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Judy Chicago: Bandera Roja

Una muestra de la artista en Burdeos se pregunta por qué una de las pioneras del arte feminista no tiene sitio en el canon oficial

Judy Chicago.
Judy Chicago.

Mucho antes del famoso cartel de las Guerrilla Girls donde se veía a las activistas neoyorquinas con caretas de gorila y la pegunta de si “las mujeres tenían que estar desnudas para entrar en los museos”, Linda Nochlin publicó en la revista Art News uno de los textos fundacionales de la historia del arte feminista, “Why Have There Been No Great Women Artists? (1971), en el que concluía que diversos factores sociales e institucionales habían impedido que el talento de las mujeres se desarrollara libremente. La profesora norteamericana instaba a las historiadoras a producir monografías dedicadas a descubrir o reivindicar a las artistas olvidadas pues “para que se tome en serio esta disciplina primero necesitamos encontrar nuestra historia”.

Hoy el “problema” parece haberse desatascado, y dentro de la no muy apretada genealogía de las historias “otras” destaca como cabeza matrilineal la artista norteamericana Georgia O'Keeffe (1887-1986) y sus intrigantes pinturas florales que las feministas quisieron ver como una cavidad arrogante, extravertida, metáfora del cuerpo femenino liberado. Durante los setenta, la pintora, escultora y educadora norteamericana Judy Chicago (1939) se propuso, como quiso Nochlin, tirar del hilo de la historia; su primero ovillo lo hizo rehabilitando a O'Keeffe, a pesar de la renuencia de la artista, en aquellos años aún viva y plenamente capaz, a ser catalogada como artista feminista. Chicago comenzó a crear imágenes en torno a un núcleo central, la vagina, que buscaban adentrarse en la oscuridad de la identidad de la mujer. Fruto de aquella incursión fue la controvertida instalación The Dinner Party (1974-1979), compuesta por treinta y nueve platos dispuestos sobre una mesa triangular, homenaje a otras tantas grandes mujeres que en la obra aparecían representadas sobre manteles y platos con variaciones en forma de vulva. La instalación, que desde 2007 se exhibe permanentemente en el Centro de Arte Feminista del Museo de Brooklyn, no se ha incluido en la retrospectiva que ahora le dedica el CAPC (Museo de Arte Contemporáneo de Burdeos), tras su estreno en el Centro Azcuna de Bilbao, pero sí toda la constelación de trabajos sobre la “vagina que me hizo mujer” (palabras de la artista) que desde las voces feministas anti-esencialistas fueron calificados de inocentes y vergonzantes por partir de enunciados “basados en conceptos estables y certezas”.

Esta muestra es una oportunidad para que el público construya su propia opinión sobre un asunto que ha sido fundamental para la organización de la cultura y el avance de las posibilidades del/los feminismo(s) y del arte. Why not Judy Chicago? -título que invoca la pregunta de por qué una de las pioneras del arte feminista sigue sin tener su sitio en el canon oficial- parte de sus primeros acrílicos abstractos sobre plexiglás (Pasadena Lifesavers, 1969) y continúa con las películas que registran sus performances hechas con pirotecnia y fuegos de artificio “para suavizar y feminizar el paisaje”, documentos sobre su proyectos educativos, el más relevante, Womanhouse (instalaciones y acciones en torno a la discriminación que sufrían las mujeres en el ámbito doméstico) realizado con Miriam Schapiro; bordados y relieves de sus series Birth Project (1980-85) y Holocaust Project (1985-93); y la litografía hecha a mano Red Flag (1971), probablemente su mejor y más polisémico trabajo, un concentrado de patria íntima y revolución.

Why not Judy Chicago?. CAPC de Bordeaux. Hasta el 4 de septiembre.

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