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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Malnacidos

Me pregunto por los motivos de ese volcánico aprecio del sensato Antonio García Ferreras hacia el indescriptible Inda. El corazón tiene razones que el cerebro no entiende

Carlos Boyero
Eduardo Inda en el programa de La Sexta 'Al rojo vivo'
Eduardo Inda en el programa de La Sexta 'Al rojo vivo'

Dudo que me ocurra aquello que afirmaba el inmenso poeta César Vallejo de “Me moriré en París con aguacero”, pero en demasiadas épocas sombrías me identifico excesivamente con otra de sus certidumbres líricas: “Yo nací un día en el que Dios estaba enfermo”. Por ello, siento alivio y solidaridad al encender la tele y escuchar en Al rojo vivo (La Sexta) a un viscoso energúmeno gritando con síntomas de histeria: “Es (o eres, no recuerdo) un malnacido”. Y me repito: “Menos mal, no estamos solos, además de Vallejo y yo existen otros malnacidos”.

No descubro la identidad de ese desgraciado, pero imagino, dada la identidad del colérico definidor, que este pertenece a los vándalos rojeras que se han aliado para acabar con la ejemplar democracia que administra el Partido Popular.

Antonio García Ferreras, alguien con el que mantengo buen trato desde sus aguerridos tiempos en la SER, persona inteligente y también muy lista, estratégico perro de presa, intenta calmar a ese tertuliano que tanto sabe de nacimientos buenos y perversos con una declaración de amor: “Eduardo, tú sabes que después de tu padre yo soy la persona que más te aprecia en el mundo”.

Y me pregunto por los motivos de ese volcánico aprecio del sensato Ferreras hacia el indescriptible Inda, aunque yo también esté convencido de que el corazón tiene razones que el cerebro no entiende. Pero dejo que mi imaginación se dispare y llego a una conclusión ¿surrealista? Disponer a diario, mañana, tarde y noche, gracias al don de la ubicuidad periodística, de dos involuntarios clowns, dos esperpentos tan delirantes, dos apologistas de lo indefendible sin sentido del ridículo, supone un chollo inagotable para el espectáculo presuntamente político que persigue Ferreras. Sin Inda y Marhuenda el próspero negocio se le hunde. Se acabó la risa. Que les mime.

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