“Eran nuestros aliados, pero les traicionamos”
Discovery Max estrena ‘El ejército perdido de la CIA’, un documental sobre la tribu reclutada para seguir en secreto la guerra de Vietnam
Aún no había cumplido los 25 cuando la CIA encargó a Jack Jolis reclutar a un ejército para una guerra secreta: la continuación de la de Vietnam, pero desde un territorio supuestamente neutral, Laos. Los elegidos pertenecían a la etnia hmong, un pueblo discriminado que señalaría objetivos para los estadounidenses. Cuarenta años después, el exagente habló por primera vez en público de aquella operación clandestina cuyas consecuencias siguen pagando los últimos hmong. Lo hizo ante el periodista David Beriain, que el próximo martes 24 de mayo, a las 22.30, estrena en Discovery Max El ejército perdido de la CIA, un impactante documental que arranca en Washington y llega hasta el recóndito escondite de esa tribu en extinción que hoy malvive en la jungla.
Jolis, de visita en España para el estreno, respondió a las preguntas de EL PAÍS.
Pregunta. ¿Cómo entró en la CIA?
Respuesta. Había ingresado en el Ejército después de estudiar políticas. Siempre apoyé la guerra de Vietnam, y al volver de combatir, ingresé en la CIA.
P. ¿Cuál era exactamente la misión?
R. La CIA ya tenía presencia en Laos, conoció que existía este grupo, los hmong, que siempre habían sido enemigos de los vietnamitas, y decidió reclutarlos para seleccionar objetivos. Me enviaron a un pueblo en medio de las montañas. Yo era el más joven. Todos eran veteranos de Vietnam y Corea. Éramos solo 55 oficiales sobre el terreno con el apoyo de helicópteros. Tenía que reclutar y entrenar a hmong para una guerra secreta. Y tenía que ser secreta porque Laos en teoría era neutral.
P. ¿Por qué los hmong?
R. Ya habían sido aliados de los franceses en Indochina. Eran muy primitivos, pero de alguna forma ya estaban luchando. Pedimos voluntarios a través de su líder, que es al que financiábamos, y se presentaban en familia: el abuelo, el padre y el hijo. Nunca supe sus nombres. De mi equipo no murió nadie, pero ellos sí tuvieron muchas bajas. Llegaron a ser un ejército secreto de 8.000 hombres.
P. Los hmong viven ahora escondidos en la montaña, alejados de las fuentes de agua para que no los descubran. Comen raíces, beben agua de lluvia. En la película se ve a niños con balazos y otros que manejan armas con apenas ocho años para defenderse de los militares de Laos. ¿Imaginaba lo que ha visto en la película, las consecuencias que iba a tener su retirada?
R. Sí. A veces hablo con antiguos colegas y nos preguntamos si podíamos haber hecho algo para ayudar a esta gente. Pero tenemos que ser realistas. También era consciente de las malas condiciones de los campos de reeducación en Tailandia —adonde fueron a parar algunos hmong—. Pero no soy un héroe, soy un ciudadano que no influye en nadie.
P. ¿Qué responsabilidad tiene EE UU en su situación actual?
R. Tenemos una responsabilidad máxima, pero los pobres hmong no son los primeros que traicionamos y dejamos atrás. Hemos traicionado a mucha gente, no tenemos un buen historial de plantarnos por nuestros aliados. Cuando la política cambia en casa, nos lavamos las manos y decimos: ‘Lo siento, no os conocemos de nada’.
P. ¿Por qué terminó aquella operación?
R. Por razones políticas. Por el jodido Watergate. En 1974 Nixon dimite. En noviembre hay elecciones en el Congreso, los demócratas ganan y en enero de 1975 deciden terminar con todo. Los hmong no tenían nada que ver, pero se quedaron en medio. No entendían nada. Fue una traición política, no militar.
Una tribu con una historia universal
El periodista David Beriain llevaba años queriendo contar la historia de esta pequeña guerrilla olvidada. Le llevó seis días de durísima travesía caminando por un suelo de sanguijuelas llegar hasta ellos, un minúsculo grupo de hombres, mujeres y niños apartados del mundo. Pero lo que pudiera parecer la exótica historia de una pequeña tribu que malvive en mitad de la nada es, explica, “la historia universal y atemporal de los que fueron dejados atrás. Del pecado original, de cómo pagamos las decisiones de padres y abuelos , y la historia de la crueldad de la Historia con mayúsculas, de cómo a veces es capaz de tragarse pueblos enteros por una decisión”.
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