caída o la peripecia vital o las confesiones expiatorias de corredores como Lance Armstrong o David Millar son mayoría en las listas de ventas. Libros como Gregario son una excepción.
Gregario, o Domestique (en su original en inglés, el autor usa la palabra francesa que designa a los soldados rasos del pelotón), es la historia de un ciclista sin victorias ni positivos contada en primera persona por Wegelius, excorredor profesional finlandés de nacionalidad británica que nunca ganó ni una etapa. Cuenta el ciclismo como oficio, pues se puede ser ciclista como se puede ser carpintero o pintor o alicatador hasta el techo; cuenta el ciclismo más habitual y más desconocido, el de una cotidianeidad de sudor y trabajo sin más gloria que una palmadita en la espalda, y un sueldo a final de mes, y pequeñas aspiraciones y sueños que mantienen viva la pasión.
Los literatos han encontrado siempre inspiración en la figura del gregario (del italiano gregge, rebaño), el ciclista que después de ayudar a ganar a su jefe hace lo posible para no salir en las fotografías entre los primeros del pelotón, pues eso significaría que no ha entregado a su deber hasta la última gota de su sudor y se ha guardado fuerzas para sí mismo, un pecado de egoísmo.
En la Italia de Coppi y Bartali, los héroes de Dino Buzzati, a la gloria anónima de los que explotaron para llegar a ser campeones le cantó Gianni Rodari una filastrocca (unos ripios aparentemente infantiles, como los de Gloria Fuertes) falsamente alegre, falsamente ingenua, en la que gregario rima con proletario y en la que traza su vida con cuatro grandes rasgos. El gregario debe ser el camarero del campeón al que pone la victoria en bandeja sin llevarse la gloria a ella aparejada, ni los aplausos. Lo que gana, el gregario lo ahorra para dar de comer a su familia, y cuando se retira abre una tienda de bicis o, más a menudo, un bar con máquina de café exprés y todo.
La poesía en Gregario hay que ir a buscarla a la mirada del autor. “He visto la cara más dura de este deporte, el cadáver destripado de un animal al que había matado”, escribe Wegelius, quien después de 11 temporadas de profesional y varios Tours en algunos de los mejores equipos del mundo (Mapei, Liquigas, Omega…), no se hace ilusiones sobre su trabajo. “El gregario es el soldado de infantería del ciclismo”, recuerda Wegelius, quien al final de un libro de emocionada lectura confiesa su mayor pecado, haber cobrado de la selección italiana por ayudar a su sprinter Petacchi en el Mundial de Madrid 2005. La reacción de los medios ante la “traición” a la bandera británica le sume un tiempo en la hondura de la culpa, de la que sale con una última reflexión que resume con precisión lo que es ser gregario en el siglo XXI: “No soy ni un mercenario ni un idiota, soy un ciclista”.
Gregario. Charly Wegelius. Traducción de Roberto Falcó. Contra. Barcelona, 2016. 296 páginas. 19,90 euros
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