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FERIA DE SAN ISIDRO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Estampas del ayer (con sandía y pollo)

El público que asiste a los espectáculos de rejoneo es especial

Antonio Lorca
Sergio Galán, con el toro al que cortó la oreja.
Sergio Galán, con el toro al que cortó la oreja.jaime villanueva

El público que asiste a los espectáculos de rejoneo es especial. Acercarse hasta la plaza cargando con una sandía de varios kilos o un pollo de corral vivito y coleando es motivo más que suficiente para un estudio sociológico. Aunque parezca increíble, así fue, y el que se llevó a su casa ambos regalos fue Sergio Galán al pasear la oreja de su primero. Como no era fácil responder a los aplausos y cargar con la sandía, se la cedió gentilmente a uno de sus auxiliares; y momentos después, le lanzaron el pollo. Y el pobre animal se quedó solo y desconsolado en el tercio mientras la caravana continuaba su camino triunfal. Picoteó un poco, y al comprobar que trigo no había sino arena seca, pasmado y quieto se quedó hasta que un arenero intentó agarrarlo. El pollo se resistió como pudo y los lances entre ambos hasta la detención final fueron muy jaleados por el respetable, que se lo pasó en grande. Lo dicho, estampas del ayer que merecen un estudio.

GUIOMAR / FERNANDES, GALÁN, MANZANARES

Toros despuntados para rejoneo de María Guiomar Cortés de Moura, correctos de presentación, muy mansos, descastados y rajados.

Rui Fernandes: dos rejones traseros y bajos —aviso— y cuatro descabellos (silencio); rejonazo (silencio).

Sergio Galán: rejonazo (oreja); pinchazo, rejonazo y dos descabellos (ovación).

Manuel Manzanares: pinchazo, rejón bajo y un descabello (ovación); cuatro pinchazos y un descabello (silencio).

Plaza de las Ventas. 6 de junio. Trigésima corrida de la feria de San Isidro. Media entrada.

Galán se llevó la sandía, el pollo, los vítores y una oreja pues su actuación fue torera, clásica y muy depurada técnicamente. Es un torero a caballo maduro, que monta una buena cuadra, hace muy escasas concesiones a la galería y goza de un gran sentido del temple. Paró muy bien a sus dos mansos oponentes —muy descastada y sosa toda la corrida—, y en el primero se lució especialmente en banderillas con Trópico, un caballo muy valiente, que se deja llegar los pitones hasta la misma piel. En el quinto, solo el poco acierto a la hora de la muerte le impidió comprobar si había más víveres para él. Volvió a protagonizar una faena muy maciza y destacó sobremanera con Ojeda y con Apolo; sobre todo, en un espectacular par a dos manos.

El portugués Rui Fernandes tuvo una actuación muy discreta; su quehacer es tan afanoso como insípido. Es verdad que se encontró con dos toros rajados, pero su rejoneo está tan alejado del clasicismo como del nivel alcanzado por los más grandes. Tardó mucho tiempo en ejecutar las suertes, abusó de las pasadas en falso, se dejó tocar en demasía los caballos y su labor final no transmitió la emoción necesaria.

Le queda mucha carrera todavía a Manzanares, pero a fe que va por el buen camino. De entrada, se le nota que ha aprendido con Hermoso de Mendoza, es espectacular y valiente y comete errores de juventud. En uno de ellos, echó a su caballo Tomatito encima de su primer toro, que lanzó por los aires al caballero y le dio una brutal paliza de la que salió felizmente indemne. No se arredró y confirmó ante el sexto sus buenas expectativas. Mató mal y se quedó sin alimento.

La corrida de hoy

Toros de Miura, para los diestros Rafaelillo, Javier Castaño y Serafín Marín.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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