Irreversible Europa
La construcción europea se ha hecho de crisis en crisis
Europa está en crisis, con dos áreas ocupando los medios de comunicación y azuzando miedos: por la avalancha de refugiados provenientes principalmente de Siria, Schengen pende de un hilo, y —como demasiadas cosas— de la mano de la canciller Merkel, amenazando las conquistas de la libre circulación de personas, la cuarta libertad del fundacional Tratado de Roma, la más tangible para los ciudadanos; y la crisis griega ha resquebrajado el proyecto de unión económica. Logros como el papel desempeñado por la UE en el acuerdo con Irán no compensan este panorama. Para ahuyentar el vértigo, nos repetimos machaconamente —en Bruselas se ha convertido en un auténtico mantra— que la construcción europea, como escribió Monnet, se ha hecho de crisis en crisis. Y es verdad. Pero lo que cualifica el momento actual es que por primera vez se pone en duda la irreversibilidad del proceso. Y la duda es generalizada. Porque más allá de los euroescépticos, que siempre los hubo, y de los vocingleros populismos, la conciencia de la fragilidad corroe la comunidad europea. El “modo crisis”, la falta de perspectiva que asola tanto a las instituciones como a los líderes de los Estados miembros, se diluye en decisiones reactivas y romas, que sólo consiguen atizar la frustración de los ciudadanos.
Queremos un gran relato europeo que devuelva legitimidad al proyecto y confianza en lo que podemos hacer juntos
Las sociedades se movilizan en torno a grandes ideas: una amenaza existencial como la Guerra Fría, una causa como la igualdad de derechos en EE UU; y el proyecto europeo figura muy alto entre estas grandes ideas de la humanidad. Para que la gran idea prospere se necesita, aún difusa, la empatía de sectores relevantes de la comunidad. Y se necesita el liderazgo que conecte, y a veces despierte, esa inquietud. Pues bien, por mucho que el derrotismo invada nuestras sociedades avejentadas, permea una búsqueda de “otra cosa”, aunque a menudo se extravía y es capitalizada por los oportunismos políticos.
Es momento de visión y coraje, de no dar cuartel a los vendedores de utopías traficadas, de decir alto y claro que nuestro futuro es Europa o no será. Que no sólo necesitamos más Europa a ras de directiva y reglamento, que también. Que nos falta, que queremos un gran relato europeo que devuelva legitimidad al proyecto y confianza en lo que podemos hacer juntos; que ambicione quiénes queremos ser y nuestro papel en el mundo.
Y transformar esa fragilidad real de la que hoy somos conscientes en el cimiento de nuestra acción.
Ana Palacio ocupó el cargo de ministra de Asuntos Exteriores. Es socia de Palacio & Asociados.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.