El grito de guerra de Public Enemy
'Fight the power' supuso la consagración de la banda neoyorquina
Cada vez que escuchas Fight the power te entran ganas de conflicto. Lleva el ansia de revuelta en su ADN: desde el muro ensordecedor de samples superpuestos de los loops centrales al ritmo endiabladamente funk del beat, pasando por el temible desafío lírico de sus rimas, toda la arquitectura creativa de la canción es una invitación explícita a buscarse problemas. “Necesito un himno, necesito un himno”, les recalcó Spike Lee a Chuck D y The Bomb Squad, el líder y el equipo de producción de Public Enemy, respectivamente, cuando les explicó qué necesitaba para la banda sonora de su película, Haz lo que debas, una brillante crónica de los enfrentamientos raciales durante un caluroso y convulso verano en Brooklyn.
Estamos en 1989: el hip hop es un género musical joven en pleno proceso de crecimiento; Public Enemy una banda emergente en busca de su primer single rotundo y masivo tras dos álbumes memorables; y Spike Lee una promesa del nuevo cine independiente norteamericano camino de su primera obra maestra. En esta colaboración se juntan el hambre con las ganas de comer, y de aquí no solo surge el himno que tanto necesita el director afroamericano para darle el toque final al proyecto; también la canción que consigue sintetizar, y popularizar, todas las virtudes y señas de identidad del grupo más importante en la historia del hip hop: un sonido rompedor, innovador e intimidante; un discurso de electrizante y furiosa carga sociopolítica; y una puesta en escena provocadora.
Uno de los grandes méritos de la canción, más allá de sus extraordinarios atributos musicales, es que captura y proyecta a la perfección el clima de tensión de la película. De hecho, la utilización que hace Spike Lee de la misma es totalmente deliberada: cada vez que Radio Raheem, personaje clave del filme, aparece en pantalla con su radiocasete portátil gigante, que escupe las notas de Fight the power de forma atronadora y sistemática, el estrés de los personajes, pero también del espectador, va en aumento, en una irremediable espiral de tensión dramática que estalla en ese final de solemne y crepuscular melancolía que el cineasta nunca ha conseguido igualar.
Fight the power es un prodigio que nace de la rabia, la frustración y la necesidad de activar y motivar a toda una comunidad. En ella, Chuck D espolea a su gente a no poner la otra mejilla, con un dardo envenenado a Bobby McFerrin y su Don’t worry, be happy que supone un manotazo a la autocomplacencia de muchos sectores afroamericanos; denuncia el racismo inherente de la sociedad estadounidense, con un ataque frontal a iconos populares como John Wayne o Elvis Presley; e incita de forma airada a luchar contra el poder establecido. Spike Lee quería un himno. Y le entregaron una bellísima declaración de guerra.
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