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Abran paso al rock esquelético de Biscuit

La veterana banda saca nuevo disco sin perder su condición de bregadores

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El paisaje pop de Vilanova i La Geltrú (Barcelona) siempre ha sido frondoso. Tokyo Sex Destruction, Alias Galor, Flint, La Brigada, The Lions Constellation, Gentle Music Men, Suîte Momo, Queen Machine, Copa Lotus o The Gachises son algunas de las especies que han aparecido, desaparecido, mutado, retoñado o reverdecido en su campiña durante el último cuarto de siglo. No está mal para una localidad de tan solo 65.000 habitantes, que se abraza al Mediterráneo a medio camino de la Ciudad Condal y Tarragona.

Biscuit, también de Vilanova, ha estado ahí las últimas tres décadas. Ha visto a otros grupos nacer, crecer y agostarse mientras incorporaba anillos a un tronco robusto por el que circula savia rica en nutrientes tan diversos como la psicodelia, el punk, el garage, el power-pop o el rock alternativo. Raíces profundas para una banda que nació en plena explosión del pop independiente hispano –allá por 1993, son compañeros de promoción de Los Planetas, Australian Blonde o Sr. Chinarro– y que, pese a la innegable finura de sus canciones, sigue siendo una perfecta desconocida entre el gran público. En estos días, el grupo disfruta perpetuando esa doble vida –trabajo en negociados extramusicales de lunes a viernes, furgo y rock durante el finde– que se antoja clave en su longevidad.

“Nunca nos hemos planteado dejarlo”, asegura Xavi Cardona, cantante y guitarrista del quinteto que completan su hermano Armand (guitarra), Fermí Roca (batería), Ángel Zambudio (bajo) y David Charro (teclados). “Al menos no seriamente”, matiza. “Ha habido crisis personales, pero mi hermano dice que cuando entras en el local, abres la cerveza y te cuelgas la guitarra se te quitan las ganas de pensar en esas cosas”.

Biscuit, su sexto álbum, vio la luz en enero y no deja de acumular buenísimas críticas. Pero lejos del perímetro especializado la música de estos cuarentones catalanes apenas tiene repercusión. A la presentación del disco en Madrid, a mediados del pasado febrero, no asistieron más de 50 personas. Tampoco se notó, porque cuajaron un concierto sobresaliente. “El grupo no nos da tormento”, ataja nuestro interlocutor. “Si nos lo diera no tendría ningún sentido. No ganamos dinero, hacemos cosas que nos gustan y lo pasamos bien. De momento la cosa se autofinancia. Mientras sea así, vamos a seguir”.

Cardona tiene 48 años y se gana la vida como traductor, aunque estudió ingeniería agrónoma. Creció en una familia sin antecedentes artísticos en la que el rock and roll, de entrada, no estaba bien visto. Con 20 años se sumó a The Blue Bus, el grupo que su hermano, Fermí y Ángel –tres años más jóvenes que él– habían montado cuando todavía iban al instituto. Grabaron un álbum, partieron peras con el cantante y formaron Biscuit. Y ahí siguen, trazando una trayectoria modélica en la que la amistad es la brújula y el amor al arte el faro.

El carácter de su nuevo trabajo –rock and roll esquelético, cañero y de espíritu juvenil en la onda de grupos como The Model Rockets o Flop– viene a ratificar la voluntad de no estancarse, de mejorar en la medida de lo posible, de abrir nuevas puertas e incluso de reabrirlas si fuera menester. “Nos apetecía volver a lo que hacíamos de jovencitos y reflejar el sudor y el tira millas del directo”, explica Cardona. “Sí, de hecho los grupos que citas nos gustan mucho. Esa era un poco la intención que teníamos en aquella época, tirar por ese camino, pero no cuajó. Me alegra que lo digas porque al ir a por la sencillez y lo básico recuperamos todo eso, esa música que escuchábamos entonces”.

En cartera hay planes estimulantes, ganas de mucho más y el ímpetu necesario para mantenerse fieles a una visión artística de naturaleza panorámica. “Queremos hacer un disco psicodélico”, desvela Xavi. “Mi hermano está que no caga con él. Y ahora que está con nosotros David, el teclista, que también toca la guitarra, del disco psicodélico se habla más. También nos gustaría investigar en nuestras influencias de los noventa, que fue lo que nos hizo descarrilar en su momento. El problema es que entonces no sabíamos hacerlo. Y ahora sí. Todavía quedan cosas en el tintero, cosas que no hemos intentado por miedo o pereza y que ahora sí nos vemos capaces de hacer. Era la música que escuchábamos entonces, pero no estaba asimilada. Creo que por ahí también va a haber algún camino abierto”.

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