Donde está la casa de mi amigo
Por alguna circunstancia extraña, he tenido la grandísima suerte de encontrarme con Abbas Kiarostami en mi vida. Y no suficiente con eso, me reencontré una y otra vez. Fue en Murcia, en 2012, bajo la excusa de un taller en el festival de cine IBAFF, dedicado al místico murciano Ibn Arabí.
En sus dos estancias en Murcia ocurrieron tantos momentos, tan extraordinarios, que es difícil escoger alguno. Me podría quedar con esos días que compartimos con cerca de 50 realizadores que venían de todas partes del mundo. Durante dos semanas, Kiarostami nos enseñaba qué es la creación. Con los alumnos salíamos a buscar localizaciones en los alrededores de Murcia, hablábamos de “contar historias”, editábamos, nos mostraba cómo se puede mirar la realidad y captarla a través de una sencilla cámara que todos llevábamos; el palo del ciego de Rumi. En una de esas salidas, Kiarostami nos pidió parar el coche en medio de un camino, en pleno campo. Nos dirigió hacia una casa e hizo que llamáramos para poder entrar. Era una casa modesta, de un pastor, al que le pedimos que nos llevara hasta donde estaban sus ovejas. Entramos con él y estuvimos grabando horas. Ese lugar se transformó en algo extraordinario bajo su mirada y a través de nuestras cámaras. De esos días, y como si fuera la “historia” más importante de su trayectoria, salieron cortometrajes que luego editamos. Ese sitio se ha quedado para nosotros como algo absolutamente mágico, un lugar al que recurrir.
Volvimos a vernos en París, en el Louvre, pues estaba realizando un encargo del museo, Les Routes, un documental. Allí nos reencontramos y fue, como en Murcia, volver a encontrar esa persona tan especial, amable, sencilla y muy selectiva, que con muy pocas palabras puede hacerte sentir que estás con alguien muy tuyo a la vez que con un grande. Me dijo que volvería a Murcia, a impartir otro taller, pues a él le movía el corazón, y quería volver a vivir en “casa”.
Volvió de la mano de su amigo Ahmad Taheri, su traductor e intérprete, pues, aunque hablaba correctamente inglés, prefería comunicarse a través de él. Era su escudo ante su timidez. Y eso me recuerda otro momento maravilloso, cuando le anunciamos que iba a venir al IBAFF Bill Viola para participar en el festival. Le propuse cenar con él y con su mujer. Por unos instantes se quedó callado y me dijo que cómo iba a compartir una noche con una figura tan importante, y le contestamos: “Pero si eres Kiarostami, uno de los grandes realizadores de la historia del cine”. No se quedó muy convencido. Se pueden imaginar esa cena. Yo no la olvidaré, sobre todo por la naturalidad. Kiarostami hizo sus trucos de magia; Bill Viola hizo que nos escondiéramos en la cocina del restaurante para que Kiarostami, que había salido a fumar, no nos encontrara. Extraordinario: dos de los personas más importantes de la historia de la cultura conociéndose en una ciudad del sureste de España.
Después de esto, los paisajes, los sitios donde estuvimos y por donde pasamos ya no han sido los mismos. Cuando nos despedimos, quedamos en vernos en un viaje por el sur de Italia, pues tenía que rodar una película allí… Donde está la casa de mi amigo. Adiós K.
Marta López-Briones fue directora del festival IBAFF durante las visitas de Abbas Kiarostami.
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