El realismo socialista de Mao viaja en Rolls Royce con Wang Guangyi
A Coruña exhibe la primera retrospectiva en España del artista, símbolo de la nueva China
Mao Zedong, el Gran Timonel, perdió el rumbo. Su deriva marxista-leninista, la aversión a la propiedad privada, el miedo a la expresión individual, el desprecio a Occidente y su política del Gran Salto Adelante dejaron al país hundido. Por eso la autobiografía de muchos artistas chinos es el relato de un sufrimiento. Wang Guangyi (Harbin, China, 1957) tenía solo nueve años cuando Mao impuso la Revolución Cultural (1966-1976). Imposible zafarse de ella. Nacido en la penuria, formó parte de la Guardia Roja y con 17 años el régimen le colocó la etiqueta de “joven intelectual”. Lo que le condenaba al campo y la “reeducación”.
Resulta indispensable recordar el pasado para caminar, en el presente, por las salas de Relics of Believers (Las reliquias de los creyentes), una visita guida a través del arte político de Wang Guangyi. El artista está considerado uno de los símbolos de la nueva China y el Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural Fenosa (MAC) en A Coruña organiza la primera gran retrospectiva del pintor en España.
La pintura y las instalaciones de Wang Guangyi viven en el principio de incertidumbre y de las paradojas. Stalin fue un feroz tirano pero también un aliado de Roosevelt contra Hitler en la Segunda Guerra Mundial. La religión es origen de conflictos, sin embargo, los hombres buscan personas en las que volcar su fe. El artista muestra la fascinación por un tirano, un político justo, una marca o una religión. Da igual lo contradictorio que sea. Con esta paleta recorre la China de Mao y también la Guerra Fría y sus rescoldos. Incluso se atreve con la Sábana Santa en un tríptico de grandes dimensiones. En la instalación de Relics of Believers, creada para el centro gallego, ocho fotografías de gran formato de políticos del siglo XX, demócratas o dictadores, aparecen en marcos de madera dorada, como si fueran pinturas. Cada foto se asocia a unas ropas, recogidas en urnas de plexiglás, que evoca las prendas que visten personas normales seducidas por el carisma de los líderes. Como si esos espacios de plástico fueran capaces de contener sus almas.
Iconografía cristiana
La iconografía cristiana es una presencia continua en la muestra. Apenas se sentía en 1997, cuando el modernizador de China, Deng Xiaoping, reabrió las universidades y el país miró hacia Occidente. Tras ser rechazado en tres centros, Wang Guangyi logró graduarse en pintura al óleo, aunque estaba más interesado en Heidegger, Hegel o Wittgenstein que en los pigmentos. “Pensábamos que a través del arte podríamos cambiar las vidas de las personas, aunque es un proceso a largo plazo”, cuenta el artista. Pero Mao Zedong tenía prisa. No quería una revolución artística sino un arte revolucionario en el cual él era modelo y musa. Por eso marginó a las vanguardias.
Una de las 29 obras de la muestra resume su propósito, Study for Mao Zedong AO (Estudio de Mao Zedong). Es una tinta y óleo sobre tela bordada. La figura de medio cuerpo del líder está atravesada por una cuadrícula. En las cuatro esquinas se reparten las letras A y O. Es razonable asociar esa estructura a las rejas de una celda o a la plantilla de un maestro renacentista para acertar con las proporciones. De fondo, la tradición china del bordado. El choque entre lo nuevo y lo antiguo. Y la tediosa omnipresencia de Mao Zedong. Durante la Revolución Cultural, se produjeron 2.200 millones de retratos del mandatario. Imposible para el pintor librarse de esta pegajosa presencia.
Sumada toda esta álgebra de decepciones, en 1990 inicia su serie más conocida: Great Criticism. Entonces, el mercado del arte se fijó en él. Poderosos coleccionistas, como el suizo Uli Sigg, empezaron a comprarle obra. Y el comisario Achille Bonito Oliva (inventor de la hoy devaluada transvanguardia italiana) lo mostró en la Bienal de Venecia de 1993. En Las reliquias de los creyentes hay cuatro telas de esa serie. Tal vez la más rotunda sea Rolls Royce, 2005. El individuo es reducido a una sola categoría: trabajador-campesino-soldado. La imaginería heroica de la propaganda maoísta choca contra el logotipo de Rolls Royce y sus coches de lujo. Es el encuentro y la confrontación de dos civilizaciones. Dos mundos que colisionan. El lienzo está salpicado de cifras en referencia a la producción industrial. El arte, que adora las etiquetas, lo llama realismo cínico por oposición al realismo socialista.
Orígenes sencillos
Pero como muchas otras cosas en la vida, las propuestas complejas tienen orígenes sencillos. A Wang Guangyi se le ocurrió este lenguaje de extremos ojeando un libro de arte de propaganda socialista mientras bebía una Coca-Cola. “Puse la lata al lado de la página, y por sorpresa me di cuenta de que las posturas de los trabajadores-agricultores-soldados enfrentados al logo de Coca-Cola tenían un fuerte sentido visual. Las dos imágenes son producto de ámbitos culturales muy distintos pero cada una encarna muy bien su propia ideología”, señaló.
Ese mundo que se fractura se siente también en el desapego de las nuevas generaciones de creadores chinos frente al arte político. Muchos creen que es una propuesta fácil pensada para coleccionistas occidentales y por eso prefieren hablar de sus propias vidas. Wang Guangyi coincide con su amigo Ai Weiwei, que escribía en The New Yorker: “Están al lado del poder. ¿Y solo quieren vivir sus vidas?. Muy bien, no los critico. Les estrecho la mano, sonrío y les escribo cartas de recomendación, pero… Estoy totalmente decepcionado”, se contestaba.
El creador y la burbuja del arte chino
¿Tiene futuro el arte chino? ¿Se diluirá tras la burbuja de precios y de nombres? Hay artistas que soportan el paso del tiempo y otros ya muestran debilidad. “Hace algunos años empecé a coleccionar con fuerza arte chino. Pero he parado", narra Ella Fontanals Cisneros, residente en Miami y una de las principales coleccionistas de arte contemporáneo del mundo. “Para conocerlo bien tienes que vivir en el país. Desde fuera es imposible. Por eso estoy muy centrada en artistas jóvenes estadounidenses”. Frente a esta visión actual, el optimismo a largo plazo de Wang Guangyi. “Ahora comienza lo mejor”, sostiene. Tal vez sea así, pero quizá bastantes obras de esos años terminarán siendo reliquias de los creyentes en el mercado del arte.
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