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Elisabeth Hase, ver en la oscuridad

Ocultó su obra cuando Hitler llegó al poder. La obra de la fotógrafa alemana sale ahora a la luz en un reconocimiento póstumo

Sin título, (escalera abajo)
Sin título, (escalera abajo)The Estate of Elisabeth Hase, cortesía Robert Mann Gallery

Le gustaba fotografiarse a sí misma. Caracterizada como una mujer primorosa y femenina que cae de bruces en la escalera tras tropezar con sus tacones, o como alguien que llora tras haber sido condenada por un delito. Pero ella no era así. Ni su estilo andrógino ni su forma de vida podían identificarse con los roles convencionales a los que estaba sometida la mujer, en aquella Alemania que paso a paso se encaminaba a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial. Parapetada en su estudio, su obra pasó inadvertida, pero solo así evitó que su arte fuese catalogado de degenerado una vez que Hitler llegó al poder. Elisabeth Hase (Doehlen,1906- Fráncfort, 1991) encontró en solitario una forma de expresión personal que latía con la fuerza y el ritmo de la rutilante vanguardia de entreguerras. Hoy, sale de la oscuridad para ocupar el lugar que le pertenece.

“No es algo habitual encontrar a alguien con tanto talento que haya pasado desapercibido. Y más en tiempos de Internet cuando la información llega a todos los rincones”, dice con gran entusiasmo el galerista Robert Mann, comisario de Elisabeth Hase: An Independent Vision. Se trata de la primera exposición individual que se celebra de la artista y de la primera vez que se ve su obra fuera de Alemania (a exceptuar una exposición colectiva en el Albertina Museum de Viena y otra más reciente en el Musée d´Orsay de París). Tiene lugar en la Robert Mann Gallery, en Nueva York y muestra 34 obras pertenecientes al archivo de la artista. Archivo que fue pacientemente ordenado por Nani Simonis, hija de la fotógrafa y que ha puesto en manos del galerista para que haga justicia a la obra de su madre. “Apenas existen escritos sobre ella, porque se trata de un descubrimiento relativamente nuevo. Durante su vida no gozó de un reconocimiento real, a pesar de su increíble talento. Este ha llegado una vez muerta. Ha sido recientemente cuando se ha valorado el talante vanguardista de su quehacer artístico y la relevancia que tiene dentro de la historia de la fotografía”, afirma el galerista.

Sin título (Alder), 1937
Sin título (Alder), 1937The Estate of Elisabeth Hase, cortesía Robert Mann Gallery

Nació en Doehlen, cerca de Leipzig. Llegó a Fráncfort para estudiar arte y se especializó en diseño gráfico y tipografía. Pero pronto encontró en la fotografía su medio de expresión. Eran los tiempos en que László Moholy Nagy proclamaba, a través de la Bauhaus, la capacidad expresiva de la fotografía como una práctica autónoma liberada del modelo pictórico, capaz de reflejar la esencia de una sociedad moderna. Este nuevo lenguaje al que Moholy dio el nombre de Nueva Visión se caracterizaba por la utilización de planos muy cercanos, composiciones y puntos de vista poco convencionales, fotogramas, fotomontajes y otros procesos experimentales que celebraban la llegada de la producción en masa y la tecnología. Hase nunca pasó por sus aulas, pero compartió de lleno la visión progresista de esta escuela de arte y diseño. Si lo hizo en cambio, aunque de forma breve, por el estudio del fotógrafo Paul Wolff, entusiasta de la recién aparecida cámara Leica, que trataba de inculcar a sus estudiantes y colegas la virtud de los 35 mm frente a los grandes formatos.

“Su diario revela que por encima de todo deseaba ver realizado su deseo de poder desarrollar su visión artística, pero al tiempo se enfrentaba a su cruda realidad: su precaria situación económica y que habitualmente tenía que valerse por sí misma”, cuenta su hija, fruto de su segundo matrimonio. “La necesidad de ganar dinero la hizo aceptar trabajos periodísticos pero lo que más le gustaba era dedicarse a su “temas secretos”: a sus obras experimentales y a sus autorretratos escenificados. Creo que Hase siempre actuó de acuerdo con su carácter y su necesidad de independencia”, añade.

Kleinen Stapel , 1949
Kleinen Stapel , 1949The Estate of Elisabeth Hase, cortesía Robert Mann Gallery

Si bien el periodo de entreguerras engendró esta 'nueva visión' dentro del panorama del arte, también trajo consigo una 'nueva mujer' en cuyo espíritu convergían todos los retos, experiencias y contradicciones de la modernidad. Por encima de todo ellas reclamaban su libertad y entre ellas surgieron varias fotógrafas dispuestas a encontrar su espacio dentro de un mundo tomado por los hombres. Con sus cámaras fueron derribando tabúes. Ataviadas con pantalones de hombre, faldas cortas y pelo corto posaban desafiantes, frecuentemente con el cigarro en la mano. A este grupo de audaces pertenecían Florence Henri, Germaine Krull, Ilse Bing y Elisabeth Hase entre otras. Pero el auge del fascismo supondría un revés en la trayectoria de estas artistas. “Hase era consciente de que Hitler no hubiese aprobado su obra, así que se mantuvo muy discreta en el terreno profesional. Creo que sabía que actuar de otra forma la hubiese traído problemas porque su forma de vida no era la convencional. Era una adelantada a su época. También es cierto que después de la guerra, tampoco fue muy eficaz a la hora de promocionar su obra. No formaba parte de su carácter. Para ella su labor como artista pertenecía a su vida privada y no tenía necesidad de un reconocimiento público”, señala Mann. “Tenía ordenado su trabajo comercial y periodístico en carpetas, pero escondía su trabajo artístico en cajas”, añade su hija. Gran parte de esta obra permaneció oculta hasta su muerte.

Al igual que otras artistas de la época, fotografió objetos tradicionalmente asociados a los hombres, como las máquinas, los coches o la arquitectura industrial, cuya belleza era exaltada en los círculos vanguardistas. El autorretrato se convirtió en algo habitual entre las mujeres fotógrafas que lo utilizaban como excusa para explorar la identidad femenina distanciándose de los roles tradicionales a los que estaban asociadas, pero hacerlo a través de la escenificación, como lo hacía Hase, no era algo tan común (hoy se observa como un antecedente a los retratos conceptuales de Cindy Sherman). Es fácil con Claude Cahun y con la fotografía surrealista. Sin embargo, Robert Mann mantiene sus dudas: “No estamos seguros de que conociera la obra de los surrealistas. Trabajaba al mismo tiempo que ellos. Puede que viese algo publicado, pero no es seguro. Por otro lado, Cahun nunca publicó sus autorretratos escenificados. No creo que tuviese ninguna influencia en Hase”. Parece ser que Hase nunca viajó a París, pero en 1934 visitó España. “Viajó sola a bordo del Monte Rosa, visitó Portugal, España, Marruecos e Italia”, cuenta su hija. “En Barcelona fue a los toros, donde en vez de fotografiar el ruedo, se centró en captar las reacciones de los espectadores”.

Sín título (detalle de una cara), 1947
Sín título (detalle de una cara), 1947The Estate of Elisabeth Hase, cortesía Robert Mann Gallery

Sus negativos sobrevivieron los bombardeos de 1944, pero perdió sus cámaras. “Durante los años treinta ayudó a varios amigos a abandonar Alemania antes de que se cerrasen las fronteras. Así, estos le devolvieron los favores y contribuyeron para que en la posguerra el ejército americano le proporcionase material fotográfico y permiso para documentar la reconstrucción de Fráncfort”, cuenta Simonis. “Allí estaba Hase, subida en lo alto de un edificio a punto de derrumbarse, tomando una vista de pájaro, mientras su bebe esperaba abajo metida en un cochecito”, señala Mann.

“Trabajó hasta los últimos días de su vida. En sus últimos años se dedicó a hacer esculturas con materiales encontrados y a fotografiarlas. Los títulos que les dio son una referencia a la represión que padeció su generación”, cuenta su hija. “Vivir con alguien adelantado a su tiempo resulta muy estimulante, aunque no es siempre fácil. Fue en su cuarto oscuro cuando me dijo: “Aquí en la oscuridad te estoy enseñando a ver”.

 Elisabeth Hase: An Independent Vision. Robert Mann Gallery. Nueva York. Hasta el 7 de Mayo

 

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