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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ingleses

Me cuentan que en la mañana del viernes han escuchado en la radio al muy consecuente John Carlin que quiere cambiar inmediatamente de nacionalidad

Carlos Boyero

Es tan buena la escritura de John Carlin que no necesito estar de acuerdo algunas veces (muy pocas) con sus tesis para devorarla. Y, por supuesto, es lo que más me ha instruido y divertido sobre la movida del Brexit. Cómo no creerme su lista definiendo corrosivamente las señas de identidad sociológicas, psicológicas, económicas y políticas de los ciudadanos de la Gran Bretaña partidarios de enviar a Europa a ese lugar donde la espalda pierde su casto nombre y de los que además de ingleses estaban convencidos de que era más higiénico y civilizado seguir dentro de Europa. Y me cuentan que en la mañana del viernes han escuchado en la radio al muy consecuente Carlin que quiere cambiar inmediatamente de nacionalidad y que si Cameron dispusiera del sentido moral japonés se habría hecho el seppuku. O sea, esa cosa tan poco dolorosa que adoptó Mishima, consistente en rajarte de arriba abajo con un cuchillo.

Al no creer en las naciones, o limitar ese sentimiento a mi casa y a las personas que quiero, me resulta complicado sentirme de ningún sitio, pero está claro que si los neofascistas de cualquier parte de Europa o el muy peligroso gorila Trump están a punto del orgasmo por el triunfo de su fraternal Brexit, los motivos de preocupación se multiplican. Van ganando los peores. Los supuestos buenos tampoco merecen altares, pero es evidente que es preferible lo malo a lo peor. Y, cómo no, prescindiendo de las patrias o amándolas, lo que está claro es que la fractura votada por la sagrada democracia inglesa va a joder un poco más los bolsillos de los de siempre, que la economía de las clases medias y bajas en la decadente Europa y en la liberada Inglaterra va a llevarse otro duradero susto. A los ricos, europeos e ingleses (y cada vez hay más), imagino que les da igual. Están a cubierto de nimiedades como que se queden o se vayan. Si hubiera amenaza real sobre sus bienes, ya se encargarían ellos de despejarla.

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