Antiheroína

Jessica Jones se supone que es una heroína, pero no. Huye de esa etiqueta, de la capa, del traje con mallas, de las heroicidades. Se esconde en la cotidianeidad de su trabajo como detective privado. Pero su pasado la tiene atrapada. Tras Daredevil, Netflix ha seguido explotando la vertiente más madura y oscura de las historias comiqueras de Marvel con Jessica Jones. El resultado es una buena serie que en su ambientación y su tratamiento está más próxima al cine negro que a las historias de superhéroes a las que estamos acostumbrados.

Buena parte del peso de la serie descansa en su protagonista. La actriz Krysten Ritter pone su peculiar físico y su carisma para dar vida a Jessica Jones, una mujer con un pasado complicado, que se culpa a sí misma del fallecimiento de su familia y de alguna otra muerte más. Alcohólica, bastante desastre a la hora de relacionarse con otras personas... No es un personaje sencillo. En interpretarlo bien residía buena parte del secreto para que la serie calase.

Pero sin un villano a la altura, a Jessica Jones le habría faltado algo. De eso se encarga David Tennant y su Kilgrave, un hombre capaz de controlar la mente de los demás para obligarles a hacer lo que quiera. Además, (anti)heroína y villano no tapan al resto de secundarios, que también tienen la oportunidad de desarrollarse en trece capítulos que piden una continuación para poder ver hacia dónde van esos personajes que rodean a Jessica. De hecho, uno de ellos, Luke Cage, será el protagonista de la próxima serie de la plataforma online con Marvel.

A Jessica Jones se le nota que es una serie Netflix. Qué fácil es verse toda la primera temporada en cuestión de pocos días. Jessica engancha. Y Kilgrave más todavía. Palomitas, cine negro (de 13 horas de duración) y superhéroes atormentados. Planazo.