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Un Rowling de detectives

'El gusano de seda', el segundo título protagonizado por Cormoran Strike y su ayudante Robin, es una historia bien narrada y mejor resuelta.

J. K. Rowling, en Nueva York el pasado día 9.
J. K. Rowling, en Nueva York el pasado día 9.FilmMagic Nomi Ellenson

Para quien no esté al tanto, Robert Galbraith es un seudónimo de la escritora británica J. K. Rowling, la famosa autora que creó la serie de libros protagonizada por el niño-mago Harry Potter. Siendo ya una figura global en el mundo de las letras, a comienzos de esta década Rowling se puso a prueba enviando el manuscrito de El canto del cuco, el primer volumen del detective Cormoran Strike, a varias editoriales. El libro, al parecer, fue rechazado por algunas hasta que encontró quien lo publicase en abril de 2013. Recibió críticas elogiosas y vendió 1.500 ejemplares en papel hasta que en el mes de julio se desveló la identidad real de su autora, y de la noche a la mañana escaló hasta el número uno de las listas de los más vendidos. Nadie con un mínimo de buen juicio se sorprendió, pero todos se regodearon por la constatación de lo obvio. Puede que hasta la misma Rowling respirase tranquila.

El que se publica ahora, El gusano de seda, es el segundo título protagonizado por la simpática pareja que forman Cormoran Strike y su ayudante Robin. Strike es un exmilitar del servicio de inteligencia del Ejército británico que sufrió un atentado en la guerra de Afganistán. A raíz de ello le amputaron una pierna. Robin, su secretaria y ayudante, abandonó los estudios de psicología e intenta ganarse el respeto de su jefe y de su novio, reacios a aceptar su interés por la criminología. Él es arrojado, profesional y duro; ella es intuitiva, eficiente y perspicaz. Y en esta ocasión tendrán que investigar la desaparición de Owen Quine, un escritor no muy conocido que acaba de terminar su última novela, titulada Bombyx Mori, es decir, gusano de seda en latín. Para cuando Strike encuentre el cadáver del huido ya sabremos que la novela inédita se ha convertido en la comidilla literaria de Londres, porque el difunto no ha dejado títere con cabeza, desde su agente hasta el dueño de la editorial, y desde su editor hasta su esposa, su amante…

Como ya sucediera en la anterior entrega, y como solía pasar en las novelas de Agatha Christie, buena parte del relato se dedica a las entrevistas que mantienen los investigadores con los sospechosos. Tampoco faltan las acechanzas en callejones, la trabazón de multitud de detalles relevantes, el horror de una muerte ritual, las clásicas perversiones sexuales británicas (el bonding —que lo ataran— era la preferida del difunto), la persecución trepidante del asesino. Y ahí está también el estupendo retrato de ese bullicio vital de Londres, la sustancia húmeda (si en Conan Doyle era la niebla, aquí es la nieve) en donde se desarrolla esta historia bien narrada y mejor resuelta.

El gusano de seda. Robert Galbraith. Traducción de Gemma Rovira Ortega. Salamandra. Barcelona, 2015. 542 páginas. 19 euros.

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