Dios ovni
La fe en los extraterrestres, que predica sin cesar Canal de Historia, no está tan lejos de la fe religiosa, pero sin su solera. Ellos nos vigilan, nos educan y cuidan de nosotros
Sobresalta el zapeo una pregunta impresa en pantalla: “¿Era Dios un astronauta?”. Aparece en El libro de los secretos de EE UU, que se emite, dónde va a ser, en Canal de Historia. La serie documental trata todo tipo de teorías conspiratorias, del asesinato de Kennedy al poder oculto de Los Ángeles del Infierno. En esta entrega se dice que la Casa Blanca nos oculta que los extraterrestres llevan siglos aquí: no solo levantaron las pirámides, sino que representan el personaje principal de la Biblia.
En otra serie del canal que no hace honor a su nombre, Alienígenas, dedican un capítulo a Albert Einstein. ¿También era uno de ellos? No: pero su mente prodigiosa estaba conectada con los extraterrestres, como las de Galileo o Arquímedes. Vaya, no hay gran obra atribuida a los humanos cuyo mérito no corresponda a los visitantes de otros mundos (salvo quizás los puentes de Calatrava).
La fe en los ovnis no está muy lejos de la fe religiosa, solo que sin su solera. Quienes antes declaraban apariciones de ángeles o vírgenes, en los años de la Guerra Fría veían platillos volantes. La misma ansia de convencernos de que no estamos solos. Desde que todos llevamos una camarita en el teléfono, vaya, escasean las apariciones, las milagrosas o las alienígenas, pese a que lograrían muchos “me gusta” en Facebook.
Según los devotos, los extraterrestres llevan tiempo observándonos, enseñándonos técnicas, cuidando de nosotros (podían haber sido más rápidos con las vacunas). Por desgracia, es más creíble Stephen Hawking cuando dice que si alguna vez vienen extraterrestres será para conquistarnos, si no aniquilarnos. Por eso dice el cómico Louie que si hay aliens prefiere no saberlo. “Ya sé bastantes cosas, no necesito más. No creo que haya un buen final para la historia de ‘hemos encontrado gente de otro planeta”, afirma en uno de sus monólogos.
Antes se curará el ébola que la estupidez, escribió Javier Sampedro. El progreso no era esto.
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