Las raíces de la edición contemporánea
La evolución de la industria del libro a lo largo del franquismo sienta las bases de la situación actual. Un estudio repasa claves como la lectura femenina o el papel del exilio
La primera buena noticia sobre esta obra es, por supuesto, su mera existencia. Que en esta época de edición institucional mortecina y editoriales comerciales entregadas a la búsqueda del beneficio inmediato se pueda publicar impecablemente un volumen erudito de mil páginas en papel biblia, es toda una hazaña. Muy significativo también es que la haya editado una empresa familiar, que empezó como librería especializada en Derecho y Humanidades y luego se convirtió en editorial. Sí: el conocimiento directo del público ha sido —y sigue siendo— la clave del complejo negocio del libro.
Dos imágenes se erigen en emblema de esta obra. En la cubierta, las casetas de una temprana Feria del Libro (fruto de la colaboración de las instituciones gremiales y oficiales) ofrecen sus obras a un público mayoritariamente masculino, aunque desde la periferia un grupo de mujeres anuncian con su curiosidad lo que habría de ser una de las revoluciones del periodo: la lectura femenina. El único rótulo de caseta visible, “Editorial el Perpetuo Socorro”, recuerda la importancia que tuvo la edición religiosa. En la contracubierta, una hilera de niños leen tebeos y libros infantiles ante lo que parece una biblioteca pública al aire libre.
En 2002 se publicaba Historia de la edición en España, 1836-1936. La aparición de este nuevo volumen, también obra colectiva, cierra así un panorama de 140 años. Aunque lógicamente el tiempo transcurrido entre uno y otro libro ha hecho que varíen las bases metodológicas que los guían, una misma dirección y la contigüidad temporal entre ambos hace del conjunto una obra unitaria.
Pocos periodos como el del franquismo, que monopoliza este volumen, pueden servir mejor de ejemplo de cómo la perspectiva de “historia de la edición” dota de sentido a lo que sin ello sería un complejo conjunto de azares empresariales, técnicos y culturales mediante los que libros y publicaciones periódicas van alcanzando a un público creciente. Un Estado intervencionista como pocos, pródigo en instituciones de control, y una economía autárquica explican cómo el simple recurso al control del papel y el registro de las empresas que pueden editar crea de entrada un potente filtro, completado luego con una censura tan minuciosa como arbitraria, sobre lo que el pueblo español debía o no leer. Desde la década de 1960, sucesivas leyes, reglamentaciones y prácticas asumidas contribuyen a abrir paulatinamente el panorama de personas y empresas que intentan por diversos motivos —que van del activismo político al cultural, pasando por el simple negocio— forzar los límites de permisividad de una dictadura que se resiste a abandonar el control.
Las relaciones con América (sin las que no se puede explicar la edición española) están también muy bien cubiertas, con un capítulo dedicado a los editores españoles en el exilio, sobre todo en México y Argentina, y otro a la reconquista española de los mercados americanos, perdidos tras la guerra. Los flujos de obras que cruzan el océano en ambas direcciones, según los vaivenes de la censura y la industria, son uno de los elementos más significativos del periodo.
En contra de la extendida percepción de que la edición por excelencia es la literaria, este volumen dedica también apartados especiales al libro de texto, tan importante luego para la creación de grupos de comunicación, a la edición científico-técnica, a la revolución del libro de bolsillo (y cómo la calidad de la cola que pega las páginas puede ser un factor determinante), al libro infantil, a la literatura de quiosco o a la lectura femenina. Los derechos de autor, las instituciones oficiales o gremiales de libreros y editores e incluso las artes gráficas tienen capítulos propios. El capítulo dedicado al libro ilustrado explora los diálogos entre tipografías, imágenes y contenidos. Las bibliotecas, las librerías, la distribución o el entramado societario de las editoriales cuentan también con la debida atención.
Una veintena de autores son responsables de los 32 capítulos de la obra, coordinados por Jesús A. Martínez Martín, director y también autor de varios de ellos. El volumen, editado con todo cuidado, se complementa con un índice de personas y otro de editoriales, publicaciones periódicas e instituciones. Ambos son imprescindibles, porque una obra de estas características funciona en el discurso que construye y también como una base de datos de consulta. Inevitablemente, quedan cosas fuera de estos índices: modalidades de edición (fascículos, fotonovelas, cromos…) o nombres de colecciones (El Monigote de Papel). Por fortuna, parece que una próxima edición digital permitirá el acceso pleno a una obra tan rica en datos como rigurosa en su construcción.
Historia de la edición en España (1939-1975). Jesús A. Martínez Martín (director). Marcial Pons. Ediciones. Madrid, 2015. 1.000 páginas. 42 euros.
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