A tumba abierta
No hay más sujeto poético que el poeta que arde en los versos. Este planteamiento se impone con evidencia al hablar de los últimos ganadores del premio Gil de Biedma
A veces el crítico debe asumir que no hay más sujeto poético que el poeta que arde en los versos. Este planteamiento se impone con evidencia al hablar de los últimos ganadores del premio Gil de Biedma. La sentencia, de Santiago Castelo (el premio), y Crónica natural, de Andrés Barba (el accésit), son dos libros escritos a tumba abierta, en los que se suprime la distancia entre el yo y el enunciador. La propia muerte, en el caso de Castelo, y la del padre, en el caso de Barba, aportan la sustancia física y metafísica a unas páginas que se insertan en el perímetro de la no ficción.
Publicado pocos meses después del fallecimiento de su autor, La sentencia se abre con el veredicto de una enfermedad innominada, de la que el libro será a un tiempo testimonio y terapia: “Se cerró la memoria / y cayó la sentencia como una guillotina / que lo arrasase todo. El mundo era distinto”. Desde ese momento, se erige en un estremecedor diario lírico que oscila entre un presente que se escapa y un pasado vitrificado en espejismo. La concepción de la enfermedad como aprendizaje vital vertebra un discurso en el que comparecen el dolor, las ruinas del cuerpo y la reactivación de tópicos que creíamos ya calcificados. Sin embargo, cuando el patetismo asoma, Castelo muestra un ágil regate humorístico o apela a la rotundidad de los clásicos, según se aprecia en sus décimas y sonetos. Puesto ya el pie en el estribo, el poeta avanza hacia ‘La otra orilla’ con la misma actitud heroica y resignada con la que los gladiadores romanos se lanzaban a la arena: “Sin dolor ni nostalgia”.
Por su parte, Crónica natural es un libro escrito para “hacer el duelo” por la muerte de su padre y “sobre todo para no olvidar”, según afirma el autor en la nota final. El notable debut en la estrofa del narrador y ensayista Andrés Barba propone un autorretrato fragmentario a partir de la reconstrucción de la personalidad del padre, que se despliega en sucesivos flash-backs encadenados. Los ritos cotidianos, los viajes reales o mentales y las reuniones familiares ofrecen un estudio psicológico, a la vez irónico y compasivo, cuya lección no dista demasiado de la que imparte Nanni Moretti en Mia madre: afrontar la muerte es el primer paso para celebrar la vida.
La sentencia. Santiago Castelo. Visor. Madrid, 2015. 72 páginas. 10 euros.
Crónica natural. Andrés Barba. Visor. Madrid, 2015. 82 páginas. 10 euros.
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