Astérix y Obélix en la época de Twitter
Ferri y Conrad comienzan a mostrar su personalidad en el volumen número 36 del cómic
Una ardilla que solo dice tuit. Legionarios romanos llamados Antivirus y un galo al que se conoce como Redwifix. Palomas que sustituyen los tradicionales cauces de mensajería. Y un espía que aunque no se llame Wikileaks ni Assange destapa uno de los secretos más resguardados del Imperio del César. No estamos en el siglo XXI. Es el año 50 antes de Cristo, y una aldea de irreductibles galos resiste todavía la invasión de las tropas imperiales. Esto solo quiere decir una cosa: Astérix y Obélix vuelven este jueves a las librerías con El Papiro del César. El guionista Jean Yves-Ferry y el dibujante Didier Conrad tienen delante un nuevo reto, comenzar a mostrar su personalidad frente a la nostalgia de aquellos clásicos de Goscinny y Uderzo.
“Su primer volumen como autores, Astérix y los Pictos, fue más conservador y lineal. En este álbum se comienzan a liberar. Ya se empieza a ver a los autores”, ha explicado el experto en cómics Álvaro Pons durante la presentación del número 36 en Madrid. El lanzamiento viene acompañado de una exposición de bocetos originales en la Biblioteca Eugenio Trías, donde los visitantes podrán admirar hasta el 30 de noviembre cómo Conrad hace evolucionar un universo que es ya mucho más que un simple cómic. Una muestra (que en dos semanas se traslada a Barcelona) del cómo se hizo que deja entrever el estilo propio del dibujante, más allá del de su maestro.
“Es un icono europeo, pero también un gran producto industrial”, reconoce Pons, que no esconde lo decepcionante y “errática” que fue la carrera de Astérix tras la muerte de Goscinny. “Se vivió un momento de disociación. Algunos pedían continuidad como en Spirou y otros el final como en Tintín. Uderzo fue muy inteligente. Se dio cuenta de que el personaje ya no merecía eso pero también que había trascendido a autores”. Al seguir el autor original vivo, el respeto fue también mayor. El anterior volumen, rodeado de expectación por ser el primero de una nueva etapa, vendió solo en Francia cinco millones de copias, cifra inalcanzable para cualquier otra historia. En España, Astérix lleva vendidos 24 millones. Las librerías españolas distribuirán 160.000 ejemplares en castellano, 25.000 en catalán, 4.000 en euskera, 3.000 en gallego y 1.500 en asturiano del último. El de ahora es un reto atípico: no se puede renunciar a los personajes pero tampoco a la marcada personalidad de estos autores.
Todo comienza con un malvado editor, Pronoplus, y un escriba rebelde, Doblepolémix, que destapa la larga historia secreta de este irreductible pueblo galo, Un relato que el César quiso tapar. En vez de retomar por su enésimo viaje, Astérix se sumerge en un tema de pura actualidad, como hizo ya en algunos de sus más aplaudidos álbumes: La residencia de los dioses (un alegato capitalista tras mayo del 68) u Obélix y Compañía, parodia directa a la situación política de la Francia de 1976 y con Jacques Chirac como uno de sus personajes. Para Pons esa sigue siendo la mayor obra maestra de la colección: “Compararlo con aquellos es imposible, pero es un buen momento para volver a leer Astérix. Se liberan y se fijan en su alrededor sin ataduras ni expectativas. Logran introducir nuevos elementos a un universo por todos reconocibles”.
“Solo por tener ese final ya merecería la pena”, concluye Pons. Un Post-Scriptum sorprendente y rompedor pone el broche de oro a 48 páginas de aventuras y cierra un ciclo que comenzó en 1979. Los nuevos autores se atreven a narrar de manera circular el mismísimo origen de Astérix y Obélix. Es un homenaje lleno de nostalgia, pero también un grito que avisa de que ahora son ellos los que continúan. “Es un cierre de ciclo. Un número cero. El cambio será paulatino, porque estamos hablando de una institución rodeada de intereses, pero poco a poco veremos salir más de su personalidad. Seguro que en unos tres álbumes comienza a cambiar también el dibujo. Hay futuro”.
Babelia
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