El dios Dionisio, dos mil años hablando
Representa la alteridad, lo totalmente diferente, lo que no se ajusta al prototipo que hoy calificaríamos como políticamente correcto
1. Proyector de expectativas universal. Decía J. P. Vernant que “los dioses continúan hablándonos, cuando se les escucha”. Diego Mariño, especialista en historiografía griega antigua, ha prestado atención a la voz de Dioniso, amplificada por la fenomenología de la religión, el psicoanálisis, la antropología cultural, la filosofía de la historia y, en fin, todos aquellos caminos que llevan al autor a preguntarse cómo es posible que se hable en estos términos de unas creencias de hace dos mil años. Injertando a Dioniso (Siglo XXI) es el mapa de este singular itinerario que recorren una serie de militantes dionisiacos de excepción. Lo mejor de cada casa.
2. La transgresión y lo otro. Antes que nada, Dioniso representa la alteridad, lo totalmente diferente, lo que no se ajusta al prototipo que hoy calificaríamos como políticamente correcto y que en la Grecia clásica se identificaría con lo apolíneo. El nombre de Nietzsche quedará unido para siempre a esta dualidad Apolo / Dioniso, un concepto filosófico tan arraigado que se ha instalado incluso en nuestro lenguaje. Nietzsche saca a la divinidad de su contexto cultural, le superpone una serie de máscaras modernas y lo convierte en un fenómeno interior del alma humana. Una posterior lectura psicoanalítica (K. Kerényi) vinculará este arquetipo al inconsciente colectivo.
3. Lo irracional y lo inefable. Para la cultura intelectual europea, Dioniso se ha convertido en un símbolo de lo irracional en el sentido más amplio: no podemos delimitar los ámbitos de la locura. E. R. Dodds trabajó sobre esta cara oculta de la cultura griega, que incluye fenómenos como el menadismo, hoy reproducidos en algunas manifestaciones de masas ¿Les suena de algo la beatlemanía? También hemos de vincular lo dionisiaco con las aventuras psicotrópicas que, correctamente entendidas, representan hoy una especie de prolongación de aquellos rituales mistéricos, donde se desvelan las verdades ocultas que jamás deben transmitirse a los no iniciados.
4. Naturaleza y feminismo. El Dioniso arcaico ya presenta las mismas características que luego se atribuirán a otras divinidades como Mitra, Osiris o Cristo. Todos ellos incluyen en sus cultos los ciclos astrales y de la vegetación. Dioniso, como representante de la religión natural primitiva, simboliza la fertilidad vegetal y animal. De ahí su defensa de la vida natural, hoy enarbolada por los movimientos ecologistas e incluso por el anarcoprimitivismo. Enraizado en la religión de la Tierra, Dioniso sostiene un vínculo privilegiado con la naturaleza femenina, que es la Naturaleza misma. Como liberador de la mujer griega, su carisma también envuelve a los movimientos feministas que explotarán, a lo largo del siglo XX, su significado transgresor (J. Harrison).
5. Contra la polis. Lo anterior conlleva unas connotaciones políticas; la más evidente, la vida rural contra la polis, pero Dioniso también representa el poder inmanente a la acción social. Una de las definiciones en Daremberg & Saglio califica al dios como “defensor de los pequeños contra los grandes, de los débiles contra los fuertes”. Vivimos unas circunstancias históricas en las que parece oportuno plantearse si Dioniso, como mediador entre lo antiguo y lo nuevo, nos está abriendo una puerta hacia la renovación del ser humano y su sistema de valores. Su presencia sigue latente en todas las culturas: unas lo potencian, otras lo esconden. Cabría preguntarse cuál de ambos tipos de sociedad es más saludable.
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