Lanzar piedras
Walker hace un ejercicio de concordancia entre vídeos, fotografías e instalaciones sonoras en los que la percepción del territorio natural depende de significados y simbologías
Richard T. Walker (Reino Unido, 1977) podría haber sido simplemente pintor, pero comprobó que tras el neoexpresionismo y sus derivas, la pintura se había convertido en una actividad vergonzosamente inane, incapaz de plantear cuestiones epistemológicas, ontológicas o místicas. Que todo eran réplicas, aquí un stella, allá un halley, una copia de una copia de Barnett Newman… Una muerte incómoda, la de la pintura, que además prescindía del componente performativo de las energías humanas. Para él, la tela debía ser un espacio tridimensional y lo encontró en la sublimidad del territorio salvaje americano. Cogió su guitarra y su teclado musical, una cámara fotográfica y otra de vídeo. Pero seguía queriendo ser pintor.
Se instaló en San Francisco. Allí no podía ser impermeable a las lecciones de los fotoconceptualistas del CalArts que fusionaban estrategias de la tardomodernidad, el pop art, el minimalismo y la simulación. De la misma manera que Baldessari tomó para su obra las palmeras y los cielos de la Costa Oeste, Walker seleccionó la cúspide de las montañas. Las piedras desempeñan un papel, como materia mineral y ritual. Y así aparecen en la galería Àngels Barcelona, donde plantea el paisaje como un espejo que observamos y que nos observa.
Walker hace un ejercicio de concordancia entre vídeos, fotografías e instalaciones sonoras en los que la percepción del territorio natural depende de significados y simbologías. Un trozo de vida mineral puede ser un pincel, una palanca con la que poder ver más allá del horizonte; ese fragmento natural latirá con un ritmo diferente, el que el artista crea a partir de un gesto mínimo y repetitivo: lanzar pequeñas piedras sobre guitarras, xilófonos y tambores en busca de un sonido (In Accordance With Things). La serie fotográfica A Paradox in Distance congela una acción de comunión entre el ser humano y el entorno natural. Y un antiguo grabado con la imagen de la Marmolada de los Dolomitas italianos titulado The Falibility of Intent (2015) se convierte en un marco aureolado de lo sublime. En estos trabajos, las piedras no hablan, se distraen y nos distraen.
In Accordance With Things. Richard T. Walker. Galería Àngels Barcelona. Hasta el 8 de noviembre.
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