De cine, con o sin chinches
Los recortes ministeriales han propiciado que no dispusieran puntualmente de los medios de desinsectación eficaces que se requerían en el cine Doré
En una escena de La visita (M. Night Shyamalan, 2015), la última película interesante que he visto en un año muy escaso en ellas, la misteriosa abuela (Deanna Dunagan) le dice a Becca (Olivia DeJonge), su simpática nieta aprendiz de cineasta: “Tienes que reír para mantener a la oscuridad en su cueva”. Es decir, una variante del socorrido “reír para no llorar”. A mí me pasa algo parecido cuando pienso en la Filmoteca Española: pensaba acudir a su sede del cine Doré para ver algunas pelis que me interesaban, pero me enteré de la invasión de “chinches tropicales” y tuve que rendirme. Lo de la Filmo es para llorar: mi topo allí me explica que los pantagruélicos recortes ministeriales han propiciado, entre otras muchas cosas que ya mencioné en otra ocasión, que no dispusieran puntualmente de los medios de desinsectación eficaces que se requerían. Es para llorar o para partirse de risa: imagínense el quilombo internacional si, mutatis mutandis, el Museo del Prado tuviera que cerrar sus puertas por una plaga de hemípteros de la familia Cimicidae. Ni a Wert ni a su brevísimo (esperemos) sucesor le importa un comino ese centro imprescindible de cultura que es la Filmoteca: al fin y al cabo —deben de pensar—, allí solo acude gente rara con escaso peso electoral. Por lo demás, este verano no han cesado los sobresaltos cinematográficos: primero el ominoso robo del cráneo de mi adorado Murnau de su tumba en el cementerio de Stahnsdorf y luego las patéticas declaraciones del eximio ministro Méndez de Vigo, declarando ser un asiduo de “cine de barrio”. En cuanto a los últimos libros de o sobre cine que he recibido, destaco The Making of Stanley Kubrick’s. 2001: A Space Odyssey (Taschen), que se pondrá a la venta próximamente (a 59,99 euritos) y que es la edición reducida de otra para coleccionistas en cuatro tomos que (aún) puede conseguirse a partir de 1.000 euros de nada. La obra maestra que revolucionó el cine de ciencia-ficción explicada y diseccionada (solo en inglés) con detalle de entomólogo.
Estalinismos
En agosto murió Robert Conquest (1917-2015), el historiador británico que fue comunista en su juventud oxoniense (como, entre otros muchos, Kingsley Amis, el borrachuzo daddy de Martin), luego asesor del MI5 y, más tarde, de Margaret Thatcher. Conservo como oro en paño su estupendo (con todos sus defectos) libro seminal El gran terror; las purgas stalinianas de los años treinta (1968), que aquí publicó Luis de Caralt en 1974 y que fue mundialmente criticado desde la izquierda hasta que la apertura de los archivos soviéticos confirmó gran parte de los datos que ofrecía. Conquest sostenía que solo en las tremendas purgas de los años treinta habían sido detenidas siete millones de personas, de las que un millón habían sido ejecutadas (con o sin “juicios-farsa”) y otros dos habían muerto en el archipiélago Gulag. He recordado el libro mientras leía —entero por primera vez, aunque en francés— el famoso informe “secreto” que Nikita Jruschov presentó al XX Congreso del PC de la URSS en 1956: la editorial francesa Seuil lo ha publicado (Le rapport Khrouchtchev) traducido del ruso y prologado por el historiador y sovietólogo Jean-Jacques Marie, autor, entre otros libros importantes, de la consistente biografía Trotsky, revolucionario sin fronteras (2009),publicada por el Fondo de Cultura Económica. Aunque tímido en muchas de sus denuncias, el informe de Jruschov fue el primer documento oficial soviético en abrir la caja de truenos que estallaría definitivamente en el colapso final (1991) de la URSS. Marie sitúa el informe en su contexto histórico, analiza su llegada a Occidente por medio de un dirigente comunista polaco (la CIA ni se enteró), así como las reacciones que suscitó, incluida la estúpida y miserable de Sartre (nadie es perfecto), que criticó a Jruschov por descubrir la verdad a quienes “no estaban aún preparados para recibirla”. En fin, un libro que habría que retraducir y publicar aquí, en la estela de ediciones que, sin duda, suscitará la próxima conmemoración del centenario de la Revolución de Octubre.
Riquísimos
En cuantito vislumbran que algo o alguien pudiera poner mínimamente en peligro sus privilegios, todos los superricos y sus medios vienen a decir más o menos lo mismo: o sea, que viene el lobo feroz. Ahí tienen, por ejemplo, al “moderno conservador compasivo” (así gusta autodefinirse) David Cameron, primer ministro de un Gobierno en el que abundan los millonarios, asegurando que la llegada de Corbyn a la cúpula del laborismo británico “amenaza la seguridad nacional”. Nada, que para la tranquilidad de la derecha no hay como tener enfrente a los blairistas (por aquí también se llevan): esos sí que entienden de qué va lo del turno de partidos en democracia. De Montoro a Guindos, pasando por el jefe de ambos, los neoliberales del recorte-y-tentetieso también dicen las mismas cosas cuando se refieren a quienes parecen conectar con el sentimiento de frustración de la ciudadanía. Claro que nadie, ni siquiera Jiménez Losantos —cuyo pensamiento vociferante recuerda a menudo al de un maurista autoritario de los años veinte—, se había atrevido a decir de los emergentes de izquierda de aquí lo que ha dicho de los de allí The Telegraph, que, al día siguiente de la elección del nuevo líder de la izquierda británica, ya advertía a sus lectores de que el Partido Laborista había muerto, mientras que “el partido socialista [sic] de Jeremy Corbyn inicia un periodo de guerra civil”. Vaya por Dios: supongo que Oswald Mosley (1896-1980), fundador de la British Union of Fascists, y a quien Elvis Costello criticaba con estupendo ritmo en su primer single (Less Than Zero, 1977), se habrá sentido satisfecho desde el más allá. Mientras tanto, por aquí estamos alcanzando cotas estratosféricas de desigualdad social, de modo que no me extraña que se radicalice el descontento. Según la nada bolchevique Oxfam, en España ya tenemos tres millones de pobres (los más afectados: mujeres y jóvenes) y 21 megasupermillonarios que se lo pasan bomba. ¿Que cómo hemos llegado a esto? En fin, háganse una idea (incompleta, desde luego, y parcial) leyendo Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante (Anagrama), el último ariete libresco del profesor Vicenç Navarro: se puede o no estar de acuerdo con muchos de sus análisis y conclusiones, pero el conjunto resulta esclarecedor. Nada que no diga Piketty, pero más claro. Y quizás un punto más rojo.
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