El melodrama renace con música de Liszt
La Fundación Juan March pone en marcha 'Liszt dramaturgo', la primera edición de un ciclo con vocación anual dedicado a recuperar este género
No hay que darle mucho margen a la fantasía para observar que sobre el escenario se perfila un bosque sombrío. Con la luna de fondo, una niebla densa va invadiendo al público, quizás en un intento de adormecerlo. Y en medio de esta espesura los dedos de la actriz Clara Sanchís se abren en abanico como ramas de roble. Sus pies son raíces clavadas en la tarima, su tronco oscila a merced de un viento imaginario. Hay más. Un piano de 1880 que tañe Miriam Gómez-Morán y que recuerda a un cerro que se percibe a lo lejos, cuya cúspide es la tapa cobriza del instrumento. Dos personas, un piano y una escenografía sobria. Con tan poco se adentra el espectador en este bosque, escenario de El cantor ciego, uno de los cuatro melodramas que compuso Franz Liszt. La Fundación Juan March recupera las cuatro piezas con Liszt dramaturgo, la primera edición de un ciclo con vocación anual dedicado a este género y que se podrá ver los días 4, 6 y 7 de mayo.
Ficha técnica
Programa: Leonore, El monje afligido, El amor del poeta muerto y El cantor ciego
Música de Franz Liszt
Intérpretes: Clara Sanchís (actriz), Miriam Gómez-Morán (piano) y María Ruíz (dirección artística)
Días: 4, 6 y 7 de mayo.
La perfecta unión entre música y poesía hace el resto. A través de la voz de Sanchís canta un viejo músico ciego que no sabe que su público le ha abandonado antes incluso de empezar su melodía. “No me importa”, exclama cuando el bosque le susurra que se encuentra solo. “La canción de mí se ha apoderado: el espíritu irrumpe desbocado y te invade, te eleva, te transporta”. El piano de Gómez-Morán acompaña el recitar de la actriz con una música que renuncia a su protagonismo, pero que llega más allá de lo que es capaz la palabra declamada. Es la esencia pura del melodrama, un género dramático que creó el filósofo Jean-Jacques Rousseau a finales del siglo XVIII y en el que la acción recitada se sirve de la música para dar un derechazo directo a las emociones del oyente. “El melodrama es un género único porque funde poesía y música y añade una tercera dimensión: la teatral”, explica Miguel Ángel Marín, director del programa de música de la Fundación Juan March.
Fue un género vanguardista en su momento que modernizó la expresión en la tragedia pero que fue olvidado, en parte por su condición de género apátrida. Al tener música, no es propio de un teatro convencional. Tampoco lo es de uno de ópera porque el texto es hablado y no cantado. Y no tiene lugar en una sala de conciertos porque presenta acción dramática. A esto se le suma otra dificultad. “El texto es una lectura teatralizada. Encontrar un intérprete que diera el perfil era complicado. Tenía que ser alguien que recitara bien el verso, que además fuera actor y que también tuviera conocimientos musicales”.
Sonido original
Con estos requisitos de base dieron con Sanchís, con una amplia trayectoria en teatro y televisión y que además cursó la carrera de piano en el Conservatorio Superior de Madrid. Tanto apego le tiene a la música que lo primero que hace al entrar en su camerino es preguntar con celo por sus partituras. Las abraza, no las pierde un segundo de vista. Tampoco quiere dejarlas en el atril el tiempo que tenga que estar entre bambalinas, antes de salir al escenario.
“Lo fabuloso en estas obras es que la música te allana el terreno. Te da el carácter y el impulso emocional. Me maravilla la capacidad de Liszt como dramaturgo”, afirma. Sanchís hace de narradora y de personaje en los cuatro melodramas del compositor húngaro: Leonore, El monje afligido, El amor del poeta muerto y El cantor ciego. Sobre el escenario se transforma en roble, en muerto, en amante fiel. Su pelo rizado y rojizo le otorga cierto aspecto brujil y con sus ojos claros mira muy a menudo a su pareja de baile, que está al frente del piano. Gómez-Morán es otro fichaje de lujo. La pianista es toda una experta en Liszt y está preparando su tesis doctoral sobre cómo tocaba el compositor. “Él decía que la técnica emana del espíritu. Es inconcebible saber qué movimiento hacer en un momento dado si no sabemos qué está pasando a nivel emocional en la obra. Además, tenía una gran percepción de lo teatral y eso se nota en sus melodramas”, explica. Pero este tándem no habría sido tan perfecto sin el ensamblaje de María Ruiz, que ha asumido el rol de directora artística.
Liszt inaugura en la fundación un ciclo que contará con un proyecto al año. “Queríamos empezar con melodramas que fueran muy llamativos y de un autor indiscutible. Rousseau fue el creador del género, pero no era un gran compositor, aunque llegará, por supuesto. Igual que veremos también melodramas de músicos españoles”, añade Marín. Hasta entonces será la música del húngaro la que se pueda descubrir en el escenario de la fundación este mes de mayo. La que habla a través de ese cantor ciego al que no le importa que le escuchen, porque él canta para nadie, y con quien Liszt se sentía más que identificado.
Babelia
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