Conversaciones civilizadas
Un excelente Chopin de Pires, Harding y la Orquesta de la Radio de Suecia de gira por España
Maria João Pires (Lisboa, 1944) tenía cinco añitos cuando realizó su primera actuación radiofónica en una emisora lisboeta. Tras presentarla a la audiencia, el locutor le preguntó si disfrutaba más con Mozart o con su inseparable muñeca Jeannette. Y la niña pronunció tímidamente el nombre del compositor. Desde entonces y hasta ahora. La pianista lusa ha mantenido siempre una relación muy especial con algunos compositores: Bach, Mozart, Beethoven, Schubert y Chopin. Son para ella las verdaderas personalidades de la música. La del intérprete no deja de ser un obstáculo que impide encontrar la simplicidad. Esa llamada de la música a conversar civilizadamente con su creador pasando por encima de siglos y fronteras. Esa capacidad frente al teclado de parecer no hacer nada especial cuando en realidad se está haciendo todo. Y siempre en compañía. A Pires le gusta invitar a otros interlocutores en sus conversaciones civilizadas con un compositor. Lo hizo anteayer en Zaragoza hasta para dar una propina después de una brillante interpretación del Concierto para piano nº 2 de Chopin, al compartir con el director británico Daniel Harding un arreglo a cuatro manos del famoso Amanecer de Peer Gynt de Grieg.
XXII TEMPORADA DE GRANDES CONCIERTOS DE PRIMAVERA 2016
Maria João Pires, piano.
Orquesta de la Radio de Suecia. Daniel Harding, director.
Obras de Chopin y Dvorak.
Zaragoza, Auditorio, 19 de abril de 2016.
Pires y Harding están de gira esta semana por España con la Orquesta de la Radio de Suecia con un programa centrado en la Sinfonía Del Nuevo Mundo de Dvorak. Se les ha visto en Barcelona, Zaragoza y Vitoria, y se les verá en Madrid (jueves), Murcia (el sábado) y Alicante (el domingo), con la veterana pianista portuguesa tocando conciertos de Mozart y Chopin, a la que se unirá la joven violinista Verónica Eberle el último día para tocar Brahms y continuar la gira por Italia y Eslovenia. Pires mantiene una relación estrecha y fructífera con el director británico y la orquesta sueca. Llevan varios años tocando juntos con asiduidad e incluso han grabado un exitoso disco en Onyx Classics dedicado a Beethoven. Chopin es otra de las especialidades concertantes de la pianista lusa. Pires toca esta música con aplomo, pero cantando más que tocando. Para ella el compositor polaco es un poeta que hay que recitar y en ese empeño convierte cada frase en un verso, cada adorno en una rima. Conversa con esta música con un discurso sencillo y bien propulsado, aderezado con un magistral dominio del pedal. Sabe parar el tiempo en los pasajes en solitario y liberarlo con elegancia a continuación. Lo mejor de la noche fue el Larghetto central que Pires convirtió en una verdadera escena operística.
Harding la acompañó con mimo en Chopin, con una orquesta corpórea pero flexible, enérgica pero transparente. El problema llegó con Dvorak donde su amalgama de planteamientos sigue sin funcionar. El director inglés busca el justo medio entre dos grandes intérpretes de esta sinfonía, como Claudio Abbado y Nikolaus Harnoncourt, pero se queda en tierra de nadie. Su nivel de atención a los detalles extirpa el natural juego de tensión y distensión. Por mucho que acuda a la retórica, el efecto sigue siendo plano y sin discurso. Un Dvorak sin alma. Una conversación inteligente y elegante, técnicamente al máximo nivel, pero sin atisbo de la presencia del compositor. En realidad, se asomó un momento al final cuando tocaron como propina su skocna de las Danzas eslavas Op. 72.
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