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Muere Andrzej Zulawski, cineasta del exceso

El director de la impactante 'Lo importante es amar', fallecido a los 75 años, formó parte de la notable generación polaca de Polanski

Javier Ocaña

Hay cineastas que hacen películas para construir historias y otros que las hacen para vomitarlas. El polaco Andrzej Zulawski pertenecía al segundo grupo. Cuando en el último plano de Lo importante es amar, su obra más legendaria, una destruida Romy Schneider dice al fin "te quiero" ante el cuerpo ensangrentado y moribundo de su amante, no lo está susurrando, que es lo que aparenta hacer, lo está expulsando al fin desde sus tripas, desde su corazón destrozado, como un borbotón de cine expandido que proviene desde lo más oscuro de la naturaleza humana, desde lo más doloroso de la labor creativa. Ese plano, esa película retratan a la perfección la carrera de Zulawski, muerto ayer miércoles a los 75 años, a causa de un cáncer.

Nacido en Lwów, entonces Polonia, ahora Ucrania, el 22 de noviembre de 1940, Zulawski mamó la cultura desde siempre: su padre, Miroslaw, fue un famoso escritor y diplomático, y uno de sus tíos, Jerzy, había sido filósofo, traductor y novelista de ciencia-ficción, al que llegó a adaptar Andrzej en la superproducción El globo de plata, una de sus películas más controvertidas, aunque casi todas lo fueran, interrumpida en fase en montaje tras un penoso caminar entre 1976 y 1977 frente a las intromisiones de las autoridades polacas, y que por fin logró estrenar una década después, en el Festival de Cannes de 1988. Una historia de fuertes componentes místicos de casi tres horas de duración que, como solía ocurrir en un su cine, estaba dotada de una poderosa fuerza visual y de un andamiaje narrativo de naturaleza críptica.

Zulawski había estudiado Ciencias Políticas y Filosofía, para finalmente graduarse en Cine en el IDHEC (Instituto de Altos Estudios de la Cinematografía) de París, aunque el oficio verdadero lo aprendiera, siendo aún jovencísimo, como asistente de dirección de Andrzej Wajda en las películas Samson y El amor a los 20 años. Tras un par de trabajos para la televisión, Pavoncello (1967) y La historia del amor victorioso (1969), debutó como director de largometrajes con la adaptación de una de las novelas de su padre, La tercera parte de la noche (1970), ambientada bajo la ocupación de Polonia durante la II Guerra Mundial, y con la que ya tuvo problemas con las autoridades, que entorpecieron su circulación. De todos modos, su primera gran polémica, la primera de una carrera labrada a golpe de vehemencia, orgullo y pasión, surgió con El diablo (1972), con otra invasión como eje central, la del ejército prusiano en 1793, donde la sangre, las violaciones y las castraciones aparecían como reflejo de un tiempo atroz, y que fue secuestrada por el Ministerio de Cultura polaco, sin lograr estrenarse en su país hasta 1988.

Las continuas dificultades para hacer cine en su tierra acabaron llevándole a Francia, donde tuvo su primer gran éxito con Lo importante es amar (1975), en la que además recuperaba a Romy Schneider, antaño símbolo de lo virginal con su serie de Sissi, emperatriz, llevándola hasta extremos interpretativos de gran dolor. Algo que revivió en su siguiente película, La posesión (1981), esta vez con Isabelle Adjani, y en una órbita de inclasificable terror artístico que sólo encontraba comparación con el británico Ken Russell, lo que conformaba una especie de díptico con sus dos mejores obras. Unas películas caracterizadas por un extraordinario apoyo de las bandas sonoras que llevaban a sus historias, ya de por sí arrebatadas, hasta el territorio del melodrama de autor, casi de vanguardia, con constantes movimientos de cámara alejados del clasicismo, y una desmesura que podía apasionar tanto como cargar.

A partir de entonces su carrera se tornó desigual, con amplios intervalos entre sus películas, y punteadas por un proyecto acorde con su figura y más o menos habitual en cineastas excesivos y barrocos como él: la filmación, en 1989, de la ópera Borís Godunov, de Modest Músorgski, que Zulawski llevó por su senda habitual de violencia descarnada y sangrienta.

Padre de tres hijos, uno de ellos, Vincent, fruto de su larga relación con la actriz francesa Sophie Marceau, y miembro de la llamada Tercera Generación de cineastas polacos, de la que formaban parte Krzysztof Zanussi, Roman Polanski y Jerzy Skolimowski, herederos del Nuevo Cine Polaco que copó Andrzej Wajda, y generación previa a una cuarta dominada por Krzysztof Kieslowski, Zulawski acababa de terminar Cosmos (2015), su último trabajo, que ya rodó con evidentes problemas de salud y con la que no pudo acudir al pasado Festival de Sitges. Un relato en la línea enigmática alrededor de la pasión amorosa y el exceso autodestructivo y desquiciado que dominaron toda su carrera.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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